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Reportaje:

La cabeza perdida de Lenin

La Comunidad de Madrid busca un valioso busto enterrado en la capital en 1936, obra de Francisco Pérez Mateo

Vicente G. Olaya

La cabeza de Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, está sepultada en Madrid. El busto del líder bolchevique, valiosa obra del escultor Francisco Pérez Mateo, fue enterrado en el barrio de Cuatro Caminos en 1936, en los primeros días de la guerra civil, y el Gobierno regional de Alberto Ruiz-Gallardón, del PP, ha decidido recuperarlo. El viceconsejero de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, Juan Carlos Doadrio, lo explicó ayer así: "Los informes técnicos dicen que el busto está bajo el asfalto. Intentaremos hallarlo".Pese al olvido de su persona, el legado de Pérez Mateo, fallecido en el frente de Carabanchel en 1936, permanece. Su obra fue considerada "motor de la generación que impulsó el cambio en los presupuestos estilísticos del siglo XX", y sus esculturas pueden ser admiradas en la actualidad en el Museo Reina Sofía de Madrid y en el de Arte Contemporáneo de Barcelona.

La historia del busto perdido de Lenin comienza en noviembre de 1936, cuando Francisco Pérez Mateo, un escultor de izquierdas de 36 años, premio Nacional de Escultura en 1928, decide presentarse voluntario en el frente de batalla de la Ciudad Universitaria. Pérez Mateo estaba convencido en aquel noviembre de 1936 de que debía empuñar un fusil y luchar contra aquellos a quienes tanto había atacado con su obra y su palabra. No en balde en 1933 había participado en la Primera Exposición de Arte Revolucionario, era miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios de Madrid y destacado integrante de la Alianza de Intelectuales Antifascistas.

Pero el artista, antes de partir para el frente, tuvo un mal presentimiento. Al ver cercana su muerte, vendió sus propiedades (un chalé en Cuatro Caminos y dos de sus últimas obras, Lucha grecorromana y Busto de Lenin, encargado por el Partido Comunista) a un músico llamado Pereda. Luego partió a la guerra.

El presentimiento se cumplió: el 6 de noviembre murió en el frente de Carabanchel. Su chalé siguió en pie hasta el año pasado, pero de las esculturas nunca más se supo.

En febrero de este año, en la Dirección General de Patrimonio de Madrid se recibió una curiosa petición. La constructora vasca Ondare Lan, que deseaba levantar un bloque de pisos en el ahora céntrico barrio de Cuatro Caminos, reclamaba al Gobierno regional permiso para abrir el subsuelo de la esquina de las calles Justo Dorado y Explanada. La empresa, que había adquirido la finca donde se levantaba el chalé, descubrió que las dos obras desaparecidas estaban bajo la acera. Pero no las podía extraer. Era necesario un permiso oficial. Gonzalo Urrestarazu, gerente de la constructora, lo explica así: "Pérez Mateo, antes de partir, vendió el chalé y las esculturas a la familia Pereda. Pero las tropas de Franco estaban ya muy cerca. El padre, temiendo que las descubriesen, las tiró en un barranco a unos metros del chalé. Las ocultó con algo de tierra y nunca más volvió a desenterrarlas".

Lo que en 1936 era un barranco de las afueras del barrio de Cuatro Caminos, se convirtió con el paso del tiempo en un cruce de calles. Pero, aun así, los Pereda siguieron manteniendo el secreto. Hace un año, la constructora vasca compró el chalé al maestro José Pereda, hijo del anterior propietario. Sólo entonces José Pereda relató la historia que su familia había mantenido en secreto durante 63 años. Los responsables de la constructora se comprometieron a hacer todo lo posible para recuperar las obras.

Tras la petición de la empresa, el viceconsejero de Patrimonio, Juan Carlos Doadrio, encargó un informe sobre las posibilidades de hallar las dos esculturas. Los especialistas de Patrimonio determinaron pronto su posible localización. "Coincide", se lee en el informe, "con parte de la acera y la vía pública de la calle de Justo Dorado. Sería necesario abrir una zanja transversal en mitad de la calle con el fin de ver la sección del antiguo barranco [donde Pereda tiró las obras]". Se calcula que se encuentran a tres metros de profundidad. "Es posible que alguna conducción del gas o de agua las haya destrozado. Nada es descartable, teniendo en cuenta que no había, hasta ahora, constancia de su existencia", explica Doadrio.

Los especialistas destacan en su informe el "gran valor de rastrear las piezas perdidas de Pérez Mateo para conocer mejor esa generación truncada por la guerra". Se refieren a que el artista fue contemporáneo y amigo de escultores tan notables como Victorio Macho, Emiliano Barral y Daniel González. Pérez Mateo está considerado uno de los grandes y desconocidos escultores de los años treinta.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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