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GENERACIÓN NÓMADA

CON MÉDICOS DEL MUNDO EN ZAIRE Y CON LA UNESCO EN BOLIVIA

Pertenece a la primera promoción del master en ayuda humanitaria internacional de la Universidad de Deusto, y en la práctica obligatoria pidió "emergencia". Su primera salida fue con Médicos del Mundo a Goma, en la frontera de Zaire con Ruanda.

Entusiasmo, inquietud y vitalidad son tres cualidades que le sobran a María Guijarro. Si este cóctel se completa con un amplio sentido de la solidaridad, se consigue el perfil concreto de esta bilbaína de 29 años cuyo compromiso con los demás se desarrolla en el extranjero, en labores humanitarias, y en su propia tierra, el País Vasco, en la coordinadora pacifista Gesto por la Paz, a cuya comisión permanente pertenece desde sus comienzos. "Todo es parte de lo mismo", asegura.A Gesto por la Paz llegó cuando sólo era una niña. "¡Si tenía 16 años! He estado en Gesto toda la vida. Incluso cuando me marché fuera he seguido trabajando para la coordinadora y estando al tanto de la situación en el País Vasco". Hasta llegar a la cooperación internacional tardó un poco más. Sus estudios universitarios los dedicó al periodismo, pero "para hacer un periodismo comprometido", matiza. Esa faceta solidaria recondujo su vida profesional. "Cuando acabé la carrera tenía varias opciones y me decidí por hacer un master en ayuda humanitaria internacional. Fuimos una promoción de 30 personas". Ese master incluía una práctica obligatoria, y María Guijarro pidió "emergencia".

Aquella primera vez la llevó a Goma, en el Zaire, en la frontera con Ruanda. Sólo fueron unos cuatro meses, pero África se le grabó en la cabeza y en el corazón. "Ya nunca volví a ser la misma".

"Me fui con Médicos del Mundo España como logista administradora. Era la única del equipo que no era personal sanitario", explica. Todo el día con el walkie-talkie colgado del cinturón, acompañada siempre. "Es agobiante llevar a alguien permanentemente contigo por seguridad". Este recuerdo la trae a la actualidad, a los cargos políticos en Euskadi que viven amenazados y se ven obligados a ir acompañados de escolta. "Es tremendo. Nunca podremos saber lo suficiente cuánto puede sufrir esa gente que está amenazada, que va a comprar el pan con dos maromos de seguridad detrás".

María Guijarro regresa a aquellos meses en Goma. "Médicos del Mundo llevaba el tema de pediatría en un campo de 250.000 personas. En el campo había un hospital, dos centros de salud y dos centros de nutrición, que directamente dependían de Médicos del Mundo. Mi labor era muy amplia: desde ir a por las vacunas con los Land Rover hasta ser la responsable del parque móvil (seis todoterrenos) y del personal zaireño contratado, unas 100 personas... Hacía de todo".

A Ruanda regresó en 1996, pero apenas poco más de dos semanas y como periodista para la SER. "Lo ves todo de otra manera", asegura. Esos días vivió uno de los momentos más emotivos de su vida como cooperante. "Hubo un momento que entre toda aquella masa de gente que estaba saliendo del país, caminando muy despacio, alguien me reconoció y gritó: María. Fue un momento muy emocionante. Era personal con el que yo había trabajado en el campo más de un año antes", cuenta.

María ha viajado también a Bolivia, pero antes pasó por Madrid, de la mano de Médicos del Mundo, para coordinar un centro de atención "para inmigrantes en situación irregular, prostitutas y toxicómanos". La Unesco le propuso trabajar en Bolivia, y ella, deseosa de volver "al terreno", aceptó. "Ya llevaba casi dos años en Madrid y me marché a Bolivia, donde estuve un año trabajando en la oficina de la Unesco dedicada a comunicación". El tiempo pasado en Bolivia le hizo enfrentarse con la soledad. "Ése es el precio que tienes que pagar". Una soledad que sintió luego también en París, donde estuvo "casi un año" en la oficina central de la Unesco. "Yo no tengo vocación de funcionaria internacional, pero tenía mucha curiosidad por saber por qué muchas de las decisiones que se tomaban en París se tomaban así".

Esta experiencia, de la que se marchó dos meses antes de que culminara el año previsto, "porque había muchas cosas con las que no estaba de acuerdo", le hizo ver el otro lado de la cooperación. "Hay mucho funcionario que nunca ha ido al terreno y eso, en este trabajo, es una carencia terrible". Porque esta bilbaína quiere dejar bien claro que la cooperación es un trabajo, que se necesita gente preparada: "Yo me dedico a esto profesionalmente. En este trabajo se juegan muchas cosas, entre ellas, las vidas de las personas".

Ahora va a tomarse un tiempo de calma, una palabra que en la vida de esta mujer significa no parar. A su trabajo en el centro Unesco en Bilbao, donde se encarga "de tareas de coordinación en el área de cooperación, llevando proyectos, temas de la federación de clubes Unesco y prensa y comunicación", se une su dedicación a Gesto por la Paz.

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