Vestigios de la época medieval

Frente a la imagen preconcebida de una época oscura y cerrada, la Edad Media fue un periodo de grandes contrastes. De la convivencia durante cinco siglos de dos culturas enfrentadas, la árabe y la cristiana, han llegado a nuestros días influencias en la escritura, la lengua, la gastronomía, la tradición musical y en la ciencia. La Sala Coll Alas de Gandia, ubicada en los bajos de las Escuelas Pías, antigua sede de la universidad que fundara Francesc de Borja, acoge hasta el próximo 26 de agosto una exposición de la Fundación La Caixa que propone al visitante una aproximación a las costumbres de la Edad Media a través de la vida en los castillos.

La muestra se plantea como un viaje didáctico a los vestigios de las fortificaciones construidas entre los siglos IX y XIV en territorio valenciano, ejemplos arquitectónicos de la conflictiva convivencia entre musulmanes y cristianos. Una maqueta del Castell de Bairén de Gandia, datado en la época islámica (siglos X y XI), sirve al visitante para introducirse en la sala y acceder a los 147 castillos medievales catalogados en la geografía del País Valenciano, e incluso consultar, si quiere profundizar en su conocimiento, una breve bibliografía sobre su historia y características.

Un audiovisual rompe ante el espectador la idea de la Edad Media como una época 'oscura y arcaica', para mostrarle la riqueza del arte y la arquitectura que nació de la combinación del islam y el cristianismo, fácilmente perseguible en la evolución de las fortificaciones medievales. En este aspecto se detiene parte de la exposición, que toma como ejemplo el castillo de Morella, cuyo origen, característico en las edificaciones de esta época, fue una torre de defensa, de planta cuadrada, que evolucionó según se hacían necesarias nuevas tácticas de defensa. Las construcciones musulmanas, más sencillas, estaban formadas por la saluqiya o reducto central, una muralla y la albacara, en la que vivían los administradores que se ocupaban de controlar el territorio del califa.

Los castillos medievales se situaban en lugares altos, estratégicos para la defensa del edificio ante un eventual ataque, y para mayor visibilidad 'se deforestaba un área de unos 40 metros, en el extrarradio de la zona amurallada, y los restos de madera eran utilizados para elaborar los elementos decorativos y de defensa', explica María Mestre, comisaria de la exposición. La técnica es similar en todas las construcciones fortificadas de la Península que datan de esta época. El interior de las murallas acogía la residencia del señor feudal, el área económica y un espacio destinado para los siervos.

En un periodo de grandes enfrentamientos bélicos, las técnicas de defensa y los ejércitos fueron otras de las singularidades que diferenciaron a cada unas de las culturas enfrentadas. 'Mientras el ejército musulmán luchaba sin apenas distintivos ni escudos y contrataba a mercenarios que cobraban después de la victoria, los cristianos eran provistos de armas por el señor feudal y portaban sus insignias', señala Mestre.

La exposición reproduce parte de los atuendos de batalla. Termina el recorrido con una recreación de las costumbres musulmana y cristiana, desde sus distintos hábitos en la mesa, hasta elementos como los instrumentos de percusión, juegos de mesa, los primeros estudios de Matemáticas y Astronomía, que introdujeron los árabes en la Península, y los libros de caballería.

La llegada de la artillería, y con ella los destructivos cañones, terminó con parte de la arquitectura medieval. Pero el asedio no acabó con una tradición cultural que hoy perdura en el gusto gastronómico por los platos elaborados con arroz, el sistema de riego en la agricultura y un lenguaje verbal y escrito heredero de esta época.