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Una antológica de Isidre Nonell recupera su visión marginal y oscura de Cataluña

El Museo de Arte Moderno de Barcelona exhibe 104 obras del gran pintor posmodernista

Es famoso por sus pinturas de gitanas, que tanto escandalizaron a sus contemporáneos, y no es extraño porque éste fue el tema central de la corta trayectoria artística de Isidre Nonell (1872-1911), considerado el principal artista catalán de la generación posterior al modernismo. Hasta el 2 de abril, el Museo de Arte Moderno de Barcelona, en colaboración con la Fundación Mapfre Vida, presenta una antológica que revisa la trayectoria de este artista que hacía protagonistas de sus dibujos y pinturas a los marginados y desheredados de la Cataluña del pasado fin de siglo.

Hay pocas referencias en la biografía y estudios sobre Isidre Nonell que expliquen su predilección por la cultura gitana, aunque es evidente que fue fundamental en su obra. Se sabe que le gustaba el flamenco (incluso lo cantaba mientras pintaba), que visitaba habitualmente los barrios marginales de Barcelona, cuyo paisaje fue el tema de muchos de sus dibujos, y que en la puerta de su estudio del barrio de Gràcia solían esperarle siempre varias gitanas, que acudían para hacerle de modelos de unos cuadros en los que él solía presentarlas dignas pero abatidas, con tonos oscuros y la cara semiescondida en el mantón.Isidre Nonell era hijo de un fabricante de fideos y pasta, y se dedicó a la pintura pese a que su familia acogió la idea sin excesivo entusiasmo. Pasó por varias academias y escuelas de la época para aprender el oficio y, entre 1897 y 1900, realizó la imprescindible estancia en París para conocer la modernidad artística. Antes, había pasado por un pequeño y breve periodo paisajístico y se había dado ya a conocer como dibujante e ilustrador, trabajo este último en el que perseveró a lo largo de su vida.

Los 'cretinos'

De este periodo destaca la serie de los Cretinos, realizada a raíz de la estancia de Nonell durante el verano de 1896 en el valle pirenaico de Boí, en el que una parte de la población estaba afectada por la enfermedad del cretinismo. De aquellos dibujos, influidos formalmente por la estampa japonesa, realizó primero los esbozos y luego los acabó en Barcelona.

En París también le interesaban los desheredados, y éstos fueron los temas principales de sus dibujos, relacionados en cierta manera con Daumier, artista al que, junto a Monet y Toulouse-Lautrec, admiraba Nonell. De vuelta a Barcelona aparcó momentáneamente el dibujo para centrarse en la pintura. Sus temas, gitanos y gitanas a los que en sus primeros años presentaba con una paleta clara que al poco se tornó más oscura y, como casi siempre fue habitual en él, mostrando la figura de perfil o en escorzo y de medio cuerpo.

La primera de las cuatro exposiciones que Nonell realizó en la Sala Parés para presentar estas obras se celebró en 1903 y, como en las otras, obtuvo una absoluta unanimidad: no le gustó a la crítica ni al público y no vendió ninguna obra. "Causan verdadera repulsión", comentó un crítico de la época, y otro afirmaba que era tal el odio que despertaba que "los más impulsivos piden para él la horca o la cárcel, los pacíficos extrañan que no se le haya recluido en una casa de salud y los más benévolos se contentan con que se le cierren todas las puertas y se quemen sus obras".

Casi fue así. Nonell siguió pintando y dibujando, respetado por unos pocos y ninguneado por muchos. Hasta 1910, un año antes de su repentina muerte por el tifus a los 38 años de edad, no obtuvo el reconocimiento, con una gran retrospectiva organizada en las Galeries del Faianç Català de Barcelona, a instancias del intelectual modernista Miquel Utrillo. En los últimos años había aclarado su paleta y cambiado en algunos casos las modelos de sus figuras por mujeres payas, pero la sorpresa a su muerte fue descubrir que había abandonado por completo la figura para dedicarse con afán al género del bodegón.

La exposición, que entre el 13 de abril y el 18 de junio se presentará en Madrid, está integrada por 104 obras, en las que hay 59 pinturas y 45 dibujos. Refleja las distintas etapas estilísticas y temáticas del artista, y tiene, como uno de sus alicientes, el hecho de que buena parte de las obras pertenecen a colecciones privadas, por lo que hacía muchos años que no se habían exhibido. Según comenta Cristina Mendoza, directora del museo y comisaria de la exposición junto a la conservadora Mercè Doñate, la trayectoria de Nonell fue tan corta que es fácil preguntarse: "¿Qué habría pasado si no hubiera fallecido tan pronto?".

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