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Verbo Sur | NOTICIAS DE AMÉRICA
Columna
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El mito de América Latina

A propósito de la idea de la literatura de América Latina en el mundo

PARA DISGUSTO de muchos observadores voluntaristas, afirmo que la noción de América Latina como identidad es incorrecta, discriminatoria, groseramente simplificadora y, en última instancia, prejuiciosa y colonialista. Conozco bastante el mundo para saber que, en Europa y en Estados Unidos, según una aplastante mayoría de personas, América Latina es un vago lugar al otro lado del mundo, donde se juega al fútbol, gobiernan generales con el pecho cubierto de medallas aspaventosas, se baila lambada, se habla español, se destruyen selvas, hay indios caníbales y un sinfín de imágenes exóticas. Los estadounidenses llaman a cualquier país más abajo de México South America y, si les presentan a un brasileño, lo califican de hispano, pues no ven diferencia entre naciones como Perú y Brasil.

Los departamentos universitarios suelen mezclar, en un verdadero cajón de sastre, las literaturas de todos los países de la América Latina susodicha, y en eso los siguen editoriales y librerías, a través de sus estantes y colecciones. La etiqueta es tan absurda como 'literatura africana' o 'literatura europea' y tiene como consecuencia añadida crear una especie de gueto, al que son relegados aquellos que, al fin y al cabo, forman parte más o menos de lo mismo.

He mencionado Perú y Brasil. En Perú se habla castellano y, en buena medida, idiomas precolombinos. En Brasil se habla portugués brasileño y sobreviven sólo algunos de los idiomas nativos (y de los nativos propiamente dichos, diezmados desde muy pronto por enfermedades y otros males traídos por los europeos). No hay prácticamente nada en común en la cultura, la historia y la composición étnica, entre Brasil y Perú. Hay solamente una parte del Amazonas y una frontera, eso es todo. Algo semejante ocurrirá entre peruanos y argentinos. ¿Qué literatura latinoamericana es ésa, cuya designación mete en el mismo saco a Jorge Amado y a Jorge Luis Borges, qué hay de parecido entre esos dos autores de proyección internacional?

En realidad, los latinoamericanos saben muy poco unos de otros y están lejos, a pesar de esfuerzos aislados dispersos, de convivir en algo semejante a la armonía, especialmente entre vecinos. Salvo lógicas excepciones, ni brasileños ni hispánicos leen lo que los demás producen. Si se le pregunta sobre Ecuador, un brasileño medianamente culto responderá, a lo sumo, que su capital es Quito y que se trata, junto con Chile, de uno de los dos únicos países de América del Sur que no tienen fronteras con Brasil. Lo mismo, con excepción del fútbol (que, dicho sea de paso, anda de capa caída en Brasil), es lo que dirá un ciudadano suramericano de cualquier otro país del continente.

Se ignora la especificidad de los pueblos que constituirían la 'América Latina'. Un argentino se considera tan parecido a un brasileño como un alemán a un turco. No existe, finalmente, una esencia latinoamericana más allá de la contigüidad geográfica. Pero no es raro que los problemas de esta parte del mundo sean vistos como los mismos, del mismo modo solubles o insolubles. Y se espera de un primitivo un comportamiento primitivo. Ballets modernos, surgidos en este continente, son mirados con desconfianza o hasta desdén por su apartamiento de nuestras raíces. El 'latinoamericano' no tiene derecho a filosofar o a especular sobre física cuántica. Lo que tiene que hacer es cantar, vivir en paz en sus selvas y cultivar sus pintorescas tradiciones, tiene que ser lo que se espera de él que sea. Personalmente, ya me he visto obligado, en diversas ocasiones, a defenderme de la acusación de ser escritor, en un país que necesitaba más de otro tipo de mano de obra. Se nos niega así, a cada pueblo de 'América Latina', hasta el derecho a hacer arte, salvo que sea primitiva o 'revolucionaria'.

Para que no se diga que no he hablado de lo obvio, también cuestiono la existencia de una América Latina porque todos sus pueblos hablan lenguas latinas. En rigor no es así, pero, con el solo propósito del debate, consideremos que esa definición es verdadera. Pero ¿alguien piensa por casualidad en Quebec cuando oye la expresión 'América Latina'? Claro que no, comenzando por los propios canadienses. América Latina está entre los trópicos, donde conviven en extraño matrimonio el paraíso y el infierno. ¿Alguien ha visto alguna vez un escritor de Quebec en una antología de escritores latinoamericanos? Puede incluso que exista, pero no recuerdo ninguna. No hay bananas, generales fusiladores, sombreros ni Carmen Miranda en Canadá, no hay ni fútbol siquiera. América Latina somos nosotros, aquí abajo. Y hasta producimos una literatura fuertemente signada por esos puntos en común. Está allí, en aquel estante del rincón de la librería, ese mismo, el que está decorado con un sol risueño, una mulata semidesnuda, un torero y una copa con una rodaja de piña en el borde.

João Ubaldo Ribeiro (Bahía, Brasil, 1941) es autor de libros como Viva el pueblo brasileño y El hechizo de la isla del pavo real (ambos en Tusquets). Traducción de Mario Merlino.

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