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OPERACIÓN CONTRA EL CONTRABANDO A GRAN ESCALA

Ascenso discreto, caída ruidosa

Málaga es una ciudad poco dada a los mitos, pero últimamente Fernando Puche se había convertido en sinónimo de respetabilidad. Por eso ayer, cuando se supo lo de su detención, los malagueños no salían de su asombro.El mérito más sonado de Fernando Puche ha sido lograr, en menos de dos años al frente del Málaga C. F., rescatar al equipo de Segunda División B y colocarlo en Primera. Pero éste no era el primer ascenso estratosférico de su biografía. Fernando Puche Doña vino al mundo en la depauperada Málaga de 1946. Comenzó fregando vasos en un bar, algo que, lejos de esconder, lleva muy a gala. Con el tiempo hizo algunos ahorros y entró en el negocio del suministro de buques en el puerto de Málaga. Se convirtió en la única persona que vendía a los barcos que recalaban en la ciudad cualquier cosa que pudieran necesitar, desde combustible hasta una lechuga. Explotó bien el filón. Haciendo una piña con sus empleados, con los que mantiene una relación paternalista -ayer lloraban al verlo salir detenido-, fue consolidando su negocio, que hoy tiene sucursales en Cádiz, Algeciras, Vigo, La Coruña, Gibraltar, Panamá y La Habana (Cuba). También posee una promotora, una compañía agrícola y una cafetería.

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De puertas afuera, Puche es hermético. La única estridencia que se permite este hombre bajito de aspecto anodino es conducir un Mercedes 500 que pagó a tocateja. Está casado y tiene cuatro hijos. Le gusta el fútbol y la Semana Santa. Vive en el Puerto de la Torre, una urbanización de clase media. En las pasadas municipales rechazó una oferta de Jesús Gil para encabezar una lista por Málaga. No quería significarse. Aparte del ascenso del Málaga, su detención es el único campanazo que ha dado Puche.

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