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Reportaje:

Lírica y meteorología

La llegada del sol multiplica los espectadores del festival Barcelona Poesia en una jornada de acentos árabes

Llegó por fin, anteayer, el sol y con él riadas de espectadores a las propuestas del festival Barcelona Poesia. Por si fuera poco era domingo, o sea que los papás con niños invadieron el Museu Marès, los ansiosos de exotismo el CCCB y los simples curiosos la recién inaugurada Biblioteca Vila de Gràcia. A diferencia del sábado, experimental y ecléctico, en el día festivo por excelencia predominó el lenguaje de la palabra.

Los primeros en tomarla, en el multiusos Verger del Museu Marès por la mañana, fueron algunos de los denominados poetas orales: Vicenç Altaió, Enric Casasses, Carles Hac Mor, Dolors Miquel i Esther Xargay. La sesión había sido anunciada como de riesgo, pues iba destinada a los niños pero sin concesiones xescoboixianes. Pero el caso es que los recitantes sacaron a la criatura que llevan dentro (o no tanto) y montaron un jolgorio notable, pautado por los bastonazos de Casasses, las canciones de Dolors Miquel y el buen hacer de Hac Mor, que se encontró como pez en el agua.

La sesión de poetas jóvenes fue como una visita al Miniestadi de los versos

Por la tarde las intenciones ya eran otras. La sesión dedicada a la poesía árabe, 'la tercera lengua de la ciudad', según David Castillo, organizador de los Set Dies de Poesia, se presentó en el CCCB arropada por un mercadillo de productos árabes y una apetitosa sala de té, ambos muy concurridos. También la lectura, a pesar de que el elenco de participantes quedó reducido a dos: problemas familiares y burocráticos impidieron la visita de Ouafae Amrarmi y Mohamed Maimouni. La teoría de Miquel Desclot según la cual la poesía se transmite por el sonido más que por el significado tomó más sentido que nunca, pues las larguísimas elegías a Beirut por parte de Aicha Basri mantuvieron en expectante silencio a una audiencia numerosa, que no reclamaba traducción. En realidad los versos de esta mujer gutural eran breves y directos, pero su estupenda cantilena de cuento le vino de perlas al homenajeado Mahmud Darwix para reclamar la libertad de Cisjordania, bajo los ataques de unas bombas que se han llevado por delante su propia casa. El otro presente, Larbi El Harti, alternó el árabe con el español para trazar un retrato de la actualidad literaria marroquí a través de las antologías de poetas de la península que él mismo edita.

Por fin, la sesión de noche era la que cada año el festival dedica a los poetas jóvenes, una especie de visita al Miniestadi de los versos, con el atractivo añadido de que en esta ocasión tenía lugar en la novísima biblioteca Vila de Gràcia, inaugurada tan sólo pocas horas. De la docena de canteranos que subieron a la palestra, ante una apabullante presencia de público, sobresalió la energía de Joan Josep Camacho y el calado poético de Jordi Joan, aunque una vez más salieron ganando los más bregados, que casualmente en este caso eran también los más jóvenes: Núria Martínez Vernís y sobre todo la gran promesa de la poesía catalana, Josep Pedrals.

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