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Tribuna:LA RENOVACIÓN DEL PSOE
Tribuna
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Soluciones, no frustraciones

El autor sostiene que la anterior ejecutiva siguió una política "errática de disolución de las sólidas estructuras que habían mantenido un mínimo electoral de más de 10 millones de votos".

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El PSOE, a lo largo de su pasado centenario, ha vivido momentos difíciles asociados a las grandes convulsiones políticas y sociales de España. Así, ha habido procesos de debate abierto, serios conflictos políticos y hasta concepciones políticas distintas que con toda su carga histórica han contribuido, también, a fraguar la madurez del Partido Socialista Obrero Español actual. Madurez, por cierto, impensable en la expresión política de la derecha, que hace esfuerzos de toda índole por ocultar o negar su deplorable pasado reciente.Con este legado alcanzamos la mayoría política, social y electoral en 1982, convirtiendo en realidades las viejas aspiraciones de nuestros militantes y de miles y miles de hombres y mujeres que mantuvieron viva la memoria para hacer posible un éxito sin precedentes en las democracias europeas. Durante más de catorce años, el PSOE logró consolidar las libertades, culminar la transición, reformar la estructura económica de España e incorporar a nuestro país a la gran apuesta europeísta. Entre luces y sombras desarrollamos una gestión responsable y avanzada que tuvo en los primeros años ochenta sus momentos más importantes.

Entonces, el proyecto socialista apareció ante la sociedad española como una garantía de seguridad, estabilidad y progreso con un rumbo claro, con una voz nítida para dar respuesta a las inquietudes y preocupaciones de todos los españoles, facilitando una política de cohesión social y territorial que permitió los grandes logros que todavía, una década después, son la base sobre la que se sustenta la evolución de nuestro país.

Los acontecimientos que difuminaron la política socialista fueron arrinconando a nuestro partido en un lento retroceso que aún no ha terminado. La sociedad española supo comprender mejor que muchos responsables políticos del PSOE el alcance grave y escandaloso, pero limitado, de la corrupción. Pero lo que más daño hizo al proyecto social que representábamos fue la insolidaridad interna, la huida hacia delante de quienes tras palabras tan huecas como efímeras, del estilo de renovación o habitabilidad, quebraron el modelo político que había dado forma al cambio.

No fue el momento del debate, sino de un ajuste en el que pesaba más cambiar el núcleo de dirección del partido, corrigiendo con ello las políticas realizadas hasta entonces hacia el pairo del social-liberalismo, que el interés por actualizar y modernizar un discurso social que se había demostrado correcto.

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Con la salida de Felipe González de la secretaría general de la comisión ejecutiva se hizo verdad la advertencia: dos por uno. Desde entonces, la dirección federal renovada ha practicado, con singular eficacia, una política errática de disolución progresiva de las sólidas estructuras que habían mantenido un mínimo electoral de más de diez millones de votos, incluso en los momentos más difíciles.

Ahí se encuadran las primarias sin regulación, el candidato que luego no lo fue, el perdedor que sí quiso serlo, los pactos inexplicados, la incapacidad para el diálogo interno y para establecer los consensos básicos sobre los que sustentar un discurso común a todos, la aparición de nuevos poderes locales y el constante pulso de aquellos que, desde fuera del partido, siempre han querido dirigir nuestros pasos.

En fin, la combinación incomprensible del ejercicio de una falsa "autoridad" con la incapacidad para compartir un proyecto común a todos, pensado para gobernar sobre el conjunto de los españoles, pero con la atención puesta en los sectores más desfavorecidos de la sociedad, haciendo verdad el viejo ideal de cambio que no sólo inspiró la aparición del PSOE como expresión política de una gran parte de la sociedad, sino que además sirvió para alcanzar el Gobierno de las instituciones en los años ochenta. Con todo ello, hemos llegado al 35º Congreso. Muchos militantes hemos expresado, en las agrupaciones y en los congresos provinciales, nuestro interés por evitar que ésta sea una oportunidad perdida y una asamblea vacía de contenidos e ideas, pensada exclusivamente para realizar un recambio de dirigentes sobre las bases de la misma política que nos condujo a la derrota.

Por el contrario, confiamos en que sirva como pauta para iniciar la recuperación de la confianza ciudadana. Primero, recuperando la confianza en nosotros mismos, abriendo el debate de las ideas sin temor a molestar a nadie, para lograr, mediante el diálogo democrático, ir estableciendo la fórmula política que devuelva al PSOE el papel que le corresponde en España como alternativa real a la derecha, que, dicho sea de paso, se jacta de nuestra situación sin pudor a participar en ella con recomendaciones y propuestas envenenadas.

Queremos que sea el Congreso de la Política. Con mayúsculas. Sin anclajes en la línea hasta ahora seguida, recuperando valores de cooperación, equilibrio y solidaridad suficientes para salir de la autocomplacencia de cuatro y asumir el riesgo de pensar en el futuro con el atrevimiento de hablar de transformación social, de cambio político, de valores éticos y de complicidades con los movimientos sociales que se manifiestan de forma más dinámica.

Por ello se nos hace incomprensible que desde el núcleo duro de la dirección política que en los últimos años ha practicado la estrategia del conflicto interno y el retroceso social se aparezca como mágica solución a los problemas del socialismo sin aportar algo más que una gestión sobradamente reconocida, un carisma pretendido y una alternativa exigente de autoridad. ¡Autoridad! ¡Como si no hubiera habido suficientes ejercicios de autoridad desde el último Congreso en Madrid, Valencia, Aragón, etcétera. Ofreciendo permanentemente confrontación, logrando exclusiones y certificando fracturas.

La autoridad no es nunca una alternativa al debate riguroso y transparente de las ideas; si acaso es un valor añadido cuando por medio de las convicciones se logra la confianza de la mayoría. Más que de autoridad es el tiempo del compromiso compartido, del esfuerzo común, de la solidaridad y del pensamiento puesto en los hombres y en las mujeres de España que quieren reconocerse de nuevo en el PSOE. Para que pueda ser así es para lo que hay que trabajar con afán en el próximo Congreso.

José Acosta es diputado y líder del sector guerrista en Madrid.

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