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Belda tiene lengua útil

Vicent Belda fue un considerable ciclista valenciano especializado en la montaña. Por las descripciones históricas le equiparaba en mi fuero interno al legendario Vicente Trueba más conocido por "la pulga de Torrelavega". Ahora Belda, ya retirado, es el director deportivo del Kelme, equipo que ha desarrollado un papel de primer orden en el reciente Tour de Francia. En este éxito ha destacado el inconformismo polémico de su director. Es un director atacante y del mismo estilo que Johann Cruyff en fútbol. Recordemos que la empresa Kelme está dirigida por los hermanos Quilez de Elx y fundada en 1977. Unos hermanos valencianohablantes y que están muy integrados en su ciudad a través del club de fútbol y de las fiestas populares. Vicent Soler me informa que su giro de negocios ha sobrepasado los doce mil millones de pesetas desde la pequeña empresa que era. Un caso típico de lo que denominé la "vía valenciana". Ahora me informan que tienen un portal en Internet y una producción descentralizada que no sumergida.Lo cierto es, contra lo que hasta ahora ha parecido, que no quiero hablar ni de ciclismo ni de empresas sino de la lengua de los valencianos. Ello viene a colación de que Vicent Belda ha declarado que "es cierto que a menudo utilizamos el valenciano porque hoy en día, con los escáners que existen, es fácil que te pillen la frecuencia y entonces otro equipo se entera de lo que vamos hablando los corredores y yo". Esta utilidad de la lengua propia la puso en marcha por primera vez en el pasado Giro de Italia y le dio buenos resultados. Después lo ha comentado con las siguientes palabras: "Allí teníamos varios corredores valencianos. Yo les daba las órdenes y luego ellos las traducían al resto de los corredores. En carrera muy a menudo hay que solucionar problemas de manera inmediata y la decisión se toma en décimas de segundo. No interesa que otro equipo pueda controlar tus órdenes".

Por lo dicho es útil tener corredores de casa y que conozcan su lengua. Dado que en el equipo del Kelme en Francia el número de valencianos ha descendido a dos, León y Tauler, la eficacia del invento ha disminuido. Disminución no solamente debida al número sino que son llanistas y por lo tanto en la alta montaña no han podido suministrar la traducción a corredores como Escartín, Otxoa o Heras. Dado que Escartín radica muy cerca de la franja de Aragón que habla en catalán un posible aprendizaje podría ser muy rápido. No en vano hay que recordar que el Sporting de Lisboa obliga por contrato a sus jugadores a comprender las preguntas que se les hace en portugués a los tres meses de su fichaje. Posiblemente el Kelme lo que deberá hacer es fichar o a más ciclistas valencianos tipo Belda o bien a mallorquines o a catalanes que se ha constatado que comprenden con extrema facilidad a los que hablan en la lengua propia de los valencianos.

En el mundo de los negocios la utilización de una lengua no muy amplia como forma de entenderse con discreción es algo bastante conocido. Precisamente hace muy pocas semanas William Jefferson Clinton se refirió a los catalanes como una minoría que podía tener un mayor peso económico en el futuro. A la estupefacción le siguió la extrañeza, aunque uno conozca por qué vía Clinton conoce la existencia de los catalanes y de dónde saco el párrafo. Se trata de un libro de 1992, Tribus. Cómo la raza, la religión y la identidad determinan el éxito en la Nueva Economía Global, de un asesor suyo, Joel Kotkin, que en su página 257 equipara a los catalanes con los escoceses, lombardos, francófonos del Canadá y a regiones diferenciadas del Japón como Hokkaido o Kyushu. La referencia a los catalanes a su vez, está directamente influida, y así se reconoce a un artículo, excelente de Stanley Meisler publicado el primer día de 1991 en el gran periódico Los Angeles Times. El título del artículo expresa ya con precisión su contenido: "Pese a sus altibajos, la lengua catalana sobrevive bien". Meisler estuvo también en Valencia y en Palma durante semanas.

La lengua, pero no solamente la lengua, puede engendrar una positiva tendencia "entre regiones locales o áreas étnicas" con gran porvenir económico dentro de sus "naciones-estados". En un mundo globalizado deben desarrollarse unos grados de confianza mutua y de medios de comunicación discretos o bien secretos para poder trabajar o sobrevivir. Si existiera un gobierno mundial que asegurara el que los escáners, que tanto preocupan a Belda, no puedan controlar lo que no deben controlar o que existiera un código penal global ello no sería necesario. Mientras ello no llega es normal que "la raza, la etnia o la identidad lingüística" definan espacios donde la comunicación, por un lado sea más fluida y la exclusión del grupo por malas artes sea competencia exclusiva de éste.

Ernest Lluch es catedrático de Historia del Pensamiento.

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