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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Ciencia e inseguridad

Todo ser humano está instalado esencialmente en la inseguridad. Es lo que los antiguos filósofos querían decir al afirmar que el ser humano es contingente. Nadie puede asegurar que llegará a mañana.

Dentro de esta condición esencial de inseguridad, la humanidad ha ido buscando paliativos a través de los tiempos. Se ha vestido, ha aprendido a fabricarse viviendas para escapar de la intemperie y de la ínfima protección que le ofrecían refugios naturales. Ha descubierto modos de tener alimento durante todo el año. Ha creado instituciones que protejan su bienestar toda la vida. La complejidad de la vida moderna permitiría llenar páginas y más páginas describiendo los mecanismos culturales, cuya aplicación nos ha llevado a sentirnos más seguros.

La ciencia y su aplicación han sido y son, en la edad contemporánea, uno de los artífices principales de las seguridades que hemos alcanzado. Los aparatos tienen instrumentos especialmente dedicados a la seguridad en su uso. Las legislaciones obligan a tomar medidas de seguridad en el trabajo y en la vida doméstica que derivan del conocimiento científico y técnico de los peligros potenciales.

Sin embargo, en los últimos decenios va creciendo la impresión de que la ciencia es un factor importante de inseguridad. La palabra 'química', que responde a una de las ciencias más importantes, es equivalente a 'víbora' para una gran cantidad de hombres y mujeres. ¡Cuanto más lejos de uno, mejor! Éste es sólo un ejemplo paradigmático de lo que podría decirse en referencia a muchas otras ciencias y a muchos avances contemporáneos en el conocimiento científico y en su aplicación.

Al margen de cualquier juicio sobre la sensatez o seriedad de estas actitudes de pánico a la ciencia, el hecho es suficientemente preocupante para los científicos y para todos los seres humanos, sometidos, queriendo o no, a múltiples impactos derivados de la ciencia y la tecnología.

La complejidad de muchas de las cuestiones planteadas al respecto no permiten hacer un juicio simple y general, pero sí que pueden describirse algunos de los motivos que han influido en esta situación.

La falta de preocupación constante de los propios investigadores científicos sobre las repercusiones que los resultados de su propio trabajo puedan tener para la humanidad. La falta de un mínimo de cultura científica en una gran parte de los hombres y mujeres, hecho que les impide una aproximación a los verdaderos problemas y soluciones que los nuevos descubrimientos les deparan. El abuso del sensacionalismo en los medios de comunicación. Y, finalmente también, la cultura que se va imponiendo en los países más avanzados que considera que la acción humana no es una acción natural y que cree que las cosas 'naturales' siempre son mejores que las llamadas 'artificiales'.

Quizá convendría en la formación humana dedicar una mayor atención al ejercicio de pensar. Una formación filosófica podría orientarnos a unos y a otros a juicios de valor más consistentes. A veces parece que el progreso científico-técnico no va a la par con el mejoramiento de la capacidad mental de los seres humanos.

Salvador Reguant es catedrático emérito de Geología de la Universidad de Barcelona.

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