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Reportaje:

Miedo, alerta total y calles vacías

Más de 100 israelíes han muerto desde diciembre por atentados suicidas palestinos

Jorge Marirrodriga

'¿Lleva usted un arma?' Esta pregunta se ha hecho habitual a los oídos de los ciudadanos israelíes en los últimos meses y no sólo como una fórmula retórica al tratar de acceder a un edificio oficial o a un aeropuerto, sino para acciones tan normales como entrar en un restaurante o ir de compras por el interior de un centro comercial.

La psicosis generada por los atentados suicidas ha hecho que, en determinados negocios, el poseer un guardia de seguridad no sea una cuestión voluntaria. Sus propietarios pueden ser multados por las autoridades en caso de que cualquiera pueda franquear sin ningún control las puertas de sus establecimientos.

'Abrase el abrigo'. 'Muéstreme qué lleva en la bolsa'. '¿Puede identificarse?'. Mordejai, un hombre de unos 50 años, controla a decenas de personas que acceden a un centro comercial en el barrio de Tel Piut, en Jerusalén. 'Cuando son judíos les registro las bolsas y, si llevan armas, les hago dejar los cargadores en una consigna. Si son árabes, llamo a otra persona y comprobamos que todos sus datos sean verdaderos. Sus documentos, dónde viven...'. La otra persona es Sara, una judía de origen yemení y amplia sonrisa equipada con un chaleco antibalas y una ametralladora Uzi. Sara se retira varios metros de la puerta del centro junto a las personas cuya identidad comprueba, habitualmente obreros de la construcción que trabajan por la zona y aprovechan un descanso para hacer compras. ¿Qué ocurre si descubre que tiene frente a ella a un suicida? 'Tengo que apuntarle a la cabeza y tratar de que no se mueva porque entonces puede hacer estallar la bomba que lleva. Si intenta hacer algún movimiento, disparo', responde.

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Desde el diciembre se han producido más de 100 muertos israelíes y 700 heridos por atentados suicidas. La mecánica suele ser siempre la misma: un hombre o una mujer se coloca en un lugar concurrido y, o bien tirando de un dispositivo o bien mediante una llamada de teléfono móvil, estalla. El lugar es diferente: restaurantes, autobuses, centros comerciales y mercados. La prensa israelí se ha llenado en los últimos meses con historias de jóvenes mutilados y familias rotas. Según la policía israelí, también se han producido, al menos, otros 35 intentos de atentados suicidas.

En el Oeste de la ciudad el miedo es palpable. El turismo ha caído en picado. Las terrazas están vacías y en la entrada de casi todos los locales públicos un hombre controla a los clientes que llegan. Muchos restaurantes tienen sus puertas cerradas con llave y para acceder hay que llamar y esperar el escrutinio del vigilante. 'Antes tenía unos 100 clientes a la hora', recuerda Shevesh, el propietario del restaurante Ene, en la calle Ben Yuhuda, donde se han producido varios atentados suicidas. 'Ahora no hay nadie. He tenido que contratar a una persona que me cuesta 1.000 dólares (unos 1.100 euros). Cuando hay trabajo esto no es nada, pero ahora es mucho dinero', dice desde una mesa de su negocio. Ninguna otra está ocupada. 'Hace dos años cerrábamos a las dos de la madrugada, no paraba de llegar gente. Ahora lo hacemos a medianoche. ¿Para que seguir abiertos si las calles están vacías?'.

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'Es una locura', opina el director de una empresa de seguridad en Haifa. 'Todo el mundo quiere un guardia de seguridad y, además, armado. Nosotros ya no disponemos ni de gente ni de armas. Jamás ha habido tantos guardias armados en las calles, en los bares, en todas partes'. El trasiego de armas por las calles de Israel es muy intenso. Aparte de numerosos soldados que, fuera de servicio, se dirigen o vuelven de sus misiones, muchos civiles, especialmente colonos, van armados con fusiles automáticos. En la ciudad vieja de Jerusalén no es infrecuente ver a mujeres hacer sus compras acompañadas de jóvenes guardaespaldas armados, generalmente originarios de países del este de Europa. 'Llevamos así dos o tres años', señala el propietario del restaurante. '¿Cuánto más se puede aguantar así?'.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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