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Visión secular de un santoral

El Koldo Mitxelena muestra la obra creada por Vicente Ameztoy en la ermita de Remelluri

Vicente Ameztoy (San Sebastián, 1946) pasó la década de los noventa en un retiro poco menos que espiritual. Se refugió en la ermita de Remelluri (Rioja Alavesa) ante el lienzo en blanco por invitación de la familia Rodríguez Salís- Hernandorena, propietaria de la bodega de aquel nombre. Y fue plasmando su arte poco a poco, a lo largo de siete años de largas estancias en este lugar que remite a la presencia cristiana, judía y mozárabe en la zona. De sus pinceles nació un singular santoral secular y un paraíso que puede verse a partir de hoy en la Ganbara del Koldo Mitxelena. La muestra, la primera individual del artista en diez años, se completa con otras obras -en su mayoría inéditas-, en las que Vicente Ameztoy ha ido recreando sus obsesiones desde los setenta.Dice el artista en el prólogo del catálogo que "toda manifestación artística se desarrolla en terrenos de lo espiritual: pintura música, literatura, escultura, etc.". Y que " se realiza en base a técnicas distintas al servicio de esa espiritualidad o, en ocasiones, religiosidad". En este proyecto su memoria le trasladó a la infancia para buscar sensaciones relacionadas con lo religioso "a través", confiesa, "de una mirada infantil".

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Cajas de obsesiones

Sagrado-Profano. Santoral de Remelluri, paraíso y otras obras de Vicente Ameztoy, que permanecerá abierta al público hasta el próximo 4 noviembre, se inicia en la entrada del KM. Un audiovisual contextualiza el lugar en el que Ameztoy disfrutó de su intimidad artística y relata los sentimientos que le asaltaron entonces. El espectador dispone así de todas las claves para aproximarse a la propuesta que el artista lanza en la Ganbara.

La reproducción de la ermita de Remelluri se encuentra al final del recinto, que sobrecoge como si fuera en realidad un lugar sagrado. De las paredes cuelgan los santos que Ameztoy pintó desde una perspectiva secular y "excéntrica respecto a la tradición cristiana y a sus modelos de representación hegemónicos", tal y como asegura el comisario de la Exposición, Fernando Golvano. San Esteban, San Cristobal, San Ginés, Santa Eulalia, Santa Sabina y San Vicente aparecen en un paisaje que evoca de forma insistente el entorno de Remelluri -la tierra y el vino- y toman los rostros de personas próximas al pintor; desde miembros de la familia Rodríguez Salís-Hernandorena, a su propia hija. Esta iconografía permite al espectador elegir entre lecturas religiosas, seculares o incluso situadas en la equidistancia.

Y es que Ameztoy abordó este proyecto sobre lo sagrado desde una distancia "laica y agnóstica". Lo resaltó ayer Golvano y el propio artista reconoce que todo ha pasado por el mismo tamiz de su incomprensión "hacia la estética católica, apostólica y romana, tan sórdida, tan aburrida, poco estimulante". Al artista le ha tocado vivir un periodo posterior al famoso Concilio Vaticano II, "donde decidieron", dice, "que las iglesias fueran austeras y confundieron su austeridad con sordidez, aridez, tristeza. Son recintos sin imaginación". Por eso, el pintor, uno de los nombres indiscutibles del País Vasco, vio en el proyecto de Remelluri, una buena ocasión para introducir algo de color y alegría en el santoral. La misma filosofía se desprende de Paraíso, una pieza de grandes dimensiones que representa a Adán y Eva en el momento de la expulsión ordenada por un Dios controlador. El pintor contrapone en la misma obra un televisor que proyecta desde la cercanía ese pasaje de la Biblia, en clara referencia a su omnipresencia.

Ameztoy no responde al arquetipo de artista dado a exponer su obra. Prefiere trabajar en silencio y tomarse su tiempo; crear al margen de las normas que rigen el mercado artístico. "Mi ritmo de trabajo", confiesa en el catálogo, "es frontalmente anticomercial. Me es imposible trabajar con fechas fijas. Lo intenté varias veces y fracasé. Lo primero es pintar, luego que pase lo que tenga que pasar".

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La exposición de la Ganbara del Koldo Mitxelena constituye todo un acontecimiento cultural en el País Vasco. Porque desde Karne & Klorofila -presentada hace diez años en Arteleku, Ameztoy no había exhibido su obra en una muestra individual. Ayer reconoció que lo siente como "una especie de strip-tease".

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