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Reportaje:

Madrid, capital de Ecuador

Viviendas compartidas

Durante los últimos años, más de 60.000 ecuatorianos han llegado a España buscando un trabajo en la construcción, en la hostelería o en el servicio doméstico. La mitad de ellos se ha instalado en Madrid, que se ha convertido en la otra capital de Ecuador. Los 30.000 ecuatorianos censados en la capital suponen la colonia de inmigrantes más numerosa de cuantas residen en la ciudad. Los ecuatorianos, como otros grupos, conviven en Madrid superando numerosos problemas, entre ellos, el hacinamiento en las casas que encuentran. En un piso pueden acomodarse entre 10 y 20 personas. A la hora de dormir, llenan de camas las habitaciones pequeñas e improvisan dormitorios en pasillos y salones.La cocina y el baño son comunitarios y para preparar los alimentos hay horarios. Los ecuatorianos denuncian que se ven obligados a aceptar estas condiciones adversas con tal de ahorrar en vivienda, que es el gasto más fuerte en Madrid, y poder enviar dinero a sus familias.

España se ha convertido en la tierra prometida que da trabajo a los inmigrantes suramericanos, sobre todo para el colectivo ecuatoriano que día a día sigue llegando con sus esperanzas intactas al aeropuerto de Barajas.

El progresivo deterioro económico de Ecuador y la reciente pérdida de su moneda oficial, el sucre, han afectado psicológicamente a sus ciudadanos hasta el punto de motivarlos a abandonar sus raíces, cruzar el gran charco del Atlántico y llegar a una tierra desconocida para ellos.

"Venimos a probar suerte..., a trabajar". Ésta es la frase que con frecuencia usan para responder cuando alguien les pregunta: "¿A qué han venido?". Ellos conocen en carne propia que Ecuador no garantiza una buena calidad de vida, mientras que en España, por la escasez de mano de obra, hay plazas de trabajo que se están llenando con la presencia de los inmigrantes.

Madrid, Murcia, Barcelona y Valencia son las ciudades más pobladas por los ecuatorianos porque tienen posibilidades de encontrar empleo en la hostelería, la agricultura, la construcción y el servicio doméstico.

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Pero el centro de acción para este colectivo es Madrid. Se calcula que aquí viven aproximadamente 30.398 ecuatorianos que están registrados en el padrón municipal. Una cifra cuantitativamente alta si se compara con la de hace un año, que habla de 6.401 ecuatorianos.

Están aquí, según cuentan, porque Madrid ofrece trabajos mejor remunerados que el resto de ciudades; lo que no sucede con las actividades agrícolas de otras ciudades o municipios que demandan mayor esfuerzo físico o, como dicen ellos, "un trabajo muy duro".

Según los datos del último censo, los inmigrantes ecuatorianos están asentados en los distritos de Tetuán y Ciudad Lineal y, en una mayor proporción, en Cuatro Caminos, Carabanchel, Usera y Alcobendas, donde consiguen pisos con precios más asequibles para su bolsillo. Su propósito es evitar gastos, y es por esta razón por lo que en un solo alojamiento habita una media de 10. Carlos Sotalín y Carlos Gómez confirman que convivir entre varias personas, compartiendo un solo baño y la cocina, es muy difícil."Uno ha estado acostumbrado a tener sus propias cosas, a comer sin horario, a disponer de la ducha cuando uno quiera, pero tenemos que acostumbrarnos porque no podemos darnos el lujo de arrendar un piso unifamiliar", comenta Carlos Sotalín.

Incómodo es compartir una habitación entre tres, cuatro, cinco personas, sin ser miembros de una misma familia. Nelly Abril recuerda cuando llegó a una habitación con dos camas y entre ellas se colocó una tabla y encima un colchón para que descanse una tercera persona, y en el suelo dos colchones más; en total, cinco en una superficie de apenas tres o cuatro metros cuadrados.

A la incomodidad se suma la explotación que se da entre los mismos compatriotas. Los que son dueños de pisos abusan en los arriendos y cobran precios elevados, sin considerar si están o no empleados.

Los empresarios aprovechan la condición irregular de algunos inmigrantes ecuatorianos para exigirles más esfuerzo que no siempre es bien remunerado, según denuncian ellos mismos.

En el campo, la jornada es de ocho horas, pero al final no reciben sino la mitad de lo convenido con el patrono; por eso, muchos han cambiado la cosecha por la construcción o la hostelería.

Rolando León es un joven de 24 años que desde hace un año trabaja en una obra. "Corremos el riesgo de caernos porque no estamos sujetos a nada; el clima también nos perjudica. En invierno hace un viento helado y no son suficientes los tres sacos, y en verano tampoco se soporta el calor".

Las mujeres, que por lo general trabajan en el servicio doméstico, buscan otras formas de obtener algún ingreso económico. Se han dedicado a la venta ambulante de productos típicos de Ecuador para ofrecerlos en los parques del Retiro y Pintor Rosales. El Ayuntamiento de Madrid prohíbe esta práctica, por lo que la Policía Municipal decomisó los productos (comida y refrescos). "Estamos dispuestos a cumplir con los requisitos, a pagar el impuesto y a capacitarnos en la manipulación de alimentos, pero queremos que nos dejen trabajar", señaló Guillermo Imbaquingo, dirigente de los vendedores. Admitió también que la venta sigue, aunque de forma camuflada.

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