_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Terminemos con el ceceo

MANUEL ALVAREn la historia del ceceo, el campo ceceó siempre, mientras que Sevilla capital fue y es seseante. Se cumple así -una vez más- el prestigio social que el seseo tiene frente al ceceo. Teniendo en cuenta que, al hablar de ceceo sevillano, podían distinguirse dos cosas, el timbre seseante de la capital o el ceceante del campo, se aclaran las alusiones a la suavidad del ceceo de las sevillanas (= seseo) y la coincidencia que con ello tiene el ceceo de Fuente del Maestre y de Canarias, uno y otro seseo en la nomenclatura lingüística actual.

Lo que entendemos por ceceo era el "habla gorda" de los escritores de la Edad de Oro, que sería habla de gitanos, por gitanos, pero no -exclusivamente- por sevillanos o de gentes -como señalan Alcalá, Barros y Bonet- con defectos articulatorios. Si en un determinado momento todos pronunciaban ce -campesinos y urbanos- no es presumible que hubiera "coincidencia de rusticidad" del fenómeno. Para que ésta existiera era necesario que la realización ceceante no fuera general y se estableciera una oposición sociológica, como la que hoy existe.

También en Sevilla debió darse un ceceo, pero no general, ni siquiera plenamente urbano: producto -acaso- de un intercambio con gentes que esporádicamente llegaban a la ciudad o se asentaban en ella después de su peregrinación. Tal sería el caso de los gitanos: podrían cecear, pero no por ser sevillanos, sino porque su condición gitanil los ponía en contacto con zonas rurales ceceantes de las que tomaron la pronunciación, repudiada siempre por las gentes urbanas de lengua seseante. Se explicaría entonces -por escritores poco conocedores de los matices de la realidad- la generalización de la especie del ceceo sevillano, por ser rasgo de unos gitanos que vivían en Sevilla, pero la peculiaridad local repudiaría un rasgo no sólo vulgar, sino de un grupo marginado.

Estos hechos me llevan a formular una explicación puramente fonética: la articulación de s predorsal se realiza con el ápice de la lengua apoyado en los incisivos inferiores y con dos estrechamientos del predorso de la lengua: uno contra los alvéolos y otro contra los incisivos superiores; según predomine la resonancia de uno u otro estrechamiento, la realización se acercará a s (predominio de la construcción alveolar) o ce (predominio de la construcción dentosuperior).

Entonces no haría falta pensar en una articulación prioritaria, sino en una s predorsal que se realizara como tal (o como coronal plana) o como postdental. En un momento dado, el timbre de la articulación era inestable. Luego se estabilizó en las dos realizaciones que ahora conocemos. Proceso que pudo ser simultáneo hacia ese y hacia ce y que se impuso como ese en ciertas ciudades (Sevilla), por lo que vino a ser norma de prestigio, mientras que fue ce en ciertas áreas rurales (no en todas). Creo, pues, que la diferenciación sociológica de la articulación ese-ce se produjo antes de estabilizarse como tales las dos realizaciones del fonema /s/ y la preferencia urbana llevó a s y la rural o inculta a ce.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_