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Los rusos lanzan el asalto sobre Grozni

Los militares rusos aseguran que la ciudad es un campo de minas con nidos de ametralladoras

El anunciado asalto final de Grozni se inició la pasada madrugada desde diversos puntos del estrecho cerco que, desde hace semanas, mantienen las tropas rusas. Los paramilitares de Bislán Gantamírov, antiguo alcalde de la capital chechena sacado de la cárcel por Borís Yeltsin -donde penaba una condena por robo-, para sumarle a la causa rusa, abrían brechas múltiples en las defensas enemigas, precediendo a las tropas del Ministerio del Interior. Carros de combate y columnas de humo les protegían de los ataques de los guerrilleros independentistas. El objetivo es lograr el control rápido y completo de la capital que simboliza la resistencia chechena. La artillería rusa actuaba sincronizada, bombardeando todas aquellas posiciones en las que los guerrilleros presentaban resistencia o realizaban ataques.La cadena privada de televisión NTV informaba ayer por la mañana de que las tropas federales avanzaban hacia el centro de la capital chechena desde los barrios de Chernorrechie, Staropromislovskaya, Jankalá y Siéverni.

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Aslambek Ismaílov, vicejefe del Estado Mayor checheno, reconocía la progresión del enemigo y señalaba que se registraban encarnizados combates. Su jefe, Mumadí Saidáyev, localizaba uno de los principales enfrentamientos en un cruce urbano del que parten las carreteras a Shatói y Gudermés. A 500 metros se encuentra la plaza Minutka, escenario, el día 5, del peor revés de las tropas federales en esta guerra, al sufrir una emboscada una columna de blindados. Saidáyev informó también del bombardeo del palacio presidencial y de combates en la carretera del aeropuerto, cerca de un puente sobre el río Neftianka. Según él, las tropas rusas están sufriendo muchas pérdidas humanas y de material.

La suerte está echada

Nikolái Saítsev, el coronel que manda una de las columnas del Ministerio del Interior que debía penetrar en la ciudad desde el Este, aseguraba a la agencia France Presse que el avance se efectuaba con la máxima prudencia para limitar el número de bajas. Estas tropas, a diferencia de las del Ejército, son las encargadas de las labores de infantería.

Según Nikolái Koshman, una especie de virrey civil para Chechenia, la suerte está echada y la batalla concluirá en cuestión de días. Malik Saiduláyev, jefe de un Gobierno fantasma prorruso, estima, por el contrario, que Grozni no caerá antes de fin de año y que, en el camino, quedarán las vidas de decenas de miles de civiles y combatientes de ambos bandos.

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El primer canal televisivo estatal, ORT, citaba medios militares que se inclinan por la solución rápida, pero la agencia Interfax atribuía a fuentes del Ministerio de Defensa una versión contradictoria, según la cual no hay fijado un plazo para conquista, que podría retrasarse aún dos semanas. "Yo tendría mucho cuidado antes de utilizar la palabra asalto", señalaba Mijaíl Kozhukov, portavoz del primer ministro ruso, Vladímir Putin. "La operación se desarrolla de forma rutinaria y nada extraordinario está ocurriendo en Grozni". Los indicios apuntaban, sin embargo, en sentido contrario.

Los boievikí venden muy cara su derrota y libran una batalla feroz contra un enemigo cuya superioridad en hombres y armas es abrumadora. Los rusos pretenden tomarse la revancha de la humillación sufrida en 1994, cuando los guerrilleros jugaron al gato y al ratón con los carros de combate rusos y dejaron las calles de Grozni sembradas de cadáveres y de blindados convertidos en chatarra humeante.

Los jefes militares chechenos, entre ellos supuestamente el señor de la guerra Shámil Basáyev -el enemigo público número uno de Rusia-, se reunieron la noche del jueves en la capital sitiada y retocaron su estrategia. Ismaílov declaró luego que no se había dado la orden de abandonar la ciudad, por mucho que la caída de ésta parezca inevitable. Ya en 1995, cuando los chechenos perdieron Grozni, tras encarnizados combates, lograron después su reconquista. La suerte de la guerra, pues, no está echada en estos días.

Fuentes rusas aseguran que los guerrilleros llevan días intentado huir de Grozni a través del sistema de alcantarillado, y prometen que esta vez no se les dejará huir. Según los militares, más de 100 chechenos han muerto en los últimos días sin poder lograrlo. Desde el otro bando, se replica que son los soldados rusos los que han caído por centenares al aventurarse hacia el centro de la ciudad en misiones de reconocimiento.

El servicio de prensa del Ministerio de Defensa, en una indicación de lo que está por venir, aseguraba el viernes que Grozni "es toda ella un campo de minas, reforzado por nidos de ametralladoras y de morteros".

Una guerra muy sucia

La guerra es, literalmente, cada vez más fría y más sucia. El hielo, la nieve y el barro endurecen un conflicto que se prolonga ya más de tres meses. Los combatientes están cansados, pero la peor parte la sufren los civiles inocentes (entre 10.000 y 40.000), que viven como trogloditas en los sótanos de Grozni -la mayoría de ellos rusos o de otras nacionalidades del país- y se juegan la vida cuando salen a la superficie en busca de un poco de comida.

La guerra tiene abierto otro frente en las zonas montañosas del Sur y el Este de Chechenia. Una audaz operación efectuada por los paracaidistas rusos cerca de la frontera con Georgia cortó hace 10 días la principal vía de escape de los boievikí que, desde entonces, no han cesado de intentar la reconquista, por tres veces y siempre sin éxito, según la agencia Interfax. La página web de los rebeldes en Internet reconocía el viernes que el enemigo, apoyado por helicópteros artillados, ha tomado el control de un sector vital de carretera en el estratégico desfiladero de Argún.

La misma tierra que fue escenario en el siglo XIX de la legendaria resistencia del imán Shamil a la ocupación zarista registra hoy un enfrentamiento desigual que sólo puede tener un ganador, Rusia, pero que anticipa una costosa guerra de guerrillas.

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