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Mirada rítmica

JOSÉ LUIS MERINO

En este momento coinciden unas cuantas exposiciones de interés en varias galerías de arte bilbaínas. Resulta imposible tratar de escalonar semanalmente comentario alguno de cada una de ellas, ya que, por estar inscritas en el ritmo de la vida moderna, todas llevan fecha de caducidad.

A la vista del tiempo comprimido recorro las obras del pintor, escultor y muralista Joaquín Vaquero Turcios en Tavira. Obra abstracta. Los negros y tostados son los tonos preponderantes. Frente a ellos, los colores vivos ejercen una función dinamizadora. Se impone la sensación de estar ante una estructuración matérica muy compacta. La apariencia de la materia resulta dúctil y airosa, en vez de agresiva y basta, como podía colegirse. Sin embargo, en su conjunto, ese potente aspecto matérico contiene un valor mayor por su aparente virtualidad que por su especificidad real. Esto lo consigue gracias al dominio de una buena "cocina", como se dice en el argot pictórico. Sus obras tienden hacia la escultura y, al tiempo, dan la impresión de ser murales contenidos o pequeños murales. No es imposible que en muchas de sus esculturas se palpe un contenidismo pictórico. La poeta Mercedes Ibáñez Novo explica el arte de Vaquero Turcios con sutil precisión en este fragmento: "Verticales surcando la duda del color / se deslizan en pos de la materia, / olvidando unos márgenes que rasgan / la superficie rectangular y plana".

En la galería Vanguardia muestra unas obras minimalistas Elena Asins. Treinta cubos, en negro brillante, con sus pedestales, en negro mate, aparecen colocados en tres filas. Llevan todos los cubos un leve corte, lo que sería el achatamiento de una de sus caras. Sobre ese achatamiento la artista crea una combinatoria de colocación variable, teniendo en cuenta en juego de pares. Esa leve incisión (corte y/o achatamiento) se traslada a las serigrafías enormes que cuelgan por las paredes. Ahora se trata de una combinatoria que va por unidades independientes. Esta vez el negro entintado se enfrenta al papel blanco. Resulta curioso que no se tensaran las serigrafías. ¿Esa laxitud trata de "humanizar" lo geométrico? Del cómputo general queda la conjugación de opuestos, máxima luz, máxima sombra, lo que explica que en todo minimalismo perviva un deseo por querer atrapar lo máximo.

Lleva muchos años adscrito a la pasión de dar esencialidad a la línea vertical el pintor alavés Rafael Lafuente. En la exposición de la galería Berta Belaza, sigue con esa pasión, mas ahora parece que quiere probar cómo es el comportamiento de las líneas verticales en un mundo informal-gestual cercano. Sería como tratar de maridar el geometrismo lineal de Luc Peire con el gestualismo de Clyfford Still. La operación consiste en oponer la presencia de los elementos rectilíneos permanentes, contra la provisionalidad de los gestos. Es verdad que al estar tratadas las gestualidades a la manera de "decollages", los resultados participan de una suerte de provisionalidad. Cuando la grafía muestra en exceso la aparición de la buida espátula, entra en liza lo duro y poco convincente.

Algunos grabados de Antoni Tàpies en la galería J.M. Lumbreras se alzan con su poder habitual, en los mismos días en el que aparece publicado un libro suyo, titulado El arte y sus lugares. Con los objetos, pinturas, y todo un sinfín de imágenes que Tàpies selecciona y muestra en ese libro, estamos entendiendo de dónde viene su propio arte. Él ha sabido extraer para sí todo lo que hay de extraño, curioso, chocante, bello y misterioso en el mundo , y lo ha contemplado en una actitud de Realidad última y/o en los modos que pudiera entenderse la enseñanza del Tao. En estos grabados, y en su obra toda , esa actitud mental le ha servido para que su arte pueda considerarse, sin ninguna clase de duda, permanentemente joven. Tàpies ha hecho público sus fuentes, cuando demasiados artistas se pasan la vida entera ocultando las suyas.

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