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Las enseñanzas de Cervera

Joan Coscubiela

El anuncio de la pretensión de la empresa Lear de cerrar su planta de producción de Cervera y despedir a 1.200 personas ha causado revuelo, inquietud, frustración, miedo y sobre todo indignación. Sentimientos lógicos, que CC OO y UGT tenemos que convertir en acción sindical para exigir a Lear que abandone el estilo caciquil y se siente a negociar un plan de futuro sobre sus instalaciones en nuestro país. Dejando claro que la decisión de la empresa no puede ser asumida como palabra de Dios, tal como han hecho los representantes del Gobierno catalán y no pocos medios de comunicación. Aquí el despido colectivo requiere la autorización previa de la autoridad laboral, en este caso del Departamento de Trabajo de la Generalitat. Y eso es así porque la lucha sindical hizo fracasar los reiterados intentos de los gobiernos de las décadas de 1980 y 1990 para dar libertad total de despido a las empresas. Nuestra legislación es avalada por la normativa de la Unión Europea, que, tras el cierre unilateral del centro de Renault en Vilvoorde (Bélgica), está en un proceso de revisión para dar más garantías a los trabajadores ante los despidos colectivos.

Además de un conflicto social, el caso Lear contiene muchas enseñanzas que sería bueno aprender para el futuro. Por ejemplo, deberíamos plantearnos por qué hasta hace unos meses los poderes políticos y económicos han repetido reiteradamente que Lleida era la provincia con menos paro registrado. Ha sido imposible hacerles entender que los datos del Inem son irrelevantes a estos efectos, porque esconden una realidad más compleja. Lleida, como diversas comarcas catalanas, tiene pocos parados pero menos población ocupada. Además, desde CC OO hemos advertido insistentemente que una parte de la actividad económica instalada en estas comarcas lo era buscando ocupación de poca calidad, bajos salarios y, en consecuencia, de futuro incierto. Y que sobraban celebraciones y faltaban políticas industriales de futuro. Éste es el caso concreto de Lear, instalada hace 16 años en Cervera en busca de salarios baratos, y así están las cosas. Alguien puede argumentar que durante tres lustros ha ofrecido empleo a muchas personas, y es cierto. Pero precisamente ha sido esta mentalidad la que ha impedido ver que mantener empresas que basan su competitividad en bajos salarios, sin trabajar para construir alternativas, es pan para hoy y hambre para mañana.

Pero el problema no son sólo los salarios bajos, sino lo que ello arrastra. En estas condiciones el personal no se forma ni se recicla suficientemente, porque las expectativas no lo justifican, ni para la persona, ni para la empresa, que trabaja con productos de poco valor añadido. Y por eso ahora va a ser un poco más difícil atraer inversiones de calidad y estables. Aunque suene fuerte, ésta ha sido una estrategia deliberada y con todo el apoyo político. Ejemplos los tenemos en la empresa modelo del régimen, Max Plástic, de Ribes de Freser, llamada así por las distinciones que se le han hecho desde el Gobierno catalán, que ha podido derivar una buena parte de su producción a Hungría sin proponer alternativas, no sin antes haber despedido a parte de la plantilla y represaliado a los representantes de CC OO en el comité por reclamar sus derechos. Y no olvidemos que los periodos de tiempo que las empresas utilizan para reubicarse territorialmente buscando costos laborales más bajos se acortan. Así, hace unos meses, Hewlett Packard quería trasladar algunas producciones de Sant Cugat a la provincia de Tarragona, buscando un convenio más bajo, y en pocos meses ya está también en Hungría.

Las leyes del mercado globalizado son duras, sobre todo si la política le cede todo el protagonismo y las riendas exclusivas de los procesos. Esto ha pasado en Cervera y en Cataluña. No sólo porque la dirección de la factoría se ha dejado acorralar dentro del grupo, sino porque la Generalitat ha dejado hacer. Y no es cierto que no pueda hacerse nada. Aunque si el Gobierno catalán no cambia su política industrial y sobre todo su actitud de dejar hacer, el caso de Lear puede generalizarse a algunos sectores o subsectores productivos. Hoy deberíamos estar trabajando en construir estrategias concertadas para algunos sectores como el cárnico, o el de electrónica de consumo o el turístico, por citar sólo algunos. Y sobre todo analizando y tomando medidas de carácter territorial. Pero la cosa está muy verde. Hace unos días los representantes de Pimec-Sefes se quejaban ante cuatro miembros del Gobierno de la inexistencia de un Observatorio de la Ocupación, que hace ya tres años tenía que estar funcionando, y que de estar en marcha podría ser un instrumento de apoyo para prever actuaciones en el terreno del empleo y la formación.

A estas alturas alguien puede preguntarme si en este contexto no hay responsabilidades sindicales. Y tengo que asumir que sí. No hemos sido capaces de trasladar estas reflexiones a la acción, a pesar de haberlo intentado. Sin ir más lejos, hace un año y medio dedicamos nuestro congreso territorial en Lleida a estos temas. No es casualidad que el último Primero de Mayo lo celebráramos en Cervera. Pero a pesar de estos esfuerzos no hemos conseguido la complicidad de la patronal de Lleida, ni del Gobierno catalán. Así no han entendido aún que nuestra reivindicación de un convenio catalán del metal que agrupe también al sector de Lleida pretende consolidar un espacio contractual propio, pero sobre todo es una propuesta para evitar que Lleida se especialice como un nicho de salarios baratos y empleos precarios. Dicen que las crisis generan oportunidades. Ahora tenemos la oportunidad de exigir a Lear una negociación leal y de futuro, de abrir para estas comarcas un espacio de concertación que permita dibujar un futuro diferente y además servir de enseñanza para toda Cataluña. Que nadie olvide que el caso Lear es sólo un adelanto de un proceso más profundo y que se acelerará en la medida que se acerque la entrada de 10 nuevos países del Este en la UE o la entrada en vigor del espacio arancelario euromediterráneo previsto para 2010. Cuán lejos pero que cerca lo tenemos.

Joan Coscubiela es secretario de la Comissió Obrera Nacional de Catalunya (CONC).

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