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LITERATURA POPULAR

¡Caramba con la señora! (y 2)

La semana pasada ofrecimos dos versiones bien distintas de un mismo juego de dedos, al que hemos bautizado con el título de esta entrega. Una versión es la de Rodríguez Marín, y otra nuestra, que, como recogida ya en tiempos de libertad, presenta elementos insólitos de una fresca e ingenua picardía. Recordarán los lectores que en el dialoguillo entre los tres dedos de una mano se ponían de manifiesto las relaciones poco ortodoxas de una viuda y un cura, con la mediación involuntaria de una criada, cuyo silencio era comprado por el mismo cura. Convendrá explicar también cómo se desarrollaba el jueguecito ("pantomima", lo llama Llorca). Rodríguez Marín hace esta curiosa explicación en nota: "Otro diálogo de los dedos. Juntos éstos por las yemas, van dando golpecitos sobre los demás, el índice, el de en medio y el auricular, que representan, respectivamente, a la criada, a fray Andrés y a la señora. Al decir el último verso, se encoge el dedo y se le hace entrar por debajo de los otros. Este jueguecillo, y asimismo los anteriores, a par de entretener a los pequeñuelos, les adiestran en el movimiento de los dedos".

Esta cándida explicación, aunque correcta, es necesariamente incompleta, a tenor de lo que ocurría realmente y del texto íntegro, reproducido aquí la semana pasada, creemos que por primera vez. Nuestras informantes explican que los tres dedos del dialoguillo "se disfrazaban" con un pañuelo, y con ayuda de unos hilos que se reliaban sobre las primeras coyunturas, de modo que aparecía en cada uno como una cabecita, con su tocado. (Se supone que el tocado del fraile era la capucha). En cuanto al movimiento final de los dedos, entrando el índice (la criada) por debajo de los otros dos, representa, en primera significación, la desaparición de la muchacha, una vez sobornada, para que la viuda y el cura puedan encontrarse. Pero si bien nos fijamos en la postura en que quedan los tres dedos, resulta también evidente la representación simbólica del acto sexual.

¿Quiere con esto decirse que el juego no era para niños? En modo alguno. Sostienen las dos mujeres que desde luego iba destinado a ellos, ya fuera ejecutado por persona mayor o por ellos mismos, cuando lo aprendían. En cuanto a la picardía que encierra el asunto, claro está que no fueron conscientes de ella hasta ya ser un poco mayores.

La cuestión, pues, plantea numerosos interrogantes que la cultura pequeño-burguesa no es capaz de abordar con sus presupuestos habituales. La solución más fácil sería entender que el mensaje burlesco sólo estaría destinado a las personas mayores que hubiera en el momento de reproducir el juego. Pero esto, con ser ya bastante transgresor en un medio donde la religión oficial se impone como sagrada, es decir, intocable, supondría de nuevo un ejercicio de moral racionalista que la gente sencilla no suele practicar. En la tertulia campesina, todos los géneros, sin distinción, son para todos. La división por edades no es sino una más de las tergiversaciones que ha llevado a cabo la otra cultura.

En realidad, la cuestión base es cómo entender la triple relación que siempre se ha dado, dentro de la cultura tradicional, entre infancia, disparate y erotismo. Una esfera de implicaciones a tres bandas que sólo los surrealistas fueron capaces de entrever, por parte de la otra cultura. De todo ello seguiremos hablando.

A. R. ALMODÓVAR

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