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La eterna vida de un vertedero

El cierre del vertedero del Garraf ha acabado convirtiéndose en el cuento de nunca acabar. Cada vez que se ha ido acercando una de las fecha señaladas para su clausura (la primera fue en 1986), se ha prorrogado la vida del vertedero al que va a parar la basura que genera Barcelona y buena parte de su entorno metropolitano. Días después de que la Entidad Metropolitana del Medio Ambiente (EMMA), de la que depende la gestión de los residuos de este territorio, reconociera que las instalaciones no podrían clausurarse el próximo 1 de enero como estaba previsto, la Diputación de Barcelona modificó el plan especial del Garraf, un trámite imprescindible para alargar el plazo hasta el 31 de diciembre del 2004 en el caso de los residuos orgánicos y hasta finales del 2006 en el de los inertes.En el vertedero del Garraf, enclavado en el valle de En Joan, en pleno parque natural del Garraf, se deposita cada año más de un millón de toneladas de basura. El valle es ahora una enorme montaña de basura de 450 metros de alto y unas 65 hectáreas de superficie (el equivalente a otros tantos campos de fútbol). Una montaña rellena de las basuras acumuladas desde 1974, cuando el Ayuntamiento de Barcelona encontró en este emplazamiento una alternativa al saturado basurero de Montjuïc.

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La primera vez que se habló del cierre del vertedero fue en 1981, cuando la extinta Corporación Metropolitana de Barcelona, presidida entonces por Narcís Serra, aseguró que las instalaciones se cerrarían en 1986. Una primera prórroga situó su final en 1988. El plazo tampoco se cumplió y entretanto buena parte del macizo del Garraf, incluido el valle de En Joan, fue declarado parque natural.

El plan especial de protección del Garraf declaraba que el vertedero era incompatible con sus objetivos conservacionistas y establecía que su actividad debía concluir al cabo de 10 años. Cuando expiraba ese plazo, en 1997, la Diputación aprobó una modificación del plan especial por la cual se prolongaba la vida del vertedero indefinidamente para los residuos no orgánicos. Un año antes, la Diputación había acordado ampliar el perímetro de la zona donde se depositan las basuras.

El Programa Metropolitano de Gestión de Residuos Municipales (PMGRM), aprobado en 1997, fijó la clausura para el 1 de enero del 2000, la última fecha de cierre hasta que la propia EMMA reconoció que no se podría cumplir. El nuevo límite cronológico del vertedero del Garraf se ha situado ahora en el 2004, 18 años más tarde de lo previsto en un principio, aunque del límite físico de la instalación hace años que se habla: el vertedero se encuentra cerca de la saturación. La enésima prórroga no ha caído bien. Los grupos ecologistas temen que resucite el fantasma de la incineradora que debía construirse en la Zona Franca y que finalmente el PMGRM desestimó, aunque nunca del todo.

Los municipios afectados directamente por el vertedero también han hecho notar recientemente su oposición a que el mantenimiento de la instalación se eternice. Un organismo consultivo municipal de Gavà acordó pedir el cierre de la parte del vertedero situada en el término de la población, que viene a ser casi el 50% de las instalaciones. En cuanto al municipio de Begues, el consistorio impugnó en 1996 el acuerdo de la Diputación por el que se amplió el vertedero.

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Más beligerantes se han mostrado los vecinos ante el anuncio de la prolongación de la vida del vertedero. Las asociaciones de vecinos de Gavà, Begues, Castelldefels y Viladecans han asegurado que están dispuestas a entablar la guerra de la basura, una nueva versión de la batalla que desde hace años llevan a cabo por los impuestos que gravan el recibo del agua. Las entidades vecinales estudian la posibilidad de instar a los vecinos a no pagar las tasas de la recogida y el tratamiento de los residuos.

En el fondo del problema está el hecho de que la EMMA no ha encontrado a tiempo una alternativa al vertedero. El programa de residuos preveía dos depósitos controlados: uno en la Zona Franca, que trataría 350.000 toneladas de basura al año, y otro en el Baix Llobregat. El primero aún está en construcción; en cuanto al segundo, que debería emplazarse en el término municipal de El Papiol, todavía es una hipótesis, que además es vista con malos ojos por el consistorio de este municipio.

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