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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Demasiado vulnerable

Un virus informático, cuyo origen se localiza en Filipinas, infectó ayer los ordenadores de medio mundo -instituciones, empresas y millones de usuarios particulares- en un maligno viaje a través del correo electrónico. Con el atrayente mensaje I love you incitaba a abrir la aparente epístola electrónica, con un resultado fatal: el gusano se activaba y destruía archivos de imágenes y sonido, además de multiplicarse copiando las direcciones del usuario, colapsando su servicio de correo y reenviándose a nuevos destinatarios. Se trata de uno de los peores casos conocidos de infección masiva por correo. Más que el celebérrimo Melissa. Algunas administraciones extranjeras fueron conscientes de ello. El Ministerio del Interior alemán convocó una reunión urgente de seguridad.Con la llegada de 2000 se activó una alarma universal sobre un posible crash informático. La Nochevieja pasó sin novedad, pero desde entonces, y sin que tenga que ver con el efecto 2000, se han producido algunos notables desastres en la red. Un estudiante colapsó hace unas semanas páginas de gran uso en Internet mediante el envío de miles de peticiones de servicio desde centenares de ordenadores, que intervinieron en la maniobra sin saberlo sus propietarios. Ayer, el correo electrónico sirvió de canal para difundir un dañino gusano. Su originalidad cogió por sorpresa incluso a los fabricantes de antivirus. Estos dos episodios son un mal augurio sobre la fragilidad de la red, que, a medida que se implanta en todo el planeta, va ofreciendo su lado más débil.

Más información
El virus 'I love you' paraliza millones de ordenadores en todo el mundo

La industria y los investigadores, al mismo tiempo que ofrecen cada vez mejores herramientas para todo tipo de usos digitales, deberán asociar con más rigor este progreso al avance en los mecanismos de seguridad. Y los usuarios deberán considerar, entre los criterios prioritarios a la hora de adquirir un equipo, su grado de vulnerabilidad. Con todo, es imposible que la técnica prevea los infinitos usos maliciosos que ella misma propicia. La dimensión penal de estas conductas, difíciles de localizar, que buscan el caos planetario, debe tener una respuesta jurídica adecuada a su gravedad. Cada vez empieza a resultar más creíble el imaginario escenario de que la próxima guerra en los países industrializados puede ser una ciberguerra y no hará falta que la declare ningún Estado. Una guerra que puede tener como objetivo la parálisis de una economía, de un país o de muchos. La seguridad es una necesidad básica en esta sociedad conectada. Y los avisos de caos empiezan a prodigarse con demasiada facilidad.

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