Una injusticia saldada
En España desayunamos, comemos, merendamos y, por supuesto, cenamos en prime time en compañía del fútbol. Los otros deportes ocupan los minutos de la basura. De hecho, la maquinaria tremenda que mueve el fútbol está aplastando a los deportes minoritarios. No dan audiencia. No son rentables. España es así y no hay que darle más vueltas. Entonces, ¿se han vuelto locos los votantes de esta encuesta? ¿Cómo es posible que hayan elegido la victoria de la Copa Davis como el acontecimiento del año cuando por primera vez dos equipos españoles, Real Madrid y Valencia, han jugado la final de la Liga de Campeones, la competición más importante del fútbol europeo? ¡Qué frivolidad!Y, sin embargo, es una decisión coherente. El triunfo sobre Australia (3-1) acaba con una injusticia arrastrada durante décadas. El tenis español es una de las grandes potencias mundiales. Era una incoherencia histórica que la Ensaladera aún no hubiese aterrizado en España. Los Santana, Orantes, Gisbert y Arilla ya tenían que haberla ganado hace más de 30 años. Con las reglas actuales, lo habrían conseguido. Seguro. Esa frustración ha estado siempre presente entre los que la vivieron directamente y entre los que la han escuchado de sus mayores. Era una de las leyendas negras del deporte de este país. Ya sólo queda otra: ¿para cuándo un Mundial de fútbol?
Añoranzas al margen, hay otras poderosas razones para considerar esta victoria como la mejor del año. El tenis es un deporte individualista. Si te ayudo hoy, mañana me puedes eliminar. España es un país invidualista. Nos gustan los genios solitarios. El cóctel es explosivo. De ahí la importancia de cómo se ha ganado la Copa Davis. La complicidad entre los cuatro entrenadores y los jugadores, sacrificando el individualismo por la colectividad, no tiene precedentes. Se ha derribado ese muro ya obsoleto que sigue separando a los entrenadores-padres de los deportistas-hijos. Es lo más innovador que se ha hecho en el deporte español desde la revolución deportiva de Barcelona 92. Es un éxito de la inteligencia y de la humildad en un país acostumbrado a las zancadillas y a los celos. Un ejemplo de cómo hay que hacer las cosas.
La Copa Davis es una competición imbatible, y eso también ha influido en la votación. Dura tres días y genera una cantidad enorme de energía en la pista, en las gradas, y frente al televisor. En esta final, sufrimos como locos el primer día. Disfrutamos como locos en el partido de dobles. Y saltamos como locos, con los brazos extendidos hacia el cielo, cuando Ferrero ganó el último punto. Fue una borrachera de adrenalina.
La identificación con los jugadores se acentúa aún más en un deporte que muestra todos los gestos sin pudor en primeros planos televisivos. Los españoles han descubierto la frialdad metódica del crack Ferrero; el descaro y las patillas de Balcells; el liderazgo en la sombra de Corretja; la capacidad de lucha de Costa. Son jóvenes, atrevidos, valientes, y por fin ganadores. Hemos sufrido tanto junto a ellos que ya les consideramos familiares. Es la nueva generación de deportistas españoles. Viajan por el mundo sin complejos. Y ahora que se han quitado de encima el peso de una enorme losa, nos van a dar muchas alegrías.
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