_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En el adiós a Joaquín Vidal

Se fue el gran maestro de la crítica de toros. Con la muerte de Joaquín Vidal la fiesta brava pierde al más acendrado defensor de su pureza. Las crónicas de Vidal no sólo han sido manjares deleitables para los buenos aficionados, sino que imantaban a lectores a los que no les interesaban los toros e incluso leían con avidez sus escritos muchos de los que repudiaban ese mundo. Todo eso lo conseguía por la sutileza de su prosa y su ejemplaridad ética. Esa prosa que rezumaba claridad, hondura, precisión y gracia. Poseía un sentido del humor admirable, cargado de lúcida ironía. Nada se escapaba a sus ojos. En sus críticas se juntaba lo estrictamente torero con retazos, tanto contumbristas como cultos.

En el apartado de su ejemplaridad ética, cabe recordar las falaces campañas orquestadas contra él por la deletérea turba de vividores taurinistas. Esos afanosos de la coba, que cobran a tanto el panegírico, quedaban en entredicho con las crónicas siempre ecuánimemente justas del crítico de EL PAÍS. Demostraba en cada una la auténtica realidad, no otra secuencia que la mera realidad, sin apaños. Denunciaba en sus crónicas, directa o indirectamente, cómo la fiesta iba degradándose debido a las trampas tejidas por las cuatro o cinco figuras del toreo -mandamases por primaveras y veranos-, quienes imponían, y siguen imponiendo, sus espurios intereses a cuantos empresarios y ganaderos sumisos (los más) pululan por el planeta de toros.

Los momentos únicos

Esto que escribo sobre nuestro entrañable hombre bueno no es otra cosa que el testimonio vivo de los años que he pasado junto a él en las ferias de Bilbao y San Sebastián. Codo con codo, regalándome su saber en todo momento, percibía aquella manera especial de ser suya -su ver y sentir- en cada corrida. Y cuando en algún momento único algo trascendental surgía en el ruedo, era el primero en percibir aquel chispazo de hondura torera. Ganaba a todos en vibración, porque cuando eso ocurría -muy de ciento en viento-, emergía un Joaquín enfelizado al sentir muy adentro que el toreo volvía a la verdad de su raíz primigenia, siquiera por un instante.

Hace menos de cinco días hablaba con Vidal y me recordaba que le tuviera al tanto, con suficiente antelación, de los festejos que se proyectaban para esta temporada en el País Vasco. Aducía que a los aficionados había que tenerles bien informados. Siempre tan responsable, desde la clínica estaba pendiente de coordinar para el periódico la sección de toros.

Se fue el más insigne paradigma de profesional que cabe imaginar para todos nosotros. Ha sido un maestro, como periodista, como crítico, como escritor, y como hombre de bien. Se fue quien atesoró una prosa clara, vibrante, lúcida, graciosa, humana... Nos será imposible olvidarle mientras vivamos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_