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Entrevista:CONVERSACIÓN ENTRE LOS ESCRITORES AFRICANOS MIA COUTO Y JOSÉ EDUARDO AGUALUSA | COLOQUIO

¿Es posible la democracia en África?

Esta vez sí', repite el escritor angoleño José Eduardo Agualusa cada vez que se le pregunta por la situación política en su país tras la muerte del líder de la UNITA Jonás Savimbi, 'la paz ha venido para quedarse'. A su lado, el novelista mozambiqueño Mia Couto asegura compartir esta esperanza. Uno y otro coincidieron en Madrid para presentar la traducción al castellano de sus respectivas novelas, Estación de lluvias (Ediciones del Bronce) y El último vuelo del flamenco (Alfaguara).

Pregunta. Aparte de la desaparición física de Savimbi, ¿qué distingue esta paz de las anteriores que se han firmado en Angola?

José Eduardo Agualusa. El hecho de que haya sido negociada directamente por los militares de ambos bandos, sin intervención de la clase política y sin mediadores internacionales. Podría pensarse, incluso, que la dirección de UNITA no ha sido ajena a la muerte de Savimbi, que de algún modo hubiera colaborado en la emboscada que acabó con su vida.

Agualusa: 'Imagino Angola como un país en el que convivan diversas lenguas y culturas, múltiples perspectivas'
Couto: 'No hay que ver las guerras de África sólo como conflictos étnicos. Obedecen, sobre todo, a posiciones políticas diferentes en relación con la modernidad'
Agualusa: 'La guerra de Angola ha terminado y el horizonte ahora es otro. Es la reconstrucción y, sobre todo, la democratización del país'

Mia Couto. Yo era escéptico cuando comenzó el proceso de paz en Mozambique. Y como yo, la mayor parte de los escritores mozambiqueños. Pensábamos que se trataba de un nuevo intervalo en una realidad de guerra continuada. Y, sin embargo, la paz llegó en 1992. Confiemos en que sucederá lo mismo en Angola.

P. Porque, de hecho, existen diferencias importantes entre un país y otro.

M. Couto. Por supuesto que existen. En nuestro caso, sólo tuvimos una fuerza de resistencia al colonialismo portugués, el FRELIMO, que fue el motor de la independencia y el partido que, una vez lograda, se instaló en el poder. En Angola, por el contrario, UNITA surge como un movimiento nacionalista paralelo al MPLA, lo que le concede una cierta legitimidad histórica, aunque fuese este último el que acabara haciéndose con el Gobierno.

J. E. Agualusa. Pero es que, además de la legitimidad histó-rica, que pertenece al pasado, UNITA siempre pretendió crear un espacio político propio.

M. Couto. Ésa es una de las claves, a mi juicio. Para entender unas guerras como las que han padecido Angola y Mozambique, y en general gran parte de los países africanos, no hay que verlas sólo como conflictos étnicos. El enfrentamiento obedece, sobre todo, a la existencia de posiciones políticas diferentes en relación con la modernidad, una cuestión que hoy se debate en todo el mundo. Por eso resulta arrogante la idea de que, tratándose de África, estas guerras se pueden resolver a través de una intervención exterior. Es resultado de una simplificación, de una visión reductora de África.

J. E. Agualusa. Tiene razón Mia. El desafío consiste en conseguir una democracia en la que puedan convivir estas diferentes posiciones acerca de la modernidad. De hecho, no estoy de acuerdo con el Gobierno del MPLA en la idea de que Angola deba organizarse bajo el lema 'un solo pueblo, una sola nación', lo que lleva de manera automática a la condena del llamado tribalismo. En el acto de constitución de la Asociación de Escritores Angoleños, el líder del MPLA, Agostinho Neto, dijo que la Angola independiente tenía que crear una lengua nueva, hecha de la amalgama de todas las lenguas del país. Me parece abominable. Si los partidos regionales han contribuido a resolver problemas de integración en Europa -pienso en países como España o Bélgica-, no veo por qué no han de tener alguna utilidad en África. En definitiva, se trata de encontrar un modelo en el que nuestras diferencias puedan ser conciliadas.

P. Un modelo de ciudadanía, por ejemplo.

J. E. Agualusa. Sí, un modelo democrático. Imagino Angola como un país en el que convivan diversas lenguas y culturas, múltiples perspectivas.

P. ¿Coincide usted con Agualusa?

M. Couto. Estoy de acuerdo, pero no tengo tan claro el modelo. No veo la manera en que se pueden llegar a establecer las estructuras políticas que garanticen el objetivo que señala. Lo que existe ahora es miedo.

P. ¿Miedo a partir de la propia experiencia africana? Quiero decir, ¿miedo de lo que pasó, por ejemplo, en Ruanda y Burundi?

