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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'cuarteto' de Madrid

El gravísimo deterioro de la situación sobre el terreno, con la despiadada ofensiva israelí en Cisjordania y la salvajada del último suicida palestino en Haifa, se ha visto punteado positivamente por la creación de un comité de crisis internacional sobre el conflicto de Oriente Próximo. El secretario de Estado estadounidense, Colin Powell; el ministro de Exteriores ruso, Ígor Ivanov; el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y el alto comisario para Política Exterior de la Unión Europea, Javier Solana, reunidos en Madrid con el titular español de Exteriores, Josep Piqué, como presidente de turno del Consejo de la UE, y el jefe del Gobierno, José María Aznar, han acordado la formación de lo que ya se llama 'el cuarteto' para tratar al menos de reembalsar la violencia, a la luz del viaje de Powell a Israel y Palestina, donde deberá entrevistarse mañana con el presidente Arafat.

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Al tiempo que el comunicado de los cuatro (EE UU, la ONU, la UE y Rusia) exhortaba de nuevo al Gobierno de Ariel Sharon a retirarse de inmediato de la Palestina autónoma, y a la Autoridad Nacional Palestina a poner fin a la criminal cadena de atentados, cuyo último eslabón causó ayer la muerte de ocho pasajeros de un autobús, el Parlamento Europeo aprobaba, por 269 votos a 208, una moción sin precedentes pidiendo la suspensión del acuerdo preferencial entre Israel y la Unión Europea. Aunque este voto es sólo indicativo y la última palabra la tienen los Estados miembros, cuyos ministros de Exteriores se reunirán el próximo lunes para discutir el asunto, la decisión de Estrasburgo -consensuada a través de un amplio espectro ideológico, primero socialista, pero que también incluye al centro y a la derecha- muestra hasta qué punto la Unión Europea se rebela contra su marginación en el conflicto, donde la reciente negativa israelí a permitir a Solana y Piqué que se entrevistaran con Arafat es la guinda de una prolongada serie de desaires del Gobierno israelí.

El Parlamento Europeo, por añadidura, subraya la 'especial responsabilidad de Estados Unidos en la crisis' y saluda la oferta de paz saudí, que en esencia ofrece el reconocimiento pleno de Israel por parte del mundo árabe a cambio de su retirada de todos los territorios ocupados, y que la gran mayoría de los quince considera como la mejor base para iniciar unas negociaciones de paz, aunque Israel no haya mostrado hasta la fecha ningún interés en ello.

Sharon ha reiterado hasta la saciedad que la ofensiva, que él califica de antiterrorista pero que en realidad esparce indiscriminadamente la muerte, continuará hasta la consecución última de sus objetivos. La verdadera prueba de fuego se producirá mañana, cuando el primer ministro tenga que sostener esa postura ante el ministro de Exteriores estadounidense, lo que en modo alguno implica que no sea capaz de hacerlo. La declaración del cuarteto, de otro lado, pretende obtener la retirada israelí y alguna muestra de que Arafat actuará contra los terroristas, una vez esté en libertad, para lograr a partir de ahí un alto el fuego que permita discutir los aspectos verdaderamente políticos del problema.

En ese sentido, los cuatro han ratificado en Madrid la necesidad del establecimiento de un Estado palestino independiente junto al israelí, ambos con fronteras seguras y reconocidas, y todo ello sobre la base de las resoluciones de la ONU, de las que la 342 ordena la retirada del ocupante a las fronteras anteriores a la guerra de 1967. Eso no significa, sin embargo, que esos límites no puedan ser modificados de común acuerdo, especialmente para salvar el mayor obstáculo que se yergue en el camino hacia la paz: la suerte de los cerca de 400.000 colonos que viven en Cisjordania y Jerusalén Este, territorios conquistados en 1967.

Ningún Gobierno israelí, laborista o ultranacionalista como el que dirige Sharon, es hoy capaz de presentarse ante su electorado con un plan de desmantelamiento de tantas razones como colonizadores ha ido apilando durante más de 30 años en Cisjordania. Junto a ello, la exigencia palestina de que se dé algún tipo de acomodo a los cerca de cuatro millones de refugiados que malamente acampan en Palestina y países árabes desde su expulsión por Israel en 1948 y 1967, hacen el tema espinoso, pero no insoluble; nunca la Autoridad Palestina ha pretendido que volvieran todos a lo que hoy es Israel.

El ex general Sharon, sin embargo, está tan dispuesto a hablar de lo uno o de lo otro como de la conquista de Marte. Pero eso no hace ociosa la creación del comité de Madrid. Siquiera fuese para obtener un cese o hasta alguna remisión de la violencia, ya estaría plenamente justificado.

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