_
_
_
_
_

Los chicos de plata recuerdan a su técnico Los subcampeones de los Juegos de Los Ángeles 84 hablan sobre Díaz Miguel, fallecido el lunes

Antonio Díaz Miguel, el máscarón de proa del baloncesto español durante los 27 años que ejerció como seleccionador (desde 1965 hasta 1992), falleció el lunes por la noche. La ceremonia fúnebre se llevará a cabo hoy al mediodía en la iglesia de San Agustín de Guadalix (Madrid). Díaz Miguel había nacido hace 66 años en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Llevó a la selección a ganar dos medallas de plata en los Europeos de 1973 y de 1983 y al mayor éxito de su historia, otra medalla de plata, pero esta vez en los Juegos Olímpicos de 1984 en Los Ángeles. Colgarse al cuello aquella medalla, recibir el reconocimiento de los espectadores que llenaron el Forum de Inglewood y ser felicitado sobre el mismo podio por los míticos entrenadores de los que tanto aprendió, como Bobby Knight -su rival aquella noche-, Lou Carnesecca o Dean Smith, fue el momento de mayor esplendor tanto para él como para el baloncesto español. Varios de los jugadores que sudaron la camiseta española en aquellos Juegos Olímpicos y que se midieron aquel 11 de agosto de 1984 a Michael Jordan, Ewing o Mullin hablan sobre su entrenador. - Fernando Romay

Díaz Miguel era muy meticuloso. Me gustaría echar un vistazo a sus cuadernos. Tenía muy buen talante, pero también arrebatos de mal genio que pagaba con la camilla del masajista -Paco Binaburo-, a la que daba unos puñetazos tremendos. En los Juegos de 1984, nosotros no nos dábamos cuenta de lo que estábamos haciendo. El único momento en que fuimos conscientes fue antes de la final, cuando nos estábamos cambiando en el vestuario de Los Ángeles Lakers, con los nombres míticos de Worthy, Abdul Jabbar y Magic Johnson en las taquillas. Teníamos allí unas carpetas con cantidad de telegramas que habían llegado desde España y Díaz Miguel se puso a leerlos. Recuerdo uno de Mónica Randall, sex symbol de la época, que nadie podía imaginar que siguiese el baloncesto. Estábamos tan ensimismados que casi ni jugamos la final. Tuvieron que venir al vestuario para avisarnos y decirnos "¡venga, a la pista, que ya está la televisión!"

- Nacho Solozábal

Siempre fue un hombre al que le gustó innovar. Viajaba a menudo a Estados Unidos para aprender. Los métodos de entrenamiento que adaptaba a la selección española causaron mayor impacto al principio. Siempre buscaba algo nuevo. Pretendía crear un ambiente de equipo y presumía de ser amigo de los jugadores y de sus familias. En Los Ángeles, por ejemplo, nos llevó a todos a ver un recital de Julio Iglesias, con el que después tuvimos la ocasión de departir.

- José Manuel Beirán

Las celebraciones fueron antes del partido. Díaz Miguel empezó a darnos la charla técnica mientras nos cambiábamos pero alguien le dijo que lo dejara, que la final la jugábamos contra Estados Unidos. Al Preolímpico fue Villacampa así que me fui de vacaciones a la India sin dejar ningún teléfono de contacto. Al volver a casa fue cuando me encontré en el buzón con una carta reclamándome para que me incorporase a la selección.

- Andrés Jiménez

Marcó una etapa clarísima por el tiempo que estuvo en la selección y por los resultados que alcanzó. Tenía un carácter pasional que contagiaba. Muchas veces durante el partido saltaba y se desgañitaba. Tenía tendencia a ser excesivo, en la victoria y en la derrota. Dejó un poso por su clarividencia para adaptar los métodos del baloncesto americano, que se reflejó en los resultados que se alcanzaron.

- Fernando Arcega

Díaz Miguel era el entrenador que más estudiados y preparados llevaba los partidos de todos los que he conocido. Una vez, ya en la Villa Olímpica, Antonio nos pilló fumando en la habitación a Iturriaga y a mí pero no nos dijo nada. Era un hombre muy meticuloso, muy estricto, pero también nos dejaba sueltos fuera de la pista.

- José Luis Llorente

Antonio nos daba mucha libertad a los jugadores. Recuerdo que, para nuestra sorpresa, el día anterior a la semifinal olímpica contra Yugoslavia tan sólo nos citó a una hora para la charla técnica. Al volver a la Villa Olímpica nos pasamos de desvío y llegamos tarde. Al entrar a la charla Antonio nos miró, pero no nos dijo nada. No quiere decir que no fuese riguroso, pero estaba más preocupado en que el equipo estuviese bien anímicamente. Era muy castizo, soltaba muchos chascarrillos y frases hechas en los entrenamientos, en las charlas ["Oye tú, siete machos", "curri", etc.] Creaba buen ambiente.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_