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Pániker: "Somos una generación de ansiosos, huérfanos y solitarios"

El filósofo prosigue con 'Cuaderno amarillo' sus ensayos sobre la condición humana

El filósofo Salvador Pániker (Barcelona, 1927) acaba de publicar una nueva entrega de sus ensayos sobre la condición humana. Nuevas aproximaciones al origen de este metafísico que ha sido empresario, profesor y editor. El libro se titula Cuaderno amarillo (Areté) y tiene forma de diario. A veces parece una novela. Pániker dice que lo ha escrito para "interpretarse a sí mismo".

La entrevista se celebra en Madrid, una ciudad que a Pániker, que vive en Barcelona, le resulta "lejana, pero simpática". "Los catalanes se aburren y aburren. En cambio, la superficialidad madrileña me atrae. Estoy más cerca de la cordialidad madrileña que del laconismo catalán. Ésta es una ciudad para salir por ahí y darse abrazos", dice.En su Primer testamento, en 1985, Pániker auguraba que "meter en vereda sus papeles dispersos" iba a ser una tarea lenta y con sorpresas. "Las sorpresas son relativas", señala ahora. "Mi filosofía de la vida consiste en vivir aquí y ahora. Los taoístas aconsejaban dedicar la primera parte de tu vida a hacerte un ego fuerte. Yo lo he hecho porque es que, si no, se te come el vecino. Pero la segunda mitad debes dedicarla a deshacerte de ese ego, porque ya no te sirve de gran cosa, sólo te produce angustia por el tiempo que pasa. Así que trato de vivir sin ego, que es vivir un poco sin propósito y sin sorpresas".

Pániker entró en la fama literaria en 1966, haciendo preguntas en Conversaciones en Cataluña, y lleva años ofreciendo respuestas. Fundamentando sobre la condición humana. Levantando actas de sí mismo. Ahora se plantea una cuestión terrible para un intelectual: ¿quién atiende? "Somos una sociedad cada vez más informada, en la que cada día hay menos comunicación. Todo el mundo está encerrado en sí mismo, en sus ideas, en sus obsesiones. Muchos ni siquiera se dan cuenta de que viven. Decía John Lennon que la vida es eso que sucede mientras uno está ocupado en otra cosa. Ése es el problema: ¿quién atiende? Pero hablemos; alguno se enterará".

El ego y la muerte

Hay en Cuaderno amarillo, que abre la colección de ensayo del sello editorial Areté, una pregunta que Pániker no contesta: ¿por qué tengo que morir si estoy bien en este mundo? Y es porque el autor no piensa en su propia muerte. "Creo, primero, que, si no hay ego, no hay muerte. Lo que muere es el ego, y, si lo has matado antes, todo sigue viviendo: viven mis libros, viven mis hijos, vive todo. Segundo, si vives aquí y ahora, tampoco hay muerte. Tercero, pienso como Epicuro que la muerte no me preocupa, porque mientras yo estoy no hay muerte, y, cuando la muerte está, yo ya no estoy". Los libros de Pániker se ocupan siempre del hecho religioso. Pero hace tiempo que confesó estar curado a conciencia del "tremendo sarampión cristiano" que padeció en la juventud. "Sí. Tuve ese sarampión. Y me salí tardíamente, porque viví una infancia y una adolescencia muy felices, y entonces, cuando las cosas van bien, no hay motivo para cambiar. Es la explicación que me he dado después. Pero llegó un momento en que el cristianismo me asfixiaba, sobre todo esa broma de que siempre eres culpable."

Otra broma es esa lata del pensamiento único. Pániker predica una religión a la medida, ideologías a la carta, el final de las grandes síntesis totalitarias; en definitiva, el pensamiento múltiple. "Lo que abunda es la diversidad", dice. "La mundialización es precisamente un buen marco para que cada cual aporte sus diferencias. Además, el pensamiento múltiple y la identidad múltiple son la culminación de los derechos humanos. El derecho a ser diferente de los demás en todo, también en lo religioso".

En los años ochenta, Pániker definía el mundo como "una sociedad de ansiosos" y apresurados. Ahora añade más síntomas. "Somos, además, una generación de huérfanos. Huérfanos de mitos, de dioses. Y una sociedad de solitarios, incluso literalmente: en París, la mitad de los hogares son unipersonales. Vivimos en un mundo chato, plano, sin aquel imaginario desbordante de algunas civilizaciones primitivas. Nos hemos quedado sin mitos".

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