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Las razones de una dimisión

El que sabe decir "no": a Jean-Pierre Chevènement le gusta este papel. No ignora cuánto lo ha valorado en Francia la herencia gaullista. En estos tiempos de gran consenso ideológico, sabe el cariño que la opinión pública tiene, naturalmente, con las posturas llamadas "de principios". Chevènement había dejado el Gobierno por dos veces: en 1983, en contra de las medidas económicas; después, en 1991, en contra de la participación de Francia en la Guerra del Golfo. Las dos veces avanzó sus desacuerdos de fondo con Matignon o el Elíseo, cultivando, con talento y encanto, su perfil de gentilhombre rebelde. Reincide esta semana, abandonando el Ministerio del Interior y el Gobierno de Lionel Jospin a causa, según él, del desacuerdo corso. (...) Jospin habría cometido el error fatal de no exigir a sus interlocutores corsos la renuncia pública a la violencia y la denuncia del asesinato del prefecto Erignac, antes del comienzo de cualquier negociación. Cuando se sabe que la mayoría de los predecesores de Chevènement (...) han negociado clandestinamente con los representantes de las numerosas ramas armadas de la nebulosa nacionalista corsa, se podrá convenir que el argumento es, por lo menos, hipócrita. (...) Lo que lleva a pensar que Chevénement se va por razones tanto de su estrategia política como de la cuestión corsa. Se va porque piensa que puede ser el portavoz, incluso el candidato a la presidencia, de una gran corriente de opinión que (...) no se reconoce en las decisiones económicas y europeas de la Francia de hoy. Es perfectamente respetable. Si se tiene el coraje de decirlo.París, 30 de agosto.

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