M. Couto. Es preciso no perder de vista aquellos acontecimientos, porque, de hecho, tanto en Angola como en Mozambique existen múltiples pueblos que están aprendiendo a convivir en una nación unificada.

J. E. Agualusa. Perdonadme que insista. África no es el único escenario de los conflictos étnicos. También tienen lugar en la mayor parte de los países del mundo y, por consiguiente, de los europeos. Coexisten varias lenguas, varias naciones, varios pueblos, y la razón por la que explotan los conflictos étnicos es sobre todo la ausencia de democracia. En Angola hay, desde luego, partidos étnicos, pero curiosamente sienten vergüenza de que se les tome por tales.

P. Es lo que le ocurre a UNITA cuando sus adversarios destacan su vinculación con los ovimbundu.

J. E. Agualusa. UNITA alguna vez se ha dejado arrastrar por la tentación de defender, en efecto, un cierto nacionalismo ovimbundu. Sin embargo, en sus orígenes no fue un partido étnico; ni siquiera mayoritariamente ovimbundu. Entre los primeros dirigentes de UNITA había chokwes, cuanhamas. Su discurso está en transformación, pero, incluso así, se producen cosas curiosas: el grupo parlamentario de UNITA salido de las elecciones de 1992 era, de lejos, el que más blancos incluía. Además, el Gobierno que Savimbi tenía preparado para el supuesto de ganar las elecciones era el Gobierno con mayor número de blancos de toda la historia de Angola.

M. Couto. De todas formas, pienso que, en nuestros países, es posible establecer otro tipo de división no estrictamente étnica. Me refiero a que existen, por una parte, los asimilados y sus descendientes, es decir, los colonizados que estudiaron y se formaron de acuerdo con los patrones europeos, y, por otra, los excluidos. ¿Estás de acuerdo, José Eduardo?

J. E. Agualusa. En mi opinión, esos asimilados constituyen también un grupo étnico. Un grupo con su lengua materna portuguesa, que es su lengua propia, con una historia particular...

P. ¿Se refiere a los criollos?

J. E. Agualusa. Sí, a los criollos. Forman una etnia.

M. Couto. No sé. En mi opinión, esos grupos de asimilados, esos grupos que están preparados para gestionar la máquina colonial y que, por tanto, pueden garantizar un cierto orden y una cierta estabilidad que, además, convenía al orden internacional de la época, no formarían tanto una tribu, una etnia. Son gentes del sur, del centro, del norte. En contrapartida, hay etnias que, como tales, fueron siempre excluidas, y que continuaron siéndolo después de la independencia. Tuvieron que encarar su futuro no siendo nadie, sin tener un lugar preciso en el nuevo país.

P. De ahí surge la guerrilla de RENAMO.

M. Couto. Sí, de ahí surge.

J. E. Agualusa. En Angola es diferente. El MPLA representaba a las clases urbanas y UNITA al mundo agrario del interior. Por su parte, el tercer movimiento de resistencia anticolonial -a diferencia de Mozambique, nosotros tuvimos hasta tres grupos nacio-nalistas-, el FLNA, nació como UPNA, Unión de los Pueblos del Norte de Angola.

P. Su líder, Holden Roberto, ¿sigue en activo? Desaparecidos Agostinho Neto y Jonás Savimbi, es en realidad el único representante de aquella generación de líderes fundacionales.

J. E. Agualusa. Está intentando reorganizar el partido, porque en este momento hay dos grupos que se disputan las siglas del FNLA. También sucede en UNITA.

M. Couto. La ironía histórica del colonialismo es ésa, que el grupo de los asimilados, de los que cambiaron de nombre y de religión y se educaron en las maneras portuguesas, fueron al final los que se rebelaron contra la administración colonial.

J. E. Agualusa. Tampoco somos diferentes en eso: los que promovieron la independencia en América Latina fueron los hijos de los colonos.

P. ¿Se trata de una experiencia general de África o sólo de los países que colonizó Portugal?

J. E. Agualusa. África, como Europa, no es uniforme. Angola tampoco lo es.

M. Couto. En último extremo, creo que no se puede hablar siquiera de un África portuguesa en sentido cultural. No sólo porque, desde este punto de vista, no haya unidad entre Angola y Mozambique, sino porque, lo mismo que Angola, Mozambique es un país con fuertes contrastes. Es un país diferente en el centro y en el litoral. El litoral siempre tuvo intercambios con los indonesios, con los árabes. Una de las religiones fundamentales de Mozambique es el islam.

J. E. Agualusa. Pese a lo que se suele decir, no es cierto que haya habido más intercambio, más mestizaje, en el África portuguesa que en otros países. Madagascar, por ejemplo, es una sociedad criolla de matriz malaya. Cada país es un caso.

