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Columna
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Adelante / atrás

El Congreso del PP ha generado la correspondiente literatura congresual. Pero también ha inducido, en la orilla izquierda, una contraliteratura o literatura de signo crítico. He formado una especie de pila con los artículos que iban saliendo, y después los he leído en serie, a la busca y captura de un patrón común. Por lo último no entiendo, en absoluto, un patrón pactado. Sólo pretendía indagar coincidencias espontáneas, o si se prefiere, sentimientos dominantes. Entre las varias melodías, muchas veces atinadas, se perfilaba, insistente, la nota que sigue.

Sólo móviles discutibles, sospechosos o inquietantes pueden explicar que la derecha manifieste fervor constitucional, o adopte lemas que expresan ese fervor. La razón, al parecer, es que la derecha es intrínsecamente preconstitucional. En apoyo de esta tesis, se recuerdan distintas insumisiones antidemocráticas del PP. Verbigracia, su oposición, durante la legislatura anterior, a condenar como fascista el Alzamiento del 18 de julio.

Tomemos este cabo de hilo, y tiremos de él, por ver qué da de sí. Es discutible, en el orden técnico, que el Alzamiento representara un asalto fascista al poder. Más bien, parece que fue un golpe militar. Pero en fin, es lo mismo. El PP tenía un buen motivo para no condenar como fascista el Alzamiento. Y es que una porción muy considerable de su electorado había sido franquista. El franquismo duró en España 40 años, con el consentimiento, inhibición o concurso de gran parte de la población. Así las cosas, habría sido imposible una derecha que no estuviera endeudada, en lo sociológico, con los tiempos del dictador. Y absurdo, y desestabilizador, que el partido que ha acogido a esas cohortes, las expulsara de la plaza pública con agravios o insultos. Lo procedente, era absorber la herencia inevitable, y uncirla luego a la causa democrática. Alianza Popular coronó la primera fase de la operación. El PP ha completado la maniobra abrazando un símbolo posterior a la muerte de Franco y a la liquidación del régimen. Lo normal, por tanto, sería que la izquierda democrática se declarase en sincera enhorabuena. ¿Por qué no lo ha hecho?

Existe un factor de índole práctica: el centrismo popular le quita sitio. Ahora bien, hay más. La izquierda estima que mantiene un vínculo privilegiado con la democracia. Mejor: entiende que su larga preterición durante la dictadura le concede un plus democrático in aeternum. Esto... es sacar las cosas de quicio. Es verdad que persiste una asimetría moral entre el gesto de la derecha y el de la izquierda en el periodo comprendido entre el 75 y el 78 -da más el que olvida los agravios, que aquel que renuncia a la capacidad de seguir infligiéndolos-. No se desprende de aquí, sin embargo, todo lo que la izquierda, en ocasiones, sostiene que se desprende. No se desprende, por ejemplo, que la izquierda haya sido una garante impecable de la legalidad republicana. De hecho, se levantó en el 34. Ni se desprende que toda ella, siempre, haya sido democrática. Fue antifranquista, lo que no es estrictamente equivalente. Muchos de los antifranquistas más eficaces y sacrificados pertenecían al PC, y el encaje de la ideología comunista en el pensamiento democrático es... complicado. Luego arreció el viento del cambio, se trastocaron las categorías, el PC y el resto colaboraron inestimablemente al advenimiento del orden actual, y en él terminó por caber quienquiera que deseara caber. Por ello mismo, por el feliz triunfo del mestizaje, resulta un tanto anacrónico sacar ejecutorias de nobleza o presumir de pureza de raza.

El asunto cobra mayor interés si volvemos la vista al futuro. Llamarse a engaño cuando la derecha se mete de cuerpo entero, y con fasto, en el corral de la Constitución implica colocarse en una relación adversativa con zonas importantísimas del cuerpo electoral. Y no en cuestión de programas, sino del derecho a una existencia civil en pie de igualdad. No creo que sea la mejor de las decisiones, ni la que distingue a lo más razonable del partido socialista. Por consideraciones obvias, lo deseable es que el último vislumbre, en un plazo no demasiado largo, eso que llaman 'meta'. Y la meta está adelante, no atrás. Cuanto antes se persuada de ello la izquierda, mejor para todos.

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