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Tribuna
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Arabia Saudí maniobra para sobrevivir

Desde hace ya varios años se viene observando un marcado debilitamiento de la monarquía saudí no sólo como consecuencia del hecho de que el rey Fahd no tiene ahora el control, debido a su mal estado de salud tras el infarto que sufrió en 1995, ni tampoco porque el regente actual sea el príncipe heredero Abdulá.

En realidad, la debilidad se debe a las fuerzas, lealtades y corrientes subterráneas en conflicto que afectan al país y plantean un interrogante acerca de las posibilidades de supervivencia a largo plazo que tiene la Casa de Saúd.

La crisis mundial actual a consecuencia de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra EE UU ha puesto en primer plano muchos de los asuntos y dilemas a los que se enfrenta el reino.

La familia regente ha perdido espacio de maniobra y aumentan las tensiones internas
Hay señales de una fricción creciente con Estados Unidos en numerosos asuntos

Entre los principales problemas y temas de controversia se encuentran las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí: hay señales de una fricción creciente entre los dos países en temas como:

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- La política de EE UU en el conflicto de Oriente Próximo se considera excesivamente pro Israel.

- Disminución del apoyo a la política de EE UU en Irak.

- Respaldo limitado a la política de EE UU en Afganistán.

- Negativa saudí a cooperar con EE UU aportando informes sobre células terroristas antiestadounidenses en Arabia Saudí.

- La creciente crisis económica en Arabia Saudí.

- Una de las tasas de nacimientos más altas de Oriente Próximo (se calcula que está próxima al 3,4%), que incrementa el número de personas que esperan que el Estado les suministre servicios de alto nivel, etcétera.

- Una caída significativa de los ingresos medios por persona desde unos 28.000 dólares (cinco millones de pesetas) al año a unos 6.000 u 8.000 dólares al año en 2001.

- Crecimiento de la deuda exterior, que actualmente es de 140.000 millones de dólares (25 billones de pesetas).

- El descenso de los ingresos por petróleo, que hace que sea más difícil para la familia real comprar paz y tranquilidad.

- Abuso de poder y corrupción continuados de la cada día más amplia familia real.

- El desfase y las diferencias entre la familia real y la jerarquía religiosa oficial islámica.

- La influencia creciente de los movimientos radicales islámicos que han estado sirviéndose de la frágil situación económica, el abuso de poder y la corrupción de los miembros de la familia real, el aparente vacío de poder y los lazos con Estados Unidos, que está 'atacando al islam', para ganar influencia y respaldo y, a la larga, suponer quizá una auténtica amenaza para la monarquía.

Hay también un conflicto interno con respecto al tema hereditario, aunque está claro que, a no ser que suceda algo extraordinario, el príncipe heredero Abdulá, que tiene ahora 78 años, será el próximo rey tras el achacoso Fahd; no está tan claro que tras él sea el príncipe Sultán el que se convierta en príncipe heredero, y hay presiones para saltarse una generación y quizá pasar el título a la siguiente, de 40 años de edad. Esto ha estado generando algunas tensiones.

El régimen saudí parece estar desgarrado entre dos lealtades opuestas: por un lado, el mundo islámico, y por el otro, Estados Unidos, que es la principal fuente de apoyo para su supervivencia con sus suministros militares y su presencia.

Los saudíes pretenden estar en la procesión y repicar al mismo tiempo. Esto se puede observar en algunas de sus líneas políticas y actividades.

Los saudíes han incrementado sus críticas hacia Estados Unidos y al mismo tiempo se han guardado de morder la mano que los alimenta. Los saudíes han alzado la suya para criticar a Estados Unidos por su posición continuada a favor de Israel en el conflicto de Oriente Próximo.

Han contraatacado a los medios de comunicación estadounidenses por llevar a cabo una campaña antisaudí y vincularles con los grupos terroristas radicales islámicos, y han afirmado que recomendarán a sus ciudadanos que se abstengan de permanecer en Estados Unidos, lo que podría tener un efecto negativo en la debilitada economía estadounidense.

Se han negado a toda cooperación con Estados Unidos para tratar de seguir la pista a las cuentas bancarias en Arabia Saudí sospechosas de pertenecer a elementos terroristas.

