Música 'bit'
La automatización de ciertos procesos productores de sonido ha sido, junto a la legitimación del ruido como parte del fenómeno musical, una de las características de la música bautizada como experimental. Antecedentes como la exaltación del ruido maquinístico postulada por el arte futurista de principios de siglo o las composiciones concretas de los años cincuenta son ejemplos de cómo la música de vanguardia ha encontrado en la mecanización un método idóneo para explorar nuevos terrenos en la creación sonora.
Pero no es hasta hace poco, con la democratización de la tecnología informática, que esta mecanización ha alcanzado su estadio culminante. Las aplicaciones tecnológicas para la producción sonora han dejado de estar reservadas a los estudios de grabación, universidades u otros centros especializados (lugares donde personas como Max Mathews, Otto Luening o Laurie Spiegel realizaron los primeros experimentos de sintetización sonora a través de procesos computerizados) y pasan a estar al alcance de cualquier usuario de ordenador personal. Las crecientes posibilidades en cuanto a rendimiento de las computadoras, la proliferación de software específicamente diseñado para el tratamiento de sonidos y el papel de Internet como foro virtual de promoción, exhibición e intercambio son, también, elementos fundamentales para la aparición de una nueva generación de música experimental.
El ordenador es la herramienta definitiva de los experimentadores contemporáneos y se ha transformado en un nuevo paradigma de lo que hasta ahora se entendía por instrumento musical. Convertidos en artistas-técnicos, los compositores o intérpretes exploran, prácticamente a tientas, las infinitas posibilidades que brinda el lenguaje digital y con cada nueva aplicación multimedia contribuyen a la disolución de las fronteras que separan la música de otras formas artísticas.
Lejos de poderse considerar
un estilo al uso por su envergadura y sus límites todavía indefinidos, la música hecha con ordenador encierra multitud de formas imposibles de etiquetar bajo un mismo género o estilo. Aunque señalar algunas de ellas sea absolutamente infructuoso, si lo que se pretende es formular una definición, resulta interesante enumerar aquellas que están relativamente más extendidas. Distinguiremos tres: la primera de estas tendencias tiene su origen en el ordenador entendido como instrumento en sí mismo, como generador individual de un sonido, que bien puede ser sintetizado en el interior de la computadora o bien puede recogerse del exterior en forma de sample (porción de sonido). Muchas veces, el resultado es un collage sonoro en el que se mezclan sonidos de procedencias absolutamente diversas en un ejercicio no muy alejado de las composiciones realizadas con cinta magnética por Pierre Schaeffer y otros compositores concretos en la década de los cincuenta.
La segunda gran tendencia en la aplicación de procesos computerizados a la creación musical consiste en utilizar el ordenador como un 'traductor' de códigos e impulsos al sistema binario digital, de modo que éstos puedan ser legibles e interpretables a través de una serie de sonidos asignados. Un buen ejemplo de este tipo de obras es el trabajo de Stephen Vitiello, quien, a partir de sistemas fotosensibles conectados al ordenador, realiza lo que él denomina Light Readings. Como su nombre indica, estas lecturas consisten en una sonorización de la luz, convirtiendo la vibración lumínica (determinada por el color y la velocidad) en un tono (determinado por la velocidad y la duración).
La tercera aplicación del ordenador como herramienta para la producción musical es la de prolongar los instrumentos tradicionales, manipulando sus posibilidades sonoras originales. Las propuestas de Frances-Marie Uitti y Jonathan Impett, ambos invitados en el ciclo Nous instruments, nova música, nous paradigmes que tuvo lugar en la galería Metrónom de Barcelona durante el pasado mes de febrero, son dos ejemplos de este tipo de propuestas. Con nombres tan indicativos como Cello++ y Meta-Trumpet, Uitti e Impett consiguen, respectivamente, que el violoncelo y la trompeta extiendan sus propiedades sonoras hasta un punto en el que se hacen prácticamente irreconocibles, dejando de ser simples instrumentos y convirtiéndose en híbridos electroacústicos.
Celebrada en el Whitney Museum de Nueva York el pasado año y dedicada a la creación artística a partir de tecnologías digitales, la exposición Bitstreams dedicó una especial atención a la obra sonora de más de veinte artistas. Recogido en un doble compacto es una de las más completas guías para comprender el vasto universo de la creación sonora digital.
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