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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Policía en las aulas

Ante la ola de violencia desatada en algunos institutos, el Gobierno francés ha decidido permitir la entrada de la policía en un número limitado de centros escolares para reprimir los actos criminales en el momento en que se produzcan. La abrupta medida sólo resulta comprensible si es temporal y limitada, y dentro de un plan más amplio para ir a la raíz de esa violencia que corroe la escuela pública, uno de los pilares de la Francia republicana.Aunque estadísticamente la violencia escolar se haya estabilizado, en las últimas semanas se han vivido casos de torturas de jóvenes, incendios provocados o ataques al profesorado, que han generado, como reacción de protesta, huelgas y ocupación de centros, incluso por parte de padres de alumnos. Según una investigación universitaria realizada por encargo del Gobierno, las causas de esta violencia y malestar son múltiples y complejas: entre otras, un marcado aumento de la desconfianza de los alumnos hacia la capacidad didáctica del profesorado, la falta de estabilidad de éste al cambiar constantemente de centros y una justicia escolar insuficiente.

La posible irrupción de la policía en 75 centros preseleccionados, cuya relación se mantiene en secreto por razones de eficacia, forma parte de un plan más amplio del Ministerio de Educación. De hecho, es la segunda fase de un plan de lucha contra la violencia escolar que contempla también una mayor selección local del profesorado, la contratación de 7.000 personas este año en 470 centros para labores de enfermería, vigilancia, ayuda a la educación y relaciones con las familias, además de nuevas medidas para la integración de alumnos difíciles y para impulsar la educación cívica. Pero en el fondo late un problema que el ministro Claude Allègre definió como un rechazo social que lleva a una exclusión escolar, y ésta, a su vez, a la violencia. Pese a todos sus planes, el ministro tuvo que admitir que, por sí sola, la educación no puede resolver sus propios problemas.

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