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El español hablado en Andalucía

MANUEL ALVARTal es el título de un libro de valor excepcional. Antonio Narbona, Rafael Cano y Ramón Murillo lo han escrito, y está tembloroso en nuestras manos. El planteamiento científico, desde la Presentación del libro, es de un ejemplar rigor. Porque Andalucía es una región donde se dan cita los lugares comunes, el más trivial pintoresquismo y la ignorancia más descabellada. Y hace falta que alguien con autoridad ponga las cosas en su punto (¿le harán caso?). Sólo así se habrá restituido la verdad a lo que no la tiene.

Otro de los motivos que nos atenaza es el complejo de inferioridad. Y junto a él, también, un complejo de superioridad disparatado e insolidario. Cuando vine a Madrid, una criada de Granada pretendía que mi hijo hablara bien y el chiquillo -de cuatro años- se metía el dedo para oprimir su lengüecilla; junto a esto, ¿no hay también un sentido de superioridad? Aquella otra criada de Churriana que me decía: "Ceñito, é que uhté habla tan má" ( señorito, es que usted habla tan mal). ¿No les han dicho nunca que ellos, como los aragoneses, como los leoneses, como los castellanos, pertenecen a una unidad superior, abarcadora y generosa, llamada español? Pero si hay un aragonés rural, o un castellano rústico, también hay un andaluz plebeyo y no hemos de creer que ninguna de estas modalidades tenga ningún carácter ejemplar.

Un día José Francisco de Montesinos -en Berkeley- me contaba cómo vino a Madrid con su pronunciación andaluza. Navarro Tomás le pidió que hablara la lengua de cultura y Montesinos se hizo cargo de la petición. Yo hablaba mucho con él. ¿Costaba ningún esfuerzo entenderlo a él o entenderme a mí? Creo que esto es lo que con toda razón dicen los autores de este libro: "Una lengua como la nuestra, muy extendida por territorios extraordinariamente distintos, no tiene un único modelo correcto". Es verdad, hay una norma panhispánica, pero la realidad del español es variada. No podemos decir que la barbarie sea una norma, pero el habla de la gente ilustrada, sí. Y la lengua escrita también. Lorca tenía una pronunciación muy granadina, pero ¿cómo era el español que escribía? Usemos la modalidad que en cada caso nos sea más conveniente, pero no olvidemos que por encima de tirios y troyanos está la obligación de mantener la unidad.

Un día, en Daroca, celebrábamos un congreso de Edad Media en Aragón. El bárbaro de turno me increpó: si usted no es aragonés, ¿por qué habla de Aragón? Valle-Inclán había dicho para ese perspicuo observador: "Para hablar de los elefantes hace falta ser proboscidio". Hablaremos de estas cuestiones, pues tenemos tela cortada para muchos días. Volveré porque el libro merece la pena, porque está escrito con ponderación y madurez, porque al fin de cuentas, aunque alguna vez discrepe, estoy totalmente de acuerdo con esos catedráticos andaluces que pueden hablar de los elefantes.

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