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CIRCUITO CIENTÍFICO

La gestión de I+D

En los últimos meses hemos asistido a la aparición de numerosos artículos en la prensa que abundan en las críticas sobre el poco dinero que dedica España a la investigación y desarrollo, y sobre los retrasos en la resolución de las convocatorias de proyectos del Plan Nacional de I+D+I (Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica) por parte del nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología.

En este artículo no quiero centrarme en los problemas de la falta de inversiones en I+D (Investigación y Desarrollo), cosa, por otro lado, que nadie pone en duda, sino en el proceso de la asignación y gestión de los fondos de los proyectos, que es una de las causas fundamentales, entre otras cosas, del retraso de la llegada a los grupos de las subvenciones correspondientes. El objetivo de estas líneas no es, pues, tratar del cuánto sino del cómo se ejecuta el actual proceso de asignación y seguimiento de las ayudas para I+D.

¿Por qué no se paga la I+D por los resultados igual que se recauda por los ingresos obtenidos?

El retraso en la resolución de las convocatorias de proyectos supone importantes problemas en el funcionamiento diario de los equipos de investigación. El cumplimiento de los compromisos se retarda, el pago a los suministradores se demora y el abono de los salarios del personal contratado se retrasa.

A nadie, incluidos los responsables ministeriales, se les escapa lo negativo de esta situación, pero a pesar de su supuesta buena voluntad para lograr un proceso más ágil y eficiente, el funcionamiento del sistema es en sí mismo lento, subjetivo, caro y en muchas ocasiones, inútil (esto quedaría patente si se creasen indicadores objetivos para evaluar la eficacia de los procesos de concesión de las ayudas por parte de las agencias de I+D).

La lentitud del proceso es consustancial a la necesidad de que su diseño y ejecución ha de garantizar la transparencia del mismo. Una convocatoria de proyectos puede consumir fácilmente un año entre la presentación de una petición y la recepción de los fondos.

El proceso es caro porque se necesitan recursos importantes en personal, locales, evaluadores, comisiones, y otros gastos indirectos. Además, hay otros costes nada despreciables y que habitualmente no se tienen en cuenta, como es la búsqueda de fuentes de financiación y, sobre todo, la pérdida de tiempo invertido en la redacción de las memorias que los grupos de investigación han de presentar para optar a las subvenciones.

El proceso es subjetivo por- que la concesión de las ayudas depende de los evaluadores, y mi experiencia como evaluador me permite asegurar que éstos, por diferentes motivos, suelen tener criterios dispares a la hora de juzgar las solicitudes.

El proceso es, en una buena parte de los casos, inútil, porque investigar es conducir por caminos desconocidos que probablemente no lleven a ninguna parte. Es, por tanto, imposible saber a priori donde vamos a llegar. En consecuencia, el proceso de evaluación previa puede no servir para nada.

Finalmente, el propio proceso y su nomenclatura tienen un aire de prebenda feudal: Se habla de peticiones, ayudas, concesiones, subvencionar, otorgar, cuando se debería hablar del pago por un trabajo realizado y por unos resultados obtenidos.

El sistema de financiación de la I+D tiene un funcionamiento de arriba-abajo y la propia estructura del sistema está basada en planes plurianuales cuyas reminiscencias planificadoras, diseño y gestión sugieren que para la I+D el Muro de Berlín no ha caído todavía. Parece que es una situación en la que nadie se preocupa por hacer más eficaz, ni por parte de la Administración, ni por parte de los equipos de investigación más influyentes a los que la situación actual ya les va bien.

En la última década, diversas agencias de investigación estatales (EE UU, Canadá, Suecia o Nueva Zelanda) se han dado cuenta de que es necesario hacer énfasis en la gestión orientada a los resultados. Es decir, evaluar la I+D basándose fundamentalmente en los outputs y no los inputs. Para ello es necesario crear indicadores que los investigadores han de conocer a priori, tanto de calidad, como de cantidad y de aplicabilidad. De forma que se recojan en ellos los criterios internacionales del entorno científico y el cumplimiento de las estrategias de las agencias nacionales.

Nuestra Administración ya ha descubierto que la cuantificación es la solución para introducir eficacia en la gestión de los procesos administrativos. Para algunos de estos procesos, ha desarrollado indicadores y métodos, los ha puesto en marcha y los hace funcionar utilizando las tecnologías de la información y las comunicaciones. Me refiero al proceso de recaudación de impuestos y en particular al de la declaración de la Renta de las Personas Físicas, que por motivos obvios interesa que sean sistemas eficaces.

¿Por qué no se paga la I+D por los resultados conseguidos de la misma forma que se recauda por los ingresos obtenidos?

Un sistema así se debe basar en el establecimiento de indicadores para medir los diversos resultados obtenidos, cosa que algunas de nuestras universidades ya han hecho para evaluar a sus departamentos. La comunidad científica tiene derecho a conocer cuáles son las reglas de juego con las que va a tener que trabajar y la vara con la que se van a medir sus resultados. El país necesita mejorar la gestión de sus recursos y en particular los invertidos en I+D. Esta mejora es factible, ya que desgraciadamente la situación actual está muy lejos de ser la óptima posible.

Un proceso así, no es solamente más eficaz, sino que constituiría un instrumento que permitiría conocer a la Administración la situación real de las actividades de I+D, tanto en el ámbito de equipos y centros como a escala nacional, lo cual facilitaría y agilizaría la toma de sus decisiones estratégicas en este área.

España tomó la iniciativa en Lisboa de llevar a Europa al frente de las nuevas tecnologías, esto se debe hacer innovando, no solamente en las empresas, sino en la Administración. ¿Y qué mejor sector para empezar a innovar en la Administración que la propia gestión de la innovación y la investigación?

Juan José Villanueva es catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Centro de Visión por Computador.

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