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Tras la pista de los malos

El escenario: el lugar donde habitan los más malos del planeta Tierra. Los personajes: Félix Bayón, periodista y novelista, y Juan Pedro Aparicio, abogado y escritor de novelas policíacas, en cuyo rostro no se asoma la menor sombra de malicia. Más bien da la impresión de ser un ser bondadoso. La trama: encontrar un escenario para situar la vivienda del malo malísimo de su última creación literaria.Acción: Bayón sale del chalet que tiene en Marbella. Se pone las gafas de sol y abre la puerta de un descapotable. Es un volkswagen azul donde Aparicio se monta resuelto para dar un paseo por los lugares de la ciudad donde habitan los poderosos. Nadie diría por su tranquilidad que viene a buscar residencia a don Ramón el villano ficticio de la novela que está preparando: Malo contra la gran bruma.

Aparicio, que también ha publicado libros de viaje y que es Premio Nadal de 1989, asegura con la melena al viento que algo le dijo, en su interior, que la ciudad donde "buscaba interiores y exteriores" era ésta. "Algo dentro del texto me pidió que la residencia del cuartel general de don Ramón tenía que estar en Marbella". ¿Referentes reales?. "Ninguno", explica mientras Bayón aparca el coche en el Marbella Club. Tan sólo necesitaba de un viaje que le inspirase.

Una rubia aparece en un deportivo verde mascando chicle y con una bolsa que simula sin conseguirlo piel de cocodrilo. Los dos varones fijan la mirada en ella. Conduce entre los callejones y entre las casas con entradas diminutas, pero grandes jardines llenos de flores. "Esto es demasiado recogido", dice el escritor. "Quería enseñarte el contraste entre la Marbella oculta y la que han construido los mafiosos", dice el periodista.

Segunda parada: la casa de Felice Cultrera, junto a una antigua zona verde de pinares que ahora misteriosamente aparece vallada y como zona verde privada. Allí además de vivir este hombre -que aparece citado en el mismo informe de la Fiscalía Anticorrupción que vinculó a Jesús Gil con la mafia-, habitan varias estatuas de inspiración clásica.

"El problema que tengo que resolver es cómo lograr que Malo (el inspector de la novela) se cuele en la casa de don Ramón", explica Aparicio. En ésta lo va a tener difícil: una cámara apunta hacia el exterior y al abrirse las puertas aparece un caniche blanco ladrando.

Tercera Parada: Sierrablanca. "Aquí Pedro Román (el ex primer teniente alcalde de Gil) compró un montón de terreno a una viuda", dice Bayón. La desmesura. "Aquí hay mucho mimetismo. Uno hace una barbaridad y otro la copia. Es como ver quién mea más lejos", comenta Bayón ante un urbanismo de lo más ostentoso. "¿Te está siendo útil el paseo?", pregunta a su compañero a 20 kilómetros por hora.

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No. Lo que le es útil es Nagüeles, un antiguo pinar donde el hijo le Bayón le decía "papá, aquí huele a pino". Ahora hay casas herméticas. Rodeadas de muros blancos y cipreses. "Esto me gusta. Voy a apuntarlo", exclama Aparicio. Finaliza el trayecto. Aparicio ya tiene ubicación para la hacienda de don Ramón, "un hombre que se dedica a hacer fácil la vida a los corruptos que están en la cárcel para que parezca que no viven en ella".

Aparicio da por concluido un paseo "literario". "Como lector de los clásicos de detectives, me atrajo Marbella porque tiene una gran similitud con Santa Mónica y California", comenta. No se ha documentado, tan sólo se ha impregnado. "Yo también prefiero inventármelo. Cuando vienes del periodismo estas hasta las orejas de la realidad", le contesta Bayón.

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