Cuestión de proporciones, o la política científica
Imaginen por un momento que podemos diseñar nuestro propio edificio.
Combinaciones hay muchas, y cada uno haría el que más le gustara. Unos con más espacios en los pisos, otros con menos.
Ahora imaginen que van a un edificio y la portera, que también es la propietaria, les dice que el 70% de los pisos está sin utilizar.
Dentro del edificio de la portera-propietaria del 70% sin utilizar, les enseñan un piso en el que el recibidor mide 14,2 metros cuadrados. Viendo estos 14,2 metros cuadrados de recibidor, probablemente esperamos un piso muy grande.
Pero resulta que nos abren la puerta y el comedor mide 7,2 metros cuadrados y la cocina sólo 6. En total, 13 metros cuadrados de piso, sin lavabo. Evidentemente, si alguien quiere vivir en un piso en el que el recibidor mide 14,2 metros cuadrados, sin lavabo, y el resto sólo 13, puede hacerlo. Pero, ¿no se les ocurre una distribución del espacio más coherente? Posiblemente sí. Ahora bien, siempre cabe la posibilidad de que queramos presumir de recibidor, ya saben, por eso de las visitas (pero ¡que no pasen del recibidor!) y del qué dirán.
Ahora cambien ese edificio por el Ministerio de Ciencia y Tecnología; la portera-propietaria, por la ministra Birulés; los pisos vacíos, por programas generales y planes nacionales no realizados y salarios no pagados; los metros cuadrados de los pisos, por millones de euros, y la esperpéntica distribución del piso con 14,2 metros cuadrados de recibidor, que es el coste del viaje al espacio de Pedro Duque; los 7,2 de comedor equivalen al presupuesto para investigación espacial, y los 6 de habitación sin lavabo corresponden al programa industrial. A esto, algunos lo llaman política científica.
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