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Reportaje:

Blancas, radiantes y contestatarias

Ciento cincuenta 'novias' recorren Madrid para denunciar la violencia doméstica a través de una acción poética

El asunto era insólito se viera desde el punto de vista que se viera. Unos hablaban de acción poética. Otros, de manifestación de protesta. Los más simples creían que se trataba de una boda colectiva a lo oriental, de ésas que se ofician con cientos de parejas simultáneamente. El caso es que ayer, a la caída de la tarde, 150 mujeres vestidas de novias, todas de blanco, con más o menos brocados, con más o menos velos y tules, atravesaron la Cibeles, el paseo del Prado y la plaza de Neptuno, mientras los transeúntes miraban atónitos.

Aquello era una performance en protesta por la violencia sexista. Una acción poética de la artista plástica brasileña Beth Moysés, quien también está considerada como investigadora de la violencia doméstica. Claro que había explicaciones de todos los gustos sobre lo que allí pasaba. Incluso los había que creían que aquéllas eran novias felices y tocaban el claxon de sus automóviles a ritmo de boda rural. Algunos otros daban explicaciones exóticas y no faltaban los que sabían de inmediato de qué iba el tema... Pero desde la óptica del verdugo, no de la víctima, y gritaban desde la distancia de un coche en marcha: '¿Queréis que os peguemos?'.

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No hubo respuesta por parte de nadie. Menos aún de las participantes, que permanecieron serias y en silencio absoluto a lo largo de todo su recorrido por el paseo del Prado, desde la Casa de América y hasta Neptuno, espacio en el que se sumaron varias diputadas socialistas que abandonaron el Congreso poco antes. Entre ellas, la ex ministra de Cultura Carmen Alborch, quien afirmó que le parece una bella manera de llamar la atención sobre un grave problema que nadie puede ignorar.

Como no podía ser de otra manera, la simbología llenó el acto desde el principio hasta el final. Un acto que se celebró bajo el amparo del área de la Casa de América y que horas antes no se sabía si se podría hacer, ya que el Ayuntamiento de Madrid tenía intención de prohibirlo.

Las mujeres, de edades que iban desde los dieciocho años hasta los setenta, llevaban, además de su blanco y radiante traje, un buquet de rosas blancas. Menos tres de ellas, que portaban unas bandejas sobre las que reposaban unos cojines de raso blanco, y sobre ellos las espinas de esas cientos de rosas.

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'He tomado el vestido de novia como un fuerte símbolo femenino, para así hablar de la fantasía, del sueño y de las expectativas de la mujer', señalaba Moysés. 'Lo he sacado del fondo del guardarropa, de dentro de la caja, amarillento, roído por las polillas, para rescatar un sentimiento que quedó dormido en el pasado'.

No fue el de ayer un acto aislado en la trayectoria de Moysés. Antes, en 1996, forró el techo de una capilla para hablar del sueño inalcanzable de la mujer, los vestidos parecían nubes, quedaban inflados, tenían brillo. Dos años más tarde, ese techo se desmoronó metafóricamente y entonces forró el suelo de la galería Thomas Cohn con los vestidos que se marchitaban, y las personas caminaban sobre ellos. El 25 de noviembre de 2000, Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, esos cuerpos vacíos se recuperaron y salieron, igual que ayer, caminando por las calles de la brasileña São Paolo. Una acción que ayer, después del paseo por el corazón de Madrid, se pudo ver en vídeo en la Casa de América.

Ahora le ha tocado a Madrid. La artista plástica forma parte estas semanas de la programación de Artes Plásticas de la Casa de América con su exposición Memoria del Afecto, que permanecerá, junto con la de otras artistas como Ana Casas y Daniela Rosell, así como de la organización ACNUR, hasta el 31 de julio.

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