_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gana y pierde Mugabe

Robert Mugabe ha ganado, como no podía ser de otra manera, las recientes elecciones de Zimbabue, aunque su exigua victoria es un triunfo moral de la oposición, organizada en sólo nueve meses, y un despunte de esperanza para los africanos que desean dotarse de gobiernos decentes. Los resultados alterarán poco a corto plazo el paisaje político de un país donde la Constitución otorga al presidente poder para formar un Gobierno minoritario; de hecho, el partido gubernamental ZANU-PF, la única voz durante veinte años, ya ha anunciado que proseguirá su violenta campaña de confiscación de la tierra en poder de los blancos, el método elegido por Mugabe para reforzar su declinante imagen e intimidar a la población de la antigua Rodesia. Pero el presidente de Zimbabue ha perdido los dos tercios de mayoría que le permitían cambiar la Constitución y ha salido seriamente debilitado tras su confrontación con las urnas.Las elecciones han sido fraudulentas. A los observadores de Naciones Unidas se les impidió actuar y los de la Unión Europea se han limitado a constatar su falta de limpieza. Poco importa que la votación fuera relativamente tranquila. Los meses de violencia, intimidación y muerte (hasta 30 asesinatos por parte de las bandas leales a Mugabe) que han precedido a los comicios los han marcado decisivamente. En una situación como la de la antigua Rodesia es difícil creer que se está en libertad de decidir algo.

Zimbabue abarca la promesa y la tragedia del África poscolonial. Es un lugar más donde el antiguo guerrillero idealista que combatíó la dominación blanca acaba convertido en un déspota con el solo objetivo de perpetuarse en el poder. Pese a que Mugabe, dueño y señor, es el máximo responsable de la situación agónica de su país -con una economía en ruinas y una pobreza y desempleo imparables-, todavía ha podido hacer campaña acusando a la recién nacida oposición de marioneta de los 70.000 blancos que permanecen en Zimbabue. Es fácil hacerlo cuando el ZANU-PF es el único partido del que la mayoría ha oído hablar durante su vida y el que permanece asociado con la independencia. La legitimidad pasada se utiliza para enmascarar el saqueo presente.

Pese a lo cual, el reciente Movimiento para el Cambio Democrático ha ganado 57 de los 120 escaños en disputa, y su victoria es especialmente señalada en las ciudades. Para su jefe, Morgan Tsvangirai, que ha conseguido poner fin de hecho a la dictadura de partido único, los resultados de las elecciones son una responsabilidad. Deberá ofrecer soluciones para combatir una crisis gravísima e involucrarse en las medidas necesarias para intentar evitar el precipicio definitivo. Por eso es más necesario que nunca que Occidente -granero de la ayuda que en buena parte permite sobrevivir al régimen- no deje morir la esperanza y advierta en términos inequívocos a Mugabe y los suyos de las consecuencias de cualesquiera medidas de intimidación y chantaje. A la postre, la libertad de Zimbabue dependerá de que se mantenga y amplíe la voz de la disidencia política.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_