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JOSÉ IBARROLAPINTOR

"En el mar se bucea y se pescan retazos de la memoria"

El mar es la musa del pintor José Ibarrola (Bilbao, 1955). No sólo el mar que vive en presente o el que imagina, sino el mar recordado, porque sus cuadros se abastecen de las olas de la memoria. El hijo del pintor y escultor Agustín Ibarrola abrazó el mundo de los lienzos, la luz y los pinceles casi sin darse cuenta. Comenzó a embadurnar telas con la naturalidad con que otros niños dan los primeros patadones a un balón. Un día decidió que la pintura era su vocación, y aquella fiebre creativa le duró diez años. "Luego sentí una especie de crisis y una necesidad de expresarme con otros lenguajes", recuerda. De ahí que alterne la pintura con otras disciplinas, como la ilustración o la escenografía. Ahora, José Ibarrola exhibe en el Círculo de Bellas Artes su peculiar invitación pictórica al disfrute del mar, con barquito de papel incluido. Pregunta. ¿Prefiere la pintura a las otras disciplinas?

Respuesta. Me dedico a construir imágenes; en unos casos, sobre superficies planas; en otros casos, en tres dimensiones o en papel pequeñito.

P. ¿Por qué le influye tanto el mar?

R. Porque me he criado allí. El mar, por recurrir a tópicos conocidos, es una metáfora del universo, de la vida, pero también es un lugar placentero, de juego, de encuentro. Además, uno va entrando en una edad en la que la memoria empieza a tener una presencia más viva que antes y, entonces, el mar es el contexto donde se bucea y se pescan retazos de la memoria.

P. ¿Se entiende bien su pintura en un sitio sin mar, como Madrid?

R. Quienes hayan visto el mar y hayan vivido, aunque sea por tiempo limitado, junto a él habrán quedado sobrecogidos, sobre todo si no están habituados. El mar es una fuente de emociones extremas, de sensaciones y recuerdos. Cualquier persona que haya estado más o menos tiempo junto al mar, lo que tiene es un vínculo que le une al mar, como experiencias vitales, personales o aprendidas.

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P. ¿Por qué siempre cuela un barco de papel o una caña en sus obras?

R. Mis paisajes no lo son sin más, son paisajes con huella humana. Porque a mí me interesa, sobre todo, esa faceta del paisaje que nos alimenta y nos recuerda a nosotros mismos. El barquito fue un hallazgo muy casual. Para mí es un auténtico activador de la memoria, porque, a través del barquito, todos hemos tenido una experiencia personal, de un familiar que nos lo fabricaba, o nosotros, que lo construíamos para otra persona.

P. ¿Dónde lo colocaría dentro de un cuadro sobre Madrid?

R. Lo pondría entre mucha gente, porque lo más significativo de Madrid, lo que más me atrae, es su gente. También lo pondría en algún lugar vinculado a la luz, porque la luz de Madrid es mágica.

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