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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Diálogo y respeto mutuo

En mi doble condición de constante lector de este diario -suscriptor, incluso- prácticamente desde su creación, y de sencillo "cristiano de a pie", me siento en el deber de expresarle mi dolor y mi repulsa ante el infeliz artículo aparecido en el suplemento dominical del 19 de diciembre bajo el incitante título ¿Quién es Jesucristo?, precisamente al filo de las fiestas de Navidad.Todos tenemos el deber de defender y facilitar la libertad de expresión, y más específicamente de información y de prensa, pero, al mismo tiempo, de respetar al máximo las ideas y las creencias de los demás, según nos lo recuerdan los artículos 10, 18 y 20.4 de nuestra Constitución, inspirados por el espíritu que hizo posible la transición democrática en nuestra problemática España.

Precisamente el 20 de diciembre, con motivo de un atrayente acto académico en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, hice explícita referencia a ello al analizar el acuciante problema de la eficaz protección de la juventud y la infancia en relación con los "medios de comunicación social".

Ahora y aquí, no puedo entablar debate, por razones obvias, con Juan Arias, a quien aprecio, pero, "más amigo de la verdad que de Platón" y sin perjuicio de que podamos dialogar con calma en otro momento y otra sede más adecuada, tengo que rechazar no sólo la patente inconveniencia de esa "crónica", sino sus varios errores -ad exemplum, sostener que ninguno de los cuatro evangelistas conoció en directo y personalmente a Cristo, cuando por lo menos uno de ellos, Juan, fue inequívocamente su fiel y constante discípulo y seguidor-; o graves silencios como el relativo a la sustancial polémica sobre la historicidad de los textos bíblicos, con avances notorios en favor de la autenticidad de los evangelios tras el descubrimiento de los manuscritos de Qum-Ram y otras indagaciones concordes de muy prestigiosos hombres de ciencia; y silencio también sobre la aportación de los creyentes en la órbita de las artes y de la cultura, y más específicamente la abnegación de millares y millares de hombres y mujeres que, a la luz del Evangelio, han consagrado y siguen consagrando sus vidas al servicio de cuantas personas sufren en cualquier país. Hagamos, pues, un esfuerzo, creyentes -de cualquier confesión religiosa o ideología- y no creyentes, por incrementar el respeto mutuo e intensificar el diálogo y, sin mengua de fidelidad a lo que en conciencia asumamos, luchemos conjuntamente para construir un mundo más justo, en suma, más humano.- .

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