Han limitado su apoyo a las actividades estadounidenses contra Irak, incluidos los ataques aéreos que parten de bases estadounidenses en Arabia Saudí, y se han negado a participar en el plan de Estados Unidos de 'sanciones inteligentes' contra Irak.

Las fuerzas estadounidenses en Arabia Saudí son menos visibles y su presencia ha sido limitada a las bases militares.

También hay manifestaciones, originadas en algunos círculos oficiales, de que ya no hay ninguna razón real para la continuada presencia militar de Estados Unidos en Arabia Saudí, dado que Irak ha dejado de ser una amenaza y que Irán no ha podido exportar su revolución.

En la Casa de Saúd, esta línea antiestadounidense no es abrazada por todos. Es bien conocido que la encabeza el príncipe heredero, el emir Abdulá. Se sabe que está en estrecho contacto con el ala derecha de los movimientos islámicos, quizá porque comprenda que es mejor tener su apoyo que su ira. Es la persona que dirige el país en realidad y el que toma las decisiones políticas, mientras que el rey Fahd es una figura decorativa enferma.

Al mismo tiempo, el ministro de Defensa, el príncipe Sultán, ha estado advirtiendo de que no se adopten posturas antiestadounidenses ni se pongan en peligro los lazos tradicionales entre ambos países.

Los dirigentes de Arabia Saudí tienen claro que no pueden permitirse el romper los lazos con EE UU. Lo que aleja las amenazas de países como Irak e Irán es la presencia estadounidense, y el Ejército saudí depende completamente de las armas estadounidenses que necesitan mantenimiento de EE UU.

Por su parte, Estados Unidos ha procurado bajar el tono de cualquier crítica oficial a los saudíes porque es consciente de las presiones internas y externas a que están sometidos, sobre todo por parte de los círculos religiosos y los países de Oriente Próximo.

Estados Unidos es también consciente del hecho de que Arabia Saudí es uno de sus pilares en la región. Desde Arabia Saudí, EE UU puede utilizar su poderío militar y garantizar un paraguas de seguridad no sólo para Arabia Saudí, sino también para los países del Golfo más pequeños y débiles.

Estados Unidos se ha abstenido tradicionalmente de criticar el expediente de derechos humanos de los saudíes o su corrupción descontrolada para defender sus propios intereses, su presencia y su influencia. Al mismo tiempo ha habido recientemente en Estados Unidos voces que pedían una revisión de la política en vista de la negativa saudí a cooperar con EE UU en su campaña antiterrorista.

Es posible que EE UU espere que Arabia Saudí desempeñe un papel importante en el final de la guerra de Afganistán, no tanto para servir a algún interés estadounidense, sino para contribuir a calmar la agitación antigubernamental por la guerra contra un país musulmán.

En conjunto, está claro que no todo va bien en el reino. Los problemas llevaban gestándose desde hacía algún tiempo, pero los ataques del 11 de septiembre han causado un temblor en el delicado equilibrio entre el compromiso saudí con EE UU y la necesidad de contener las fuerzas islámicas internas que han estado ganando poder e influencia.

La familia regente ha perdido espacio de maniobra y está preocupada porque el aumento de las tensiones internas puede suponer a la larga una amenaza auténtica para la Casa de Saúd. Como indicación se pueden analizar algunas de las medidas recientes adoptadas por las autoridades saudíes contra cualquiera que sea sospechoso de alterar la estabilidad, junto con los pasos dados para distanciarse de algunos aspectos de la política estadounidense.

Los líderes saudíes intentan caminar en la cuerda floja en condiciones muy difíciles y con presiones combinadas internas y externas. Hay dudas acerca de su capacidad para conseguirlo, y uno se pregunta si la situación en Arabia Saudí no estará llevando a una de estas dos alternativas:

1. Dado que Arabia Saudí es una sociedad tribal, podría haber un cambio en la estructura de poder, de forma que una de las otras tribus tomase el control y sustituyera a la Casa de Saúd.

2. La situación continuará deteriorándose y seguirá un camino que recuerda en muchos sentidos la situación en Irán durante el último periodo del sha.

Brian Cutter es experto en relaciones internacionales.

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