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DESAPARECE UN CRONISTA DE LA HUIDA

Muere en Tánger el escritor Paul Bowles, nómada de la generación 'beat'

El autor de 'El cielo protector' hizo del desplazamiento y el desamor su materia literaria

Andrés Fernández Rubio

Paul Bowles, nacido en Nueva York en 1910, llegó a la antigua ciudad del pecado que fue Tánger a los 21 años, "la ciudad huérfana", como la definió más tarde.Viajero por América (vivió en México más de cuatro años y su español era suave y preciso), Europa y Asia (donde compró una pequeña isla en Ceilán), no se instalaría definitivamente en Tánger hasta 1952, y apenas la abandonó salvo para adentrarse en el Sáhara y en otros lugares de Marruecos, o viajar a Nueva York y Madrid para recibir tratamiento médico o escuchar su música en concierto. Otro de sus destinos fue Málaga, donde su mujer desde 1938, Jane Bowles, autora de Dos damas muy serias, murió en 1973 tras una dolencia cerebral que duró 16 años. Bowles se quejaba, en su apartamento de Tánger, de una biografía sobre su mujer cuya autora no retrató a la Jane de antes de la "horrible" enfermedad, una mujer divertida y humorística, de una alegría desbordante.Ambos vivieron una especial historia de amor, por encima de sus preferencias sexuales, que acabó de forma dramática -la amistad de Jane con una marroquí con la que vivió más de 20 años era considerada por Bowles como cercana a la posesión demoniaca, y a veces pensó que esa codiciosa criada-amante envenenó a la escritora-. Pero les quedaban los recuerdos de sus inicios juntos en plena juventud y belleza; de su escapada de Estados Unidos, que ejemplificó el impulso nómada de una generación; del izquierdismo y su militancia por unos meses en el Partido Comunista, y de su descubrimiento de Tánger, una ciudad internacional que a Paul Bowles le pareció maravillosa en su mezcla de cosmopolitismo y exotismo, "una ciudad como uno se imagina que debía de ser Europa en la Edad Media".

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Bowles había acudido por primera vez a Tánger por recomendación de Gertrude Stein como lugar ideal para pasar las vacaciones. Ya instalado allí, sirvió como polo de atracción de artistas homosexuales o vinculados a Nueva York y a la generación beat, como Tennessee Williams, Truman Capote, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gore Vidal, Gregory Corso, Djuna Barnes o Cecil Beaton. Subían hacia el café Hafa, sobre los acantilados, y contemplaban el estrecho fumando kif.

Desintegración

Bowles participaba de los ideales de los beat, del humor, la franqueza sexual, la ecología o el candor político, pero escorados en su literatura hacia la oscura desintegración, el desplazamiento físico y psicológico y el miedo, desde su punto de vista la emoción principal del hombre, "la que mueve el mundo, más que el amor".

Tánger significó el descubrimiento del kif, bajo cuyos efectos escribió páginas de La tierra caliente y de los relatos de El jardín. En una carta a Alec France dice: "Podía escribir usándolo, pero siempre sin miedo a quemarme, por así decirlo. En cuanto comprendí esto desaparecieron todas las pesadillas, la compulsión y la angst (...) Solucioné mi problema de todos los días y por fin encontré placentero vivir, que es lo máximo que cualquiera puede desear".

En 1949, Bowles publicó su primera novela, El cielo protector, "una historia de aventuras en la que éstas ocurren en dos planos simultáneos: en el desierto real y en el desierto interior del espíritu". Pasaron 40 años hasta que la obra, y el propio Bowles, recibieron un impulso inesperado gracias al largometraje de Bernardo Bertolucci, interpretado por John Malkovich y Debra Winger. La película le sacó de los apuros económicos en los que vivía, y aunque incluso apareció en un pequeño papel, Bowles la consideraba fallida: "La parte final es muy mala, creo que el equipo de rodaje no veía el momento de volver a Roma tras todo ese tiempo filmando en el sur".

El escritor reconocía la inspiración autobiográfica de los dos personajes, Port y Kit, que, perdido el secreto de la felicidad conyugal, desembarcan en el Sáhara. "El protagonista masculino es mi autorretrato, y aunque Jane no estuvo conmigo en ese viaje, digamos que la he utilizado como modelo, del mismo modo que lo hace un pintor".

La película sirvió para que el escritor fuera redescubierto en su país, donde se programó su música y se reeditaron sus libros y ensayos, se publicaron sus fotografías, una biografía, sus cartas, un documental... "¿Qué carrera necesita un octogenario?", respondía él.

Recluido en Marruecos, lejano en su nomadismo interior a realidades tan duras como la pobreza y la opresión política, Bowles había renunciado a la brillantez de la vida literaria y musical de Nueva York para seguir el aforismo de Kafka, uno de sus escritores favoritos: "A partir de un cierto punto, ya no hay posibilidad alguna de retorno. Ése es el punto que es preciso alcanzar". Alumno de Virgil Thompson y Aaron Copland, crítico musical, se relacionó con los surrealistas y participó del movimiento beat en los cincuenta y underground en los setenta. Fue apadrinado por Gertrude Stein y la protagonista de Adiós a Berlín, de Christopher Isherwood, lleva su apellido. Escribió música para obras teatrales de Tennessee Williams, Jean Cocteau y Lilliam Hellman, colaboró con Orson Welles, John Huston o Elia Kazan; Leonard Berstein estrenó en 1943 su composición The wind remains, basada en Así que pasen cinco años, de García Lorca...

Indiferente al éxito inicial y final de un recorrido teñido de penas y complicaciones en su extenso tramo medio, Paul Bowles decía en el desastrado apartamento de Tánger del que no quiso mudarse: "Ni cuando esté muriéndome voy a decir que hubo una época en la que me sentía maduro, porque uno siempre está cambiando y nunca llega a nada. Llegar a algo tampoco es necesario. Morir sí, todo lo inevitable es necesario".

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