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Reportaje:

Por el bien de la piedra

Ayuntamiento y Comunidad combaten el deterioro monumental guiados por los dictámenes de expertos petrólogos

Petrólogos. Expertos en el estudio de la piedra. Ésa es la palabra clave. En Madrid, culminar hoy con éxito duradero una restauración o conservación monumental ya no parece posible sin su concurso.Los petrólogos son, generalmente, ingenieros de minas o geólogos. De sus dictámenes técnicos sobre el pequeño universo monumental pétreo que ornamenta calles y plazas de Madrid surgen hoy las principales líneas de actuación que siguen el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid en todo cuanto hace al mantenimiento del patrimonio escultórico en piedra. Y la piedra, en Madrid, sufre duros embates. Embates derivados de la aguda contaminación atmosférica, de la interacción entre ésta y el agua de la lluvia y de las fuentes, de su propia vejez y también de la acción de algunos particulares, los llamados grafiteros.

Ni la piedra de Novelda ni las calizas de Colmenar y de Redueña, en las que han sido esculpidas algunas de las mejores esculturas madrileñas, se libran de la erosión. Su estrago, la arenización, era evidente en monumentos como el de Alfonso XII, sobre el estanque del Retiro. "Para atajarlos", cuenta Heliodoro Martín Artola, responsable del departamento municipal de Conservación de Edificios, "el Ayuntamiento encarga desde hace doce años estudios y dictámenes a un equipo de petrólogos". Es el que dirige José María de Miguel, de 55 años, catedrático de Mineralogía y Petrología de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Madrid. Sus saberes se han ido acreditando de tal manera que hoy se recurre a ellos (existe otro gabinete petrológico en la Complutense) en numerosas actuaciones de consolidación y conservación de monumentos.

De sus estudios, García de Miguel ha extraído muchas conclusiones. Pero destaca, sobre todas, una: "La restauración de la piedra monumental no es un asunto de dinero, como suele pensarse; se trata más bien de una cuestión de conocimientos", dice. "En un edificio postal que sufrió una pintada, el intento de borrarla con el chorro de una manguera convirtió su fachada en un auténtico bajorrelieve de casi dos centímetros de profundidad", comenta.

La causa primordial del deterioro de la piedra monumental en Madrid es el intemperismo, subraya el petrólogo. "Es el efecto sobre aquélla de la erosión que provoca la contaminación; además han sido muy dañinas las actuaciones, pretendidamente restauradoras, aplicadas durante años sin un conocimiento técnico adecuado de los agentes químicos que corroen realmente las esculturas", explica. "El empleo abusivo del cemento tipo portland y de resinas y ceras impermeabilizantes inadecuadas ha causado asimismo graves daños en el patrimonio ornamental de Madrid", señala García de Miguel. "Hoy se siguen métodos más cuidadosos. Se utilizan otras resinas, de naturaleza acrílica, muy diluidas, modificadas con una adición de silicona, con las que se impregna toda la superficie pétrea tratada. Estas resinas", apunta, "se adentran por los poros de la piedra, desaparecen luego de su exterior y le permiten que transpire y expulse la humedad interna; al mismo tiempo, la piedra queda impermeabilizada de la humedad que pueda proceder de la lluvia, por ejemplo. Se consigue así restituir su consistencia original. Además", dice, "son tratamientos reversibles. La resina puede ser retirada en caso de que evolucione negativamente".

En la fachada churrigueresca del Hospicio, joya del barroco madrileño, su restauración halló dificultades derivadas de la pintura de pátinas policromadas sobre pórticos como ése. "Con los cambios de gustos estéticos, las pátinas fueron arrancadas con lejías y otros abrasivos, cubiertas luego con ceras que lo ennegrecieron. Hubo que emplear láser, energía luminosa que la piedra refleja y que disuelve las ceras ensombrecidas. Por eso", considera García de Miguel, "es fundamental actuar de una manera muy cuidadosa, precedida siempre de un estudio profundo sobre la historia de cada monumento", agrega. Con esta pauta se nutre un banco de datos que ha documentado ya dos centenares de grandes monumentos del área metropolitana y otro centenar de elementos de ornamentación pública de la región. La catalogación fue hecha por encargo de la Comunidad.

Los petrólogos mandan.

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Agua y contaminación = erosión

Las principales fuentes madrileñas, sobre todo las del paseo del Prado, presentan una particularidad que las afea grandemente. Se trata de la formación recurrente de colonias de algas, de color verde o rojizo, cuya descomposición suele coincidir con los cambios estacionales. Al morir las algas, sus restos adquieren una tonalidad negruzca persistente que ensombrece la belleza de estas fontanas, envueltas en microclimas propios. Para combatir ese efecto, el Ayuntamiento, a través del departamento que dirige Heliodoro Martín Artola, encargó al equipo del petrólogo García de Miguel un estudio, al que asignó un presupuesto de 600.000 pesetas. Sus resultados, probados sólo en laboratorio, mostraron, sin embargo, que el principal agente causante de la erosión de la piedra no eran las algas, sino la alteración de la acidez del agua por la interacción con la intensa contaminación. La acidez del agua de Madrid, apenas un poco por encima de la neutralidad, se intensificaba en las fuentes por la presencia continuada en sus circuitos hidráulicos de agua no renovada, ya que las recurrentes sequías madrileñas aconsejaban mantenerla por economía. Por ello, el departamento de Láminas de Agua decidió renovar el agua de sus piletas cada dos o tres semanas para mantener su neutralidad. Los petrólogos comprobaron que la anterior aplicación contra las algas de compuestos biocidas, a base de sulfatos de cobre, las eliminaban, pero aumentaban la acidez. Por ello se experimentó con otros alguicidas, cloruros de alquil y bencil, que no modificaban la acidez ni perjudicaban la piedra escultórica.

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