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James Dyson afirma que el diseño embellecedor es fraudulento

Anatxu Zabalbeascoa

A pesar de haber estudiado arte y no ingeniería, Dyson era más un hombre de ideas que de formas, un pragmático al que la estética sin función le parecía un timo para el consumidor. Con esas ideas y un repertorio de diseños ingeniosos que comprendía desde una silla de ruedas eléctrica hasta un remolque flotante para acompañar los barcos al agua, Dyson se topó con el mundo de los aspiradores y quedó fascinado. Inventó la manera de mejorarlos (evitando las molestas bolsas que taponaban la absorción) y, una vez conseguida esa mejora, se empeñó, año tras año, en mejorar las mejoras, facilitando su uso, aumentando las prestaciones, mejorando su mantenimiento y cuidando su difusión. Ni que decir tiene que el diseñador se convirtió en empresario. Hoy, tras casi 20 años diseñando y rediseñando aspiradoras, Dyson es uno de los fabricantes más reconocidos del sector. Exporta sus aspiradoras a medio mundo (a España desde 1998) y sus diseños se encuentran entre los productos del milenio seleccionados por el Gobierno de Tony Blair para promocionar el diseño en la industria británica. La exposición, que, tras exhibirse en Bilbao, puede visitarse en la sede del FAD de la plaza de los Àngels de Barcelona hasta el 28 de abril (se inauguró el jueves tras una conferencia de Dyson).

La presencia del diseño en la industria británica, que refleja la muestra Los productos del milenio, ¿es una realidad o un sueño? 'Seguramente es más un sueño', dice Dyson. 'En el lejano Oriente el diseño es la industria. Allí son muy conscientes de que la industria debe buscar caminos para hacer cosas y de que para hacer productos hay que investigar y desarrollar la tecnología necesaria. Nosotros nos hemos olvidado de por qué, y a veces de para qué, hacemos las cosas. Europa deberá vivir un renacimiento o un replanteamiento de cómo se hacen las cosas, y qué cosas, aprovechando la tecnología'. Para Dyson, ese renacimiento y replanteamiento debe impulsarlo la propia industria. 'Ni consultores, ni ingenieros; la cercanía con el producto dicta las necesidades que se deben cubrir. Hoy en día lo que importa es que los productos sean buenos, no bonitos. Sólo los buenos productos duran, y en un mundo que tenderá a reducir la selección de productos -aunque sea individualmente- lo fundamental será el servicio que nos den los objetos. No el aspecto que tengan'.

Según Dyson, no hay duda de que el diseño de hoy valora más las ideas que las formas, la función que la estética. 'La tecnología es la que ha tomado esa decisión por nosotros. El público distingue hoy entre los productos tecnológicamente diseñados para mejorar su vida y los de compra por impulso. Uno puede comprarse una tetera que tiene un pajarito en la punta o un exprimidor con forma de pulpo, pero cuando necesite utilizar la tetera o el exprimidor se arrepentirá de haber elegido diseños basándose más en la forma que en el uso. Consecuentemente, no volverá a comprar esos productos'.

'El diseño entendido como herramienta estética ha estado a punto de destrozar la idea de diseño', continúa. 'El diseño entendido como embellecimiento de las cosas es fraudulento, puede enmascarar o encubrir un producto muy ordinario, y el público que compra un exterior hermoso no quiere sorprenderse con un interior o una maquinaria vulgar. Es absurdo pensar en el diseño como en un barniz para presentar un producto. El diseño debe estar implicado en todas las fases de producción de un objeto'.

Dyson entiende el diseño más como una solución científica que artística, 'aunque una cosa no quita la otra. Se trata de solucionar las cosas de la mejor manera, la más sostenible y la más duradera posible, sin descuidar, por supuesto, su aspecto'. A la pregunta de si al diseñar es más importante la tecnología o las buenas ideas, responde: 'Son lo mismo. La tecnología desarrolla las ideas de las personas. Y los productos deben tratar de solucionar las necesidades y los problemas de los consumidores, nunca crearles más'.

James Dyson, con una de sus aspiradoras.
James Dyson, con una de sus aspiradoras.MANOLO S. URBANO
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