_
_
_
_
_
EL NUEVO AISLACIONISMO

EE UU da la espalda al mundo

Washington opta por ejercer su liderazgo mundial sólo en función de sus intereses nacionales

Estados Unidos puede perder su escaño en la Asamblea General de Naciones Unidas si no paga parte de los 1.800 millones de dólares (poco menos de 300.000 millones de pesetas) que debe a ese organismo antes del próximo 31 de diciembre, advirtió el jueves Stephen Schwebel, presidente del Tribunal Internacional de Justicia. Pero EEUU es también el país donde menos alarma despierta esa posibilidad. En el cenit de su potencia imperial, el gigante está ensimismado políticamente. Si defiende con vigor una globalización que le permita colocar aún más en todo el planeta sus mercancías, capitales, valores y formas de vida, el gigante se encierra en materia política en lo que Bill Clinton denuncia como "nuevo aislacionismo".Tal es el ensimismamiento, que Clinton, que conquistó en 1992 la Casa Blanca ofreciendo una mayor dedicación a los asuntos domésticos tras presidencias de tanta proyección mundial como las de Ronald Reagan y George Bush y que jamás ha tenido una política exterior clara, ambiciosa y coherente, ha terminado por convertirse en uno de los pocos internacionalistas de Washington. Frente a la mayoría republicana del Congreso y buena parte de la opinión pública, Clinton defiende que EEUU no puede abandonar su obligación de desempeñar un mínimo liderazgo político planetario.

Más información
Decisiones unilaterales
Washington pretende que Sol Meliá llegue a un acuerdo con una familia del exilio cubano
La cadena gestionará más hoteles

El Congreso acaba de propinarle dos tremendas bofetadas al presidente, al que juzgó por el caso Lewinsky el pasado invierno. La más peligrosa es el rechazo de la ratificación del Tratado de Prohibición Completa de Pruebas Nucleares (TPCPN). Liderados por el extremista republicano Jesse Helms, los senadores han optado por reservar el derecho a hacer ensayos nucleares reales a un país que es, con mucha diferencia, la mayor potencia atómica y también la más preparada para simular en ordenadores esos experimentos.

En sus debates sobre el TPCPN, los senadores lo han dejado claro: no se fían. Ni de grandes potencias nucleares como Rusia o China, ni de aspirantes como Irak, Irán o Corea del Norte, ni de la ONU, que apadrina ese tratado, ni de ningún eventual mecanismo internacional de control de las pruebas. Pero el legislativo de EEUU no sólo desconfía de todos, sino que también quiere gastar menos dólares en financiar elementales objetivos de política exterior.

Menos ayuda exterior

Clinton se ha visto obligado a vetar los presupuestos de ayuda exterior que le han sido remitidos desde el Capitolio. Las cuentas del legislativo no incluyen el cumplimiento de promesas de la Casa Blanca como el pago de las deudas a la ONU, la financiación de los acuerdos de Wye Plantation entre israelíes y palestinos, la ayuda para desmantelar el caos de los arsenales nucleares rusos, la condonación de la deuda de los países pobres centroamericanos o el apoyo a misiones de paz en África.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Los norteamericanos están encantados de que el mundo coma, beba, se vista, compre, vea cine o navegue por Internet como ellos. El libre comercio es uno de los principios fundacionales de la nación norteamericana. Pero el aislacionismo político, la voluntad de dar la espalda a los conflictos del mundo, es otro pilar estadounidense. Eso llevó al Congreso a rechazar el Tratado de Versalles y la creación de la Sociedad de Naciones, que pusieron fin a la I Guerra Mundial. El hecho de que ese rechazo sea el único precedente de la derrota sufrida en el Capitolio por el TPCPN abre un inquietante interrogante sobre qué está pasando en el país al que el resto del planeta mira en busca de liderazgo.

EEUU sólo asumió su condición de superpotencia mundial en la guerra fría, cuando vio una amenaza en la Unión Soviética. Pero ya no hay nazis ni comunistas que desafíen seriamente el modelo norteamericano, sino pequeños satanes como Sadam Husein, que pueden ser contenidos con la política de la cañonera. O narcotraficantes y terroristas internacionales, para los que bastan el FBI, la CIA y organismos semejantes.

Aquellos denunciados por Clinton como "aislacionistas" prefieren el epíteto "unilateralistas". Son los que han llevado a que EEUU rechace numerosos acuerdos internacionales, dominan en el Partido Republicano y no son pacifistas. Creen que EEUU debe incrementar su gasto militar para poder intervenir en solitario allí donde exista amenaza a sus intereses. No quieren tratados internacionales, sino manos libres y bien armadas. Desean que EEUU se dote del costosísimo avión F-22 Raptor y lo único que le aplauden a Clinton es que haya decidido resucitar la Guerra de las Galaxias con ensayos para interceptar misiles balísticos. George Bush, el gobernador de Tejas y principal aspirante republicano a suceder a Clinton, se sitúa en ese campo.

Sandy Berger, consejero de Seguridad de la Casa Blanca, lo explica muy bien. "El nuevo aislacionismo de 1999 se equivoca en lo mismo que el de hace seis o siete décadas: la no comprensión de que los conflictos locales pueden tener consecuencias globales", dice Berger. "Los nuevos aislacionistas", añade, "creen en una política exterior de mera supervivencia, en construir una barrera fortificada en torno a EEUU y protegersetras ella. Y si otras naciones protestan, peor para ellas, porque somos más ricos y más fuertes".

Pero incluso en el campo demócrata el internacionalismo no despierta furor. La política exterior ocupó apenas unos minutos en el debate que, el miércoles, celebraron Al Gore y Bill Bradley. Ambos prometieron que si son elegidos presidentes volverán a someter el TPCPN a la ratificación del Senado. Pero, preguntado sobre si apoya la participación de su país en operaciones como la de Timor Oriental, Bradley añadió: "Hay 32 conflictos étnicos en el mundo y EEUU no puede intervenir en todos. Sólo debemos implicarnos cuando estén en juego nuestros intereses nacionales". Gore se movió también en la ambigüedad, con una excepción. "Somos el líder natural del mundo", dijo, "y tenemos que pagar nuestras deudas a la ONU". El vicepresidente es de los pocos que comprenden en Washington que el espectro de la expulsión de EEUU de la Asamblea General es algo mucho más serio que todos los disfraces de Halloween con los que hoy se visten los norteamericanos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_