Una muestra pone de relieve el sentido clásico de las obras del escultor barroco Pedro Roldán

Una muestra, inaugurada ayer en Sevilla, desvela que Pedro Roldán, uno de los grandes escultores del Barroco sevillano, se regía por un sentido clásico de las formas. La exposición, con la que se conmemora el tercer centenario de la muerte del artista, ha reunido en la sala San Fernando 28 obras de Roldán y algunos de sus seguidores. El artista, que firmaba a veces "un devoto inteligente en la arquitectura", alcanzó un gran prestigio en vida y los modelos que creó se perpetuaron hasta finales del siglo XVIII a través de los discípulos de su taller. En la exposición, organizada por la Obra Cultural de Caja San Fernando, se muestran tres obras de su hija Luisa llamada La Roldana.

En Sevilla se ha considerado siempre a Pedro Roldán (1624-1699) como un imaginero, olvidando otras facetas de su obra como la arquitectura o los trabajos para importantes retablos. Teodoro Falcón, comisario de la muestra y profesor de Historia del Arte de la Universidad hispalense, se ha propuesto sacar a la luz estos aspectos más olvidados.La exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo 7 de noviembre en la sala San Fernando, incluye instrumentos de escultor y un banco de trabajo similares a los que el artista tuvo -datos que se conocen por la lista de bienes que recoge su testamente-, así como documentos que certifican algunos de sus trabajos como arquitecto. "Es paradójico que un artista considerado uno de los principales representantes del Barroco, tuviera un sentido tan clásico de las formas, algo que se justifica por su faceta de profesor de dibujo", explica Falcón.

Junto a imágenes concebidas para el culto, como la talla Nuestra señora de la Antigua -la primera obra que Roldán realizó al establecerse en Sevilla y que tiene gran influencia granadina-, la muestra presenta tres Relieves de la Pasión o la imagen de madera policromada de San Fernando. "Iconográficamente es la obra que ha marcado cómo debe ser la imagen del rey santo. La escultura presidió los actos de canonización del rey en 1671 en la catedral de Sevilla", explica el comisario.

"Roldán, que ha sido injustamente olvidado, fue un artista con gran prestigio, prueba de ello son los encargos que recibió en toda Andalucía, Canarias e Hispanoamérica", explica Falcón. Entre esos encargos destacan, según el historiador del arte, las esculturas en piedra de la fachada de la catedral de Jaén, los retablos mayores de Villamartín (Cádiz) y Lucena (Córdoba) o el Cristo atado a la columna de San Juan de la Orotava (Santa Cruz de Tenerife).

El artista, que según Falcón nació en Sevilla aunque también se ha dicho que era granadino y de Antequera (Málaga), colaboró en muchas de sus obras con el pintor Juan Valdés Leal y, además, impartía clases de dibujo en la academia de Arte que Murillo fundó en la Casa-Lonja (actualmente Archivo de Indias).

En Santa Ana enseñando a leer a la Virgen, una de las obras que pueden verse en la muestra, está documentada la colaboración de Roldán y Valdés Leal que también trabajaron juntos en el retablo de la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla.

De los ocho hijos que tuvo Pedro Roldán, seis de ellos mujeres, casi todos fueron artistas. Luisa Roldán, llamada La Roldana, fue la que alcanzó un mayor reconocimiento y, algo insólito para una mujer en el siglo XVII, llegó a ser escultora de cámara de Carlos II. Virgen con el niño, una delicada terracota policromada que pertenece al convento Las Teresas de Sevilla y sólo se ha expuesto al público en contadas ocasiones, es una de sus obras que pueden verse en la muestra.

"Hay documentos que acreditan la colaboración de padre e hija en algunas obras, como los santos de la catedral de Cádiz. En estos trabajos colaboraba también con la policromía Luis Antonio de los Arcos, marido de La Roldana", dice Falcón. En el taller de Pedro Roldán se formó también, entre otros muchos, Francisco Antonio Gijón, autor del Cristo del Cachorro.