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La fotógrafa Inge Morath declara su pasión por el "paisaje del rostro" La artista visita las dos exposiciones que le dedica la Primavera Fotográfica de Barcelona

Ha pasado casi medio siglo desde que la fotógrafa estadounidense de origen austriaco Inge Morath (Graz, 1923) viajó a España por primera vez. Sus diversas visitas dieron como fruto un excelente cuadro fotográfico de la sociedad española de la época, de sus costumbres y tradiciones, y también la gran pasión que Morath siente por España. Siempre ha regresado, y con su Leica a punto. Morath visitó ayer en Barcelona las dos exposiciones que la FNAC le ha dedicado en el marco de la Primavera Fotográfica y reiteró su pasión por el retrato, que le interesa especialmente. "Me atrae el paisaje del rostro", afirma.

Esta pasión se observa en las dos exhibiciones que pueden verse en Barcelona. Una de ellas está dedicada en exclusiva a los retratos que le ha hecho a su segundo marido, el dramaturgo Arthur Miller, con quien lleva varias décadas de matrimonio. La otra es una pequeña retrospectiva de su incesante actividad desde que, en 1953, descubrió que la fotografía podía ser un excelente vehículo para canalizar su pasión por el arte. Licenciada en lenguas románicas, traductora y escritora, Inge Morath se formó en Berlín y tuvo allí un contacto muy negativo con el que sería después su medio de expresión. "Allí vi únicamente fotografías de propaganda del régimen. De modo que, mientras que la pintura y el dibujo me apasionaban, la fotografía no me interesaba en absoluto".Pero diversas circunstancias hicieron que cambiara de opinión y se convirtió en ayudante de Cartier Bresson, que le enseñó a buscar el instante decisivo para disparar su cámara, y por invitación de Robert Capa en la primera mujer de la agencia Magnum. "Le estoy muy agradecida a la agencia porque siempre me ha permitido hacer los temas que me interesaban. Porque si no me interesa algo, no soy capaz de fotografiarlo", afirma. Con este espíritu, Morath ha retratado a los personajes por los que sentía especial predilección, como Giacometti, Lyndon B. Johnson, Henry Moore, Miró, Picasso y Jean Cocteau. Y como reportera se ha desplazado a la gran cantidad de países por los que siente amor, como China, Rusia, Irán y México, con el objeto de plasmar la evolución de sociedades cambiantes y de hallar en ellas la huella de viejas culturas. Morath ha sido siempre fiel a una premisa: para fotografiar algo hay que saber observar, pero también hay que empaparse previamente con toda la documentación posible sobre el tema. Este principio la ha llevado a aprender numerosas lenguas, como el ruso, el mandarín y el español, porque cree que "cada idioma tiene unas imágenes intraducibles" y considera "fundamental familiarizarse con ellas".

Viajera infatigable, intenta descubrir cada nuevo destino a través de la voz de los poetas autóctonos. "Los poetas son magníficos para decirte dónde está el alma del país. Leer a García Lorca es una buena forma de acercarse a España". Sensible, al igual que su marido, a las injusticias sociales y políticas y comprometida especialmente con la situación de la mujer en países como Irán, Morath colabora con Naciones Unidas y Amnistía Internacional, entre otras organizaciones, e intenta serles útil a través de la fotografía. Sólo hay un tema que rechaza: la guerra. "Como yo la viví, soy incapaz de fotografiarla, aunque considero muy importante que otros lo hagan".

Con la maleta siempre dispuesta y la Leica amorosamente envuelta en un pañuelo y guardada en el bolso, la fotógrafa tiene entre sus proyectos inmediatos la inauguración de varias exposiciones sobre su obra en diversos países y dos nuevos proyectos. Uno, sobre la Alemania del Este y sus dificultades para adaptarse a la nueva situación política, y otro -"muy loco", dice- sobre Manhattan. Morath asegura que no quiere perderse los cambios que la fotografía experimenta con las nuevas tecnologías. "Si quieres entender a los jóvenes tienes que hablar su lenguaje, y los jóvenes hablan el lenguaje del ordenador, así que también lo he aprendido", concluye.

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