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Las ciudades emergentes

Vitoria, Pamplona, Málaga y Castellón se abren hueco en la élite

El deporte europeo se ha globalizado en su sentido más positivo. A Milán, Madrid, Barcelona o Valencia les han salido competidoras. Son ciudades más pequeñas en población, pero que ya han entrado en la realeza internacional. Vitoria, la capital del País Vasco, con sus 220.000 habitantes, ha tocado el techo en el baloncesto y el fútbol. En los próximos días tiene ante sí la posibilidad de convertirse en la primera localidad en conquistar dos títulos de gran relevancia en la misma temporada. El Tau se jugará el jueves, en Bolonia, la Euroliga. El Alavés disputará la semana próxima la final de la Copa de la UEFA frente al Liverpool.

Málaga ya no tiene que esperar más. Desde hace unas semanas posee su primer trofeo. Por fin lo ha conseguido el Unicaja. Ha sido el triunfo de la perseverancia tras varios subcampeonatos. La andaluza, que cuenta con clubes que destacan en el fútbol y el voleibol, es una plaza imprescindible en el baloncesto español que ha hallado el reconocimiento europeo al lograr la Copa Korac.

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El caso de Pamplona es similar. Muchos años cultivando un poso importante, inculcando a sus ciudadanos el gusto por el balonmano. Y, de repente, gracias al Portland San Antonio, el mayor título y a costa del rival más laureado, el Barcelona.

Sin duda, las casualidades influyen. Pero el auge de esas tres ciudades puede comprenderse por un trabajo plurianual y por el peso de la tradición. No ha surgido nada de un día para otro. En Vitoria han coincidido dos presidentes -Gonzalo Antón, en el Alavés, y Josean Querejeta, en el Tau, que año tras año han incrementado en el último decenio el peso específico y económico de sus respectivos clubes y que han encontrado dos entrenadores a su medida.

Málaga tiene un activo nada despreciable: su público. Antes el pabellón Ciudad Jardín y ahora el Martín Carpena no conocen un asiento vacío. El club ha crecido sobre su masa social y en cuanto ha dado con un técnico yugoslavo -Maljkovic y su interminable currículo- y una plantilla profunda ha alcanzado el título que se le negaba.

En Pamplona sólo han necesitado jugar una final de la Copa de Europa para hacerse con el laurel. Es una ciudad que ha sacado la calidad partiendo de la cantidad. Históricamente, ha dispuesto de varios equipos de talla media en el balonmano. Cuando de ellos surgió uno realmente potente, sólo ha necesitado unas dotes de funambulismo económico y algunas estrellas como el francés Richardson para tumbar la hegemonía del Barcelona de Valero Rivera.

Las tres ciudades se han convertido en sedes imprescindibles del deporte europeo. El próximo objetivo es mantenerse.

Pero no son ellas las únicas españolas que se han asomado a los puestos de cabeza. En disciplinas menos profesionalizadas, pero en las que la competencia es igualmente importante, han logrado un notable impacto poblaciones como Castellón, cuyo equipo acaba de ganar el Europeo de fútbol sala relevando en el historial al Caja Segovia -el Torrejón lo había logrado en 1995 y el Talavera en 1998- o como el Vic, cuyo histórico pero modesto representante ha dado la campanada esta temporada al adjudicarse la Copa de la CERS de hockey sobre patines. A ellas cabe añadir Terrassa, con un extraordinario potencial en el hockey sobre hierba y uno de cuyos clubes, el Egara, que se anotó ayer la Liga nacional, tiene fundamentadas aspiraciones en la Copa de Europa, que disputará en junio próximo.

Los jugadores del Portland San Antonio celebran su triunfo en la Copa de Europa de balonmano.
Los jugadores del Portland San Antonio celebran su triunfo en la Copa de Europa de balonmano.RAFA SEGUÍ

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