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LA HORMA DE MI SOMBRERO
Columna
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Salvador Puig Antich

Al atardecer del día 1 de marzo de 1974, un viernes, poco antes de abandonar mi despacho de la agencia de publicidad en la que entonces me ganaba la vida, Enric Bastardes (al que había encontrado un trabajo en la agencia, aunque a decir verdad tanto él como yo trabajábamos poco: Enric pasaba el tiempo redactando la revista clandestina Agència Popular Informativa, la célebre API, y yo leyendo la Série Noire) me comunicó que el Consejo de Ministros había dado el enterado sobre las dos penas de muerte a las que un tribunal militar había condenado a Salvador Puig Antich. En otras palabras, que en la madrugada del sábado iban a ejecutar a Puig Antich, preso en la Modelo. Ni Enric ni yo creíamos en la posibilidad de un indulto por parte del general Franco.

Con el libro de Francesc Escribano la trágica historia de Puig Antich se viste de una pátina de tristeza muy barcelonesa

Aquella noche se presentaba, en La Oca, la revista Por Favor. Me habían invitado y pensaba acudir a la cena. Pero cuando Enric me dijo lo del enterado, llamé a Perich, le di la noticia y le dije que lo mejor que podía hacer era suspender la presentación. Me respondió que era demasiado tarde, que lo veía imposible. Le dije que no contasen conmigo y le desee la mejor suerte a Por Favor. Me fui a cenar con una amiga y a eso de las 12.00 nos instalamos en el bar Modelo, enfrente mismo del portal de la cárcel. Fuimos allí convencidos de que íbamos a encontrarnos con un montón de gente, gente importante y gente anónima, concentrada allí para evitar lo inevitable. Pero allí no había nadie. Estuvimos bebiendo copas en aquel barucho hasta las dos o las dos y media: nos fuimos después de que un par de policías empezasen a mirarnos con mala cara. A las 9.45 horas del sábado 2 de marzo, más o menos cuando regresé a casa después de dar vueltas y más vueltas por los alrededores de la Modelo, el verdugo Antonio López Guerra ejecutaba mediante el garrote, garrote vil, a Salvador Puig Antich.

Nunca olvidaré esa noche. Como no la olvidará mi buen amigo y colega Ramon Barnils, el cual 'aquell dissabte d'hivern, gris, humit i d'estranya llum', como él mismo lo define, juró que haría personalmente algo para vengarse de la parte de la agresión que le tocaba. Y aquel algo se concretó, 11 años más tarde, en La torna de la torna. Salvador Puig Antich i el MIL, un libro de 179 páginas, editado por Empúries, que firma Carlota Tolosa, un seudónimo tras el que se oculta un colectivo de periodistas, alumnos de Ramon, integrado por Elisabet Bonshoms, Montse Majench, Xavier Montanyà, Margarida Palomar, Carles Ruiz, Elisabeth Sabartés, Rosa Serra, Carles Serra y Dolors Tubau, capitaneados por Ramon. En 1985, La torna de la torna, 11 años después de la ejecución de Puig Antich, fue el primer -¡y único!- trabajo de investigación -el famoso periodismo de investigación- que se realizó sobre lo que ocurrió en Barcelona 'aquell dissabte d'hivern, gris, humit i d'estranya llum'. Un trabajo que Ramon, en el prólogo del libro, valoraba con estas palabras: 'El resultat em sembla comparable a qualsevol dels llibres més seriosos d'aquesta mena, que aquí són pocs i poc seriosos, i en la part del món que coneixem més abundants i no gaire més seriosos'. Y añade: 'Al lector li podria despertar una emoció especial de veure, com m'ha semblat veure-ho a mi, que hi torna a haver periodistas que a l'hora d'escriure es preocupen tant de dir coses com de dir-les ben dites -si és decent de separar una cosa de l'altra'.

Dieciséis años después de la publicación de La torna de la torna, aparece ahora otro libro sobre lo que ocurrió aquel sábado de extraña luz. Lo ha escrito Francesc Escribano (Vilanova i la Geltrú, 1958), uno de los mejores periodistas de su generación, uno de los creadores de las series Veterinaris y Jutjats, de TV-3, y autor del libro Descalç sobre la terra vermella. Vida del bisbe Pere Casaldàliga, premio Nacional de Periodisme del pasado año. El libro de Escribano se titula Compte enrere. La història de Salvador Puig Antich, y ha sido editado por Edicions 62 (185 páginas, 2.200 pesetas).

Escribano tenía 15 años el día en que ejecutaron a Puig Antich. 'Va ser un dia que em va quedar gravat a la memòria', escribe en su libro. 'L'any 1989, un temps abans del quinzè aniversari de la mort de Salvador, vaig decidir començar a buscar-hi respostes. Ho vaig fer per elaborar un documental de televisió'. Aquellas respuestas, aquel trabajo de investigación iniciado en 1989, se concreta hoy en Compte enrere, un libro que Escribano se decidió a escribir cuando descubrió, en 1993, que entre sus alumnos de periodismo 'la majoria no sabien qui era Salvador Puig Antich', ocho años después de la publicación de La torna de la torna.

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El libro de Escribano es espléndido. Arroja una nueva luz sobre la figura de Salvador Puig Antich y, más concretamente, sobre la relación de Salvador con su padre, Joaquim. 'Era un home marcat irremissiblement per la guerra', leemos en el libro de Escribano. 'Un vençut. Abans de l'any 1936 era un jove actiu, ple d'il.lusions i projectes, volia ser metge, militava a Acció Catalana... La guerra va apagar l'ànim i l'alegria d'aquell jove, que va renunciar a la carrera de medicina i es va haver de conformar amb la feina de representant de productes farmacèutics'. Terminada la guerra, Joaquim Puig estuvo unos meses en el campo de refugiados de Argelers, en el sur de Francia. Al regresar a Cataluña, lo apresaron, juzgaron y condenaron a muerte. Se salvó de milagro. Entre él y su hijo Salvador no hubo jamás comunicación. El vencido no consiguió jamás comunicarse con su hijo generoso y guerrillero, un hijo tocado por el Mayo del 68, entre cuyos libros -los que los funcionarios de la Modelo les devolvieron a sus hermanas después de la ejecución- figuraba uno de Wilhelm Reich, quien describía la familia como una 'fábrica de ideologías autoritarias y de estructuras mentales conservadoras'.

Con el libro de Escribano, la trágica historia de Puig Antich, aun siendo trágica, se viste de una pátina de tristeza, muy barcelonesa: el padre vencido y el hijo rebelde. A los 81 años, el viejo caudillo, al no concederle su perdón a Puig Antich, quiso demostrarle a su padre que no andaba equivocado, que era un vencido. Vencido en su propia sangre.

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