_
_
_
_
_
LIDIABILBAO

Triunfal caballería

Lo bueno que tienen las mal llamadas corridas de rejones es que escenifican la versión triunfal de la gloriosa caballería; por éstas que sí. Salen los rejoneadores y se diría que son -todos tres- Alejandro el Magno proclamado Hijo de Ra; caballeros de Bucéfalo; jinetes de Babieca; campeadores por las tierras ubérrimas de Valencia... Se diría que son, y lo saben, y cabalgan solemnes, poseídos de su majestad. Y el pueblo llano les rinde pleitesía. Y se entusiasma con lo que hagan, así sea estornudar. Lo que más entusiasma al pueblo llano es que los rejoneadores se quiten el sombrero. Se quita el sombrero un rejoneador y el pueblo llano se pone a cien. Uno no sabe el motivo y eso que lo ha visto mil veces. ¿Qué digo mil? Mil veces mil. Quien consiga averiguar la razón por la cual el pueblo llano se colma de felicidad y rompe entusiasmado a aplaudir cada vez que un rejoneador se quita el sombrero habrá descubierto el misterio profundo de la condición humana.

Benítez / Moura, Hernández, Hermoso

Toros exageradamente desmochados para rejoneo de José Benítez Cubero, dieron juego, algunos flojos.Joâo Moura: pinchazo y rejón escandalosamente bajo (ovación y saludos); rejón atravesado y rueda insistente de peones (silencio y cuando saluda por su cuenta, palmas). Leonardo Hernández: rejón trasero (oreja); rejón trasero caído, rueda de peones y, pie a tierra, descabello -primer aviso-, cinco descabellos -segundo aviso-, seis descabellos y se echa el toro (silencio). Pablo Hermoso de Mendoza: rejón bajo y rueda insistente de peones (ovación y salida al tercio); rejón atravesado caído (oreja). Plaza de Vista Alegre, 19 de agosto. 1ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Hay rejoneadores que se aprovechan y no paran de quitarse el sombrero. Y pues provocan así una ovación permanente, les entran delirios de grandeza y acaban perdiendo el oremus. Leonardo Hernández, uno de los rejoneadores que más recurren al sombrero, le pegó un mal rejonazo al quinto toro mas creyó que era jupiterino y se tiró del caballo, pareció que la iba a emprender a bofetadas con los peones y le dio como un ataque de locura pegando brincos delante del toro mientras manoteaba frenético haciendo señas de que lo tenía moribundo. Pero qué va. El toro permanecía vivito y coleando. Y Leonardo Hernández oyó dos avisos -a punto estuvieron de ser tres- en tanto montaba una sórdida y escandalosa ejecución a vil golpe de descabello.

Otras acciones de Leonardo Hernández poseyeron mayor decencia aunque tampoco pasaban de ir por casa; pues una cosa es el toreo a caballo, otra el delirante triunfalismo con que lo acompañan los rejoneadores. En toreo, el que lo hizo estupendo fue Pablo Hermoso de Mendoza, excelente en banderillas, tanto con el tercer toro como cabalgando a Cagancho con el sexto.

Joâo Moura, que tuvo una actuación mediocre, al primer toro lo mató de un escandaloso rejonazo en las bajos y al cuarto le clavó una banderilla en la tripa. Claro que no pasó nada. Antes al contrario, se puso a saludar y el pueblo llano lo aplaudía. Antes, estos acuchillamientos eran de juzgado de guardia y ahora nimban a quienes los perpetran. Es la evolución de la fiesta, que llaman.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_