P. Y, sin embargo, Europa ve África como un mundo aislado, recluido en sus costumbres ancestrales.

M. Couto. Es una imagen simplista, hecha desde la ignorancia, desde el desconocimiento. Ahora bien, también lo contrario es verdad: los africanos tienen una imagen equivocada de Europa. Y a veces esas dos imágenes se complementan. Y esas dos ignorancias se alimentan recíprocamente. Los africanos recurren al discurso victimista; de hecho, hablan de los europeos de una manera que no aceptan cuando se refiere a ellos mismos. Los europeos son siempre culpables. Pienso que ese discurso debe ser revisado.

J. E. Agualusa. La ignorancia del otro es un fenómeno general, no sólo se refiere a África.

P. De algún modo, el humanitarismo y la cooperación al desarrollo constituyen expresiones de ese sentimiento de culpabilidad europeo.

M. Couto. No hay que verlo de una manera maniquea. Es decir, como si los polos de la dualidad fueran siempre Europa y África, y no una manera de contemplar la realidad de la que participan algunos europeos y algunos africanos. En concreto, las clases urbanas de Mozambique, los asimilados, reproducen esta relación de Europa con África. El retrato que tienen de África es el retrato colonial. Muchos mozambiqueños van a las zonas rurales y dicen: vengo aquí para salvaros, para enseñaros cosas modernas, para ayudaros en vuestro desarrollo. Dejadme que os cuente una historia que le escuché a un aldeano. Un mono estaba asomado a un río y vio un pez dentro del agua. Y se dijo: este animal está ahogándose. El mono metió la mano en el agua, cogió el pez y lo sacó. Y el pez empezó a agitarse. El mono se dijo: qué contento está el pez. Y cuando el pez murió, el mono se dijo: lástima, si hubiera llegado antes.

J. E. Agualusa. Historia por historia. Tengo un amigo, un buen amigo, que vive en Berlín desde hace veinte años. Es un alto ejecutivo de un banco alemán. Cuando le pregunto qué es lo que hace, siempre pone cara de sorpresa y me responde: estoy cooperando al desarrollo de Alemania.

P. ¿Y por qué no?

M. Couto. En el fondo, la respuesta de este angoleño en Berlín nos hace reír porque África ha dejado de ser una referencia geográfica; África es sobre todo una condición. Una condición de miseria.

P. Quizá por eso, por ser una condición, siempre que un europeo se cruza con un africano piensa que se trata de un inmigrante pobre, no de un ejecutivo. Tampoco piensa que pueda ser, por ejemplo, un exiliado.J. E. Agualusa. En el caso de los angoleños en Portugal, esa distinción se ha mantenido. Portugal tiene una vinculación muy estrecha con Angola. Por eso la distinción entre inmigrantes y exiliados es fácil de hacer.

M. Couto. Quizá sea así en Portugal, pero no en el resto de Europa. Yo sí creo que se ha producido una ruptura de la frontera entre la inmigración y el exilio. El inmigrante y el exiliado han llegado a ser una misma cosa. Lo único que importa es proceder de África.

P. ¿Proceder de África o algo todavía más inconfesable, la raza?

J. E. Agualusa. Si nos tomamos en serio esta cuestión, la pregunta relevante es qué es un blanco y qué es un negro. Porque, contra lo que pudiera parecer, la respuesta depende de la situación. Conozco brasileños que descubrieron que eran negros al llegar a Estados Unidos. En su país, eran blancos. Conozco también el caso contrario, el de norteamericanos que en su país son negros y que, en África, no pueden entrar en ceremonias religiosas por ser blancos. A Hugues, el poeta norteamericano, le ocurrió en Nigeria. Y dijo: pero yo soy negro. Oiga, le respondió un nigeriano, usted será negro en su país.

M. Couto. De niño, pensaba que los blancos en África no trabajaban. Mi familia emprendió un viaje en barco hacia Portugal e hicimos escala en Angola. Fue en Luanda donde por primera vez vi blancos que vivían en África y que estaban empleados como camareros, albañiles, limpiabotas. En Mozambique la colonización era de otro tipo. Es curioso observar cómo los portugueses que se quedaron tras la independencia han asimilado la cultura local. Hasta el punto de que, como le oí decir a uno, puedan hacer frases como 'en Mozambique, el problema de nuestra raza es la envidia'.

