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Tribuna
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El ave feliz

Leo en la prensa declaraciones según las cuales es imprescindible que Manuel Chaves lidere a los socialistas de Andalucía para que éstos continúen representando mayoritariamente los intereses sociales y políticos de los andaluces. Como tales declaraciones son interesadísimas -proceden de personas tan ligadas a Chaves que no sé dónde está la diferencia entre ellos y el líder alabado-, les presto menos atención que a unos cuantos datos objetivos que me inducen a pensar en la posibilidad de que haya llegado el tiempo de que Chaves pase a un segundo y discreto plano orgánico, precisamente para que el socialismo democrático sea la mejor salvaguardia de los intereses sociales y políticos de una sociedad como la andaluza.En primer lugar, y como declaración de principios del hombre adscrito a las ideas de izquierda que pretendo ser, desconfío de cualquier liderazgo personal. La historia no sólo de la izquierda demuestra que cuando el poder se confía a una persona -llámesele Generalísimo, Führer, Gran Timonel, Duce- la cosa suele terminar malamente para los confiados que depositan sus esperanzas en ese nombre, no en una organización que represente a sus ideales y que responda a sus intereses según preceptos estrictamente democráticos.

Precisamente por lo antes dicho, entiendo que Manuel Chaves acumula ya tantos poderes -secretario general de los socialistas andaluces, presidente federal del PSOE, presidente de la Junta de Andalucía- que le resultará abrumador atender a todas sus obligaciones con la dedicación que cada una de ellas exige, de ahí que últimamente surjan esos intérpretes interesados de las ideas de un hombre, el propio Chaves, a quien he de suponer sopesando sus capacidades ante los retos que otros le alientan a asumir para así ellos continuar en el candelero.

También me resulta sospechoso que tras un congreso federal, sorpresivo en su desenlace e impecable en su desarrollo, como el que hace poco celebrase el PSOE, persistan socialistas empeñados en que Chaves asuma el riesgo de representar el papel de un José Bono loado y descalabrado en el futuro congreso de los socialistas andaluces, por más que las diferencias de procedimiento entre uno y otro congreso sean tan evidentes como lamentables. Y conste que prefiero olvidar aquellos devaneos guerristas de un Chaves transformado luego en adalid de una renovación que ahora es preciso volver a renovar con la misma persona siempre en el papel de perpétuo líder inamovible.

Las leyendas mitológicas confirman que el Ave Fénix resurge siempre de sus cenizas, pero en política este tipo de pájaros quiméricos suele terminar desempañando el papel no de Ave Fénix y sí de ave feliz, una especie de gallo cantarín en cualquier corral que un día, el menos esperado aunque reiteradamente anunciado, ve cómo sus carnes son pasto de una docena de comensales reunidos en torno a un guiso de arroz con pollo. Ese día, quien ha hecho las veces de ave feliz hace las delicias de las fauces de sus devoradores.

Piense, don Manuel, que quienes tanto trigo gastan ahora en alabarle, pueden quedar mañana en simples voraces ávidos de paella. Y si albergase aún dudas sobre cuanto digo, hágase un favor: hable con Bono.

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