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Reportaje:

Japón recrea los 'métodos' de Occidente

La crisis está produciendo hitos en la historia del país: despidos masivos, trabajos a tiempo parcial y movilidad

'Para ganar hay que sufrir', ha afirmado en su discurso programático el nuevo primer ministro japonés, Junichiro Koizumi. Sin embargo, ni está claro que el sufrimiento vaya a ser tragado sin resistencia ni tampoco que la receta ayude a la segunda potencia económica más grande del mundo a emerger del periodo de estancamiento de diez años, un récord para un país indutrializado.

Todos quieren que Japón salga del túnel, empezando por EE UU, su principal socio comercial, así como los países asiáticos. De ahí que la llegada de este atípico gobernante conservador, que promete revitalizar la economía con reformas estructurales, 'ha despertado más esperanzas fuera que dentro', según observa la profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Sofía de Tokio, Kuniko Inoguchi.

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'Me temo que las medidas de Koizumi provoquen más paro y recesión', opina Rei Shiratori, profesor de la Facultad de Políticas y Económicas de la Universidad Tokai y presidente de una consultora privada. Las recetas fueron en principio bien recibidas por la opinión pública, así como por los empresarios y los medios financieros locales.

La Bolsa de Tokio se apreció ligeramente el pasado día 7 cuando el nuevo líder del Partido Liberal Demócrata (PLD, conservador) exponía en el Parlamento las líneas fundamentales de su gobierno. Sin embargo, los mercados ya han vuelto al comportamiento negativo que les ha caracterizado en los últimos tiempos.

Los planteamientos de Koizumi son tachados por la oposición y los analistas como inconcretos. El primer ministro ha prometido restringir la emisión de bonos públicos y acabar en un periodo máximo de tres años con los préstamos fallidos, así como privatizar las cajas postales de ahorro, la principal fuente de financiación del PLD. Los 15 mayores bancos arrastran más de 14 billones de pesetas de créditos morosos. En una segunda fase, el Gobierno pretende equilibrar las finanzas para acabar con el fuerte déficit fiscal (11%) y la deuda pública, que rebasa el 120% del PIB, aunque muchos analistas calculan que es superior.

El índice Nikkei ha bajado en un año casi el 30% y se da por sentado que ya no rebasará los 20.000 puntos, y menos aún que superará los 30.000 como en los ochenta, en plena ebullición económica y antes de que estallara la burbuja financiera, con las empresas especulando en Bolsa y los bancos concediendo préstamos sin control.

'La elección demuestra que existe en Japón un clamor por el cambio', observa Antonio Carrascosa, consejero económico y comercial de España en Tokio. Sin embargo, se pregunta el funcionario. '¿Qué pasará si la recesión temporal que provocará la política de Koizumi se prolonga demasiado?'. Hay expertos que sostienen que la recuperación exige, por un lado, reformas estructurales para aumentar la inversión y, por otro, seguir con las medidas de estímulo fiscal, lo que dificultará la reducción de la deuda.

Japón entró el pasado marzo en fase de deflación, es decir, la caída generalizada de los precios por falta de demanda. El consumo representa el 60% del PIB. Se cree que la economía apenas creció en el pasado ejercicio fiscal, comprendido de marzo de 2000 a marzo de 2001. Las perspectivas no son muy halagüeñas para el futuro, acentuadas por la debilidad de la economía de EE UU. El instituto de estudios de la aseguradora Daiwa prevé que los japoneses vivirán la parálisis al menos por los dos próximos años.

Pero, ¿cómo es la crisis nipona? Si se juzga por lo que uno ve estos días, no hay señales físicas que muestren una situación grave. Al contrario. Los tres barrios de diversión de la ciudad (Shibuya, Ginza y Shinjuku) ofrecen, como antaño, un aspecto rebosante. Tiendas y restaurantes repletos, muchos de ellos por jóvenes, a quienes en principio la situación está afectando más.

Sin embargo, es una realidad que Japón está cambiando hacia un modelo de sociedad distinto del que hasta ahora garantizaba puestos de trabajo y salarios de por vida. La crisis está minando la igualdad que en general caracterizó durante el pasado medio siglo a este país con un elevado índice de educación, superior al de cualquier otra democracia industrializada. Asimismo, está provocando conductas antes inéditas, como la aparición del trabajo a tiempo parcial y la movilidad. Se está desmoronado el sistema de relaciones armónicas laborales. 'Es un proceso irreversible de quiebra lenta, lo que no quiere decir que el país se hunda', comenta el economista Kazuei Tokado.

El temor al desempleo

Cierto que la crisis está produciendo un doloroso hito jamás visto antes, el despido. El gigante de las telecomunicaciones NTT prevé reducir a la mitad su plantilla, de 113.000 empleados, pero la gran mayoría de ellos serán reciclados a otras filiales, ahora bien, con los sueldos rebajados. Diversas fuentes calculan que los recortes de empleo de las grandes empresas japonesas de los últimos dos años han afectado ya a casi medio millón de trabajadores.

El paro ha llegado a cotas históricas. Hace diez años apenas era del 2%, mientras que en la actualidad llega al 4,7%. Algo más de tres millones de personas están desempleadas y cobrando seguros mucho más bajos de los que se perciben en Occidente. Adelantando amarguras, Koizumi habla de reforzar la seguridad social y el sistema de pensiones.

El año pasado, las quiebras de empresas aumentaron más de un 24% como resultado de la intensa competencia de precios. En 2000 se batió el récord de cierres de compañías, lo cual afectó especialmente a bancos, financieras y aseguradoras, así como a compañías de distribución. Está por ver ahora lo que depare el efecto Koizumi.

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