P. En definitiva, cada hombre es una raza, como asegura usted en el título de uno de sus libros.

M. Couto. Sí, cada hombre es una raza.

J. E. Agualusa. En mi caso, tengo que decir que yo no he sido consciente de la cuestión racial en Angola. No es que no haya problemas raciales, los hay. Pero no existe extrañeza. La extrañeza la descubrí en Europa. Y eso ocurre con la mayor parte de los angoleños blancos, que descubren que son blancos cuando salen de su país. Lo que no deja de ser curioso, porque la propia Europa ha cambiado tanto que, en principio, nadie se sorprende hoy de que haya europeos no blancos.

M. Couto. A mí me ocurre lo mismo. En Mozambique me olvido de que tengo raza. De todas formas, hay casos en los que la raza sirve de argumento. Por ejemplo, en los momentos en que se exigen o se conceden privilegios. Pero no he sufrido por esta causa.

P. Y ya para ir concluyendo, volvamos a Angola y a la muerte de Savimbi. ¿Siguen los mozambiqueños lo que está ocurriendo en Angola?

M. Couto. Con extremo interés. Y con la esperanza de que la guerra haya en efecto terminado.

J. E. Agualusa. Por mi parte, creo sinceramente que sí, que la guerra ha terminado y que el horizonte ahora es otro. Es la reconstrucción y, sobre todo, la democratización del país. Después de todos estos años de guerra, y más que de guerra, seamos claros, de incapacidad de gobernar, de incompetencia, Angola tiene posibilidades de recuperarse con una cierta rapidez. La población es escasa, existen grandes riquezas naturales. Y tiene personas excelentes, de una formidable valía, con una gran capacidad técnica y, sobre todo, personas íntegras, con una excepcional humanidad, con una visión universal. Y, luego, habría que hablar de la comunidad angoleña dispersa por el mundo.

P. ¿Volverán?

J. E. Agualusa. Quizá no de inmediato. Pero hay muchos que podrían volver.

P. ¿La renuncia del presidente Dos Santos a presentarse a la reelección puede facilitar las cosas?

J. E. Agualusa. Parece paradójico. Pero el MPLA se ha empobrecido tanto que, a día de hoy, no hay muchas personas capaces de sustituir con ventaja a este mal presidente. No me gustaría verme en la situación de tener que escribir una carta abierta a Dos Santos pidiéndole que continúe.

P. En todo caso, optimismo.

J. E. Agualusa. Sí, por una razón: cualquier cosa que pueda ocurrir en Angola a partir de ahora sólo puede ser mejor que lo que teníamos. Sólo puede mejorar.

M. Couto. Comparto ese optimismo. Chisano también ha anunciado que no volverá a ser candidato. Y no se ve quién podrá reemplazarlo con ventaja. Sí, se trata de una extraña paradoja: los presidentes africanos que están renunciando a continuar son los que podrían resultar históricamente más necesarios. Los que, por el contrario, se obstinan en continuar como Mugabe, son los que tendrían que salir.

José Eduardo Agualusa (izquierda) y Mia Couto, escritores africanos de habla portuguesa.
José Eduardo Agualusa (izquierda) y Mia Couto, escritores africanos de habla portuguesa.RICARDO GUTIÉRREZ

Mia Couto

Nació en Beira, Mozambique, en 1955. Hijo de Fernando Couto, uno de los más conocidos periodistas de la comunidad portuguesa durante el periodo colonial, fue a su vez director de la Agencia de Noticias mozambiqueña, creada poco después de la independencia, así como del diario Noticias y de los semanarios Tempo y Domingo. Apoyándose en la tradición oral de su país, Couto es considerado como un renovador de la lengua portuguesa. Entre sus libros destacan las colecciones de cuentos Vozes anoitecidas y Cada homem é uma raça. Pero no será hasta la publicación de su novela Tierra sonámbula (Alfaguara), traducida a las principales lenguas europeas, cuando alcance el reconocimiento internacional. Su novela más reciente, El vuelo del último flamenco, acaba de aparecer en España, traducida también por Alfaguara.

José Eduardo Agualusa

Nacido en Huambo, Angola, en 1961, es uno de los narradores de su país más reconocidos internacionalmente. Junto a José Luandino Vieira -quizá el más destacado de los autores que participaron en la lucha por la independencia-, es considerado como el principal renovador de la actual novela angoleña. Agualusa construye sus relatos en los márgenes de la historia del mundo lusófono, no sólo angoleño, sino también portugués, haciendo deambular sus personajes de ficción entre políticos y hombres de letras reales, como Eça de Queiroz, Agosti-nho Neto o Mario Pinto de Andrade. Entre sus novelas destacan Nación criolla (Alianza Editorial), Un extraño en Goa y Estación de lluvias, ahora traducida en España por Ediciones del Bronce. Es colaborador habitual en la prensa portuguesa y brasileña y autor de reportajes televisivos de gran éxito como Lisboa africana (1